*Por: Ilia Reyes
Desde niña tuve iniciativa y era inquieta, lo que muchas veces me costó más que un reto. Cuando crecí, mi madre, matriarca de la familia, me dejó ser muy libre, pero siempre fue exigente en los estudios, porque decía que era lo más importante para nuestras vidas.
«La vida me ha seguido dando lecciones y las recibo con respeto y amor. Tenemos tanto a nuestro alrededor y no nos damos cuenta de que si tomáramos un poquito del legado que dejaron nuestros
abuelos y lo complementáramos con aspectos contemporáneos, seríamos más felices. Por eso creo
firmemente que es necesario recobrar principios fundamentales como aprender, enseñar lo aprendido,
trabajar integradamente y respetar todo tipo de existencia, tanto del mundo visible como invisible.»
Más grande y tras la separación de mis padres fui una adolescente conflictiva. Busqué atención de los demás, pero éramos muchos hermanos y mi madre trabajaba duro para que no nos faltara alimento, vestimenta y un lugar donde vivir. Ya adulta comencé a sentir una necesidad intensa, pero no era una necesidad material, sino interior, que busqué aplacar a través de trabajos en diferentes rubros: asesora de hogar, farmacia, laboratorio, importación de uvas, cajera de supermercado, promotora, hotelería, restoranes, emprendimientos, minería, entre otros. Siempre dispuesta a entregar lo mejor de mí ycon la ilusión de que algún día ya no sentiría esa necesidad que me oprimía.
Una de las cosas que cambió mi vida fue un accidente que sufrí en las manos y que me dejó inhabilitada para realizar trabajos manuales. Entonces me desesperé. Hasta que un día, y al borde de la depresión, un buen amigo me recomendó estudiar. Con quince años sin tomar un cuaderno y cero tecnología en mis conocimientos, me atreví a entrar a la universidad, hecho que cambió mi vida para siempre. Al fin pude encontrar mi identidad y terminar con esa necesidad que no entendía. Conocí la perseverancia y el placer de hacer lo que realmente me gustaba: aprender para poder enseñar.
Comencé a trabajar con la historia local atacameña y la interculturalidad cuando estudié Pedagogía básica bilingüe en la universidad. Este trabajo me sirvió para hacer mi tesis de grado y para mirar mi cultura desde afuera, fue entonces cuando comencé a trabajar con nuestra lengua kunza. Hasta ese momento no existían estudios acabados desde la mirada de investigadores locales y todo se hacía en forma muy pasiva. Comencé a realizar mi propia investigación. Me encontré con vocablos muy antiguos que describían la pronunciación del kunza, tomé esas referencias y comencé a reaprender para enseñar a través de una metodología propia.
Escuché la forma de pronunciar de personas mayores de los pueblos altiplánicos, recordé palabras pronunciadas por mi familia en el ayllú y vocablos que todavía se decían en ceremonias. También investigué sobre la forma de hacer trabajos en lana, siembra y alfarería. Con todo eso fui dando forma a oraciones y diálogos.
Trabajo a diario para difundir las cosas relevantes de mi legado ancestral, como un puente para fomentar la felicidad y equilibrio desde la identidad, tomando partes de la ciencia para valorarnos como cultura. Quiero que mi pueblo tenga una voz en el presente para relevar el pasado y visualizar el futuro. Trabajo para que existan más voces y que juntas decidamos cómo queremos enseñar nuestra cultura, para que no se extinga.
Quiero que cada persona que llegue a San Pedro de Atacama sienta respeto por la tierra y puedan llevarse la sabiduría de un legado de más de 12.000 años de historia. Y espero que los lugareños que aprecian esta tierra valoren su identidad, para elegir lo mejor de esta vida como legado para las futuras generaciones. Actualmente realizo talleres con niños, donde cada acción conlleva sistemas de trabajo inspirados en los principios básicos de la cultura atacameña: trueque, trabajo comunitario y torna.
Hoy, con orgullo puedo decir que todo este trabajo me ha permitido ser parte de los investigadores locales, encargados de formar un grafemario de la lengua kunza y un diccionario unificado, que espero sean un aporte para las nuevas generaciones y para difundir y relevar la cultura atacameña.
* Soy hija de Eleuteria y Wenceslao. Tengo 16 hermanos. Fui criada en San Pedro de Atacama y por decisión propia me quedé en este lugar, porque nunca me sentí bien en otra parte. He viajado mucho, pero nada se compara con mi querido desierto. Soy dirigenta social en mi comunidad y educadora tradicional de vocación.
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