Cuando comenzamos a vivir septiembre, se respira en el ambiente la cercanía de una de las mejores estaciones del año, los ciruelos y aromos empiezan a dar sus primeras flores para hacernos saber que están presentes y que solo habían pasado inadvertidos, durante el resto del año, ante los ojos de los transeúntes, del mismo modo que nuestra historia que de forma paradójica, tejió en este mes de septiembre uno de sus más notables hitos, pero también el momento más gris y amargo de nuestra vida republicana.
Un día 4 de septiembre fue electo como Presidente de la República, el mejor de los nuestros, nuestro presidente mártir que vive en la memoria de todas y todos nosotros. Ese hermoso día comenzó el sueño del pueblo que hizo de nuestro país, un mejor lugar para vivir, donde la igualdad y las oportunidades eran patrimonio de la ciudadanía, de todos nosotros y no de unos pocos.Durante esos tristes años en Chile se impuso el horror y los crueles vejámenes de la dictadura militar, los Derechos Humanos y la institucionalidad chilena se guardaron en un cajón para que luego de largos y dolorosos 17 años, se iniciara un recorrido muy prolongado de transición a la democracia.
En este abanico de hechos que marcaron nuestra historia, no podemos dejar de recordar esa vil fecha marcada con sangre y fuego, donde se impuso la traición de un general que se arrodilló frente a los poderes extranjeros que presionaban para sacar del poder al pueblo y a nuestro Presidente Salvador Allende.
Cerca de las 11:00 horas, aviones de guerra bombardearon El Palacio de la Moneda, la casa de la democracia en Chile, y de paso, destruyeron una larga historia de vida republicana que nunca antes sufrió los embates de una dictadura.
Días más tarde, la Junta Militar tomó el control del Gobierno, de los medios de comunicación, de las calles, de los espacios públicos, cerró el Congreso Nacional, y de paso toda oportunidad de recobrar la democracia en nuestro país, ya los árboles no florecían como antes, debían pasar muchos años para volver a disfrutar el anuncio de la llegada de la primavera. Pero ya nada sería igual, el dolor y el horror se hicieron costumbre en nuestro país.
Durante esos tristes años en Chile se impuso el horror y los crueles vejámenes de la dictadura militar, los Derechos Humanos y la institucionalidad chilena se guardaron en un cajón para que luego de largos y dolorosos 17 años, se iniciara un recorrido muy prolongado de transición a la democracia. Eran los tiempos de la justicia “en la medida de lo posible”, tiempos ya no tan tristes pero reveladores de los horrorosos crímenes de lesa humanidad de la tiranía saliente, pero enquistada bajo una constitución anti democrática que prima, hasta hoy en nuestro país.
Estimadas y estimados compañeros, hoy es tiempo de pensar en una nueva Constitución, pensada por y para la ciudadanía, del mismo modo como lo planteara el Colegio de Profesores, institución que fue una de las primeras en advertir que una Asamblea Constituyente, era el camino para una carta fundamental de verdad.
Hoy es tiempo de “caminar libres por las grandes alamedas”, disfrutar de los nuevos aires que trae la primavera, pero sin olvidar jamás que todos los días debemos hacerle un homenaje a la memoria.
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