Ocho millones de cuentas Facebook y aproximadamente un millón en Twitter nos ubican como uno de los países de América Latina con mayor arraigo de la Web social. Usamos estos medios de expresión para –independiente de nuestra ubicación en la sociedad- participar, entre otras cosas, en la formación de la opinión pública sobre lo que ocurre en Chile. Los medios sociales contribuyen –potencialmente- al fortalecimiento de nuestra democracia: nos permiten a todos participar de una conversación que solía estar limitada a quienes detentan poder.
En el Chile de 2011, que el gobierno tome la decisión de monitorear la conversación ciudadana en estas plataformas es algo sensato. Es su responsabilidad escucharla y hacerlo en todos aquellos espacios en los cuales se manifiesta masivamente. Conocer sus demandas actuales y sus expectativas sobre el futuro, están en la base de las políticas públicas y la conducción exitosa del país. Ignorar las redes sociales y seguir usando encuestas o análisis de prensa, como se ha sugerido en el artificial debate provocado por esta medida, es no entender uno de los principales cambios que está ocurriendo: la desintermediación en la relación de las personas con el poder.
Se terminó la política de masas, en la que los partidos políticos y liderazgos construidos en torno a la disciplina vertical, decidían por millones y rendían cuentas de manera parcial en las urnas con cierta periodicidad, sin que los electores tuviéramos más opción que marcar o no una preferencia en la papeleta. Ahora todos esperamos que el Presidente o un político de oposición nos respondan a la interpelación que le hacemos por Twitter. Buscamos que a cada hora rindan cuenta de sus actos, especialmente de las promesas no cumplidas y de los errores cometidos. Porque a través de las redes, muchos de nosotros dialogamos directamente con el poder (o tenemos la ilusión de hacerlo).
Que el gobierno decida mirar esa conversación es un reconocimiento explícito al valor político de las redes y la opinión ciudadana que en ellas habita. El gobierno ya no podrá hacerse el sordo. Eso es una ganancia absoluta para la calidad de nuestro régimen democrático.
Quienes critican la medida argumentan que su derecho a la privacidad se ve vulnerando, ignorando la naturaleza pública de la mayoría de las acciones que realizamos en estas plataformas y desconociendo que éstas (propiedad de empresas privadas) tienen condiciones de servicio (que aceptamos casi siempre sin leer al abrir una cuenta) que nos restan derechos sobre los contenidos que en ellas publicamos. Cosas que en el mundo presencial nos parecerían ilógicas e incluso peligrosas, las hacemos sin ningún tipo de filtro en las redes.
Erróneamente, se compara Internet con lugares públicos. La comparación debiera ser con espacios privados de acceso y uso público. Buena parte de la infraestructura sobre la que se sustenta y la inmensa mayoría de las aplicaciones y programas que usamos todos los días son privadas, aunque no paguemos por ellas. Dada la legítima preocupación ciudadana sobre lo que el gobierno hará con la información, pudiera ser esta una oportunidad para abrir una debate en Chile sobre cómo salvaguardamos nuestro derecho a usar estos espacios privados para fines públicos. Entre ellos, ser protagonistas de la profundización de nuestra democracia desde nuestro irrenunciable derecho a la libre expresión.
* Columna publicada en la edición impresa de La Tercera, 22/06/2011
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Comentarios
22 de junio
He terminado con la convicción de que las primeras reacciones a CUALQUIER cosa que haga el Gobierno, es apedrearla, encontrarle la letra chica, el despropósito. Eso es mi caso personal. Con calma, creo que en la segunda mirada, como la que das tú, puedo ver una oportunidad de tomar la responsabilidad de decir lo que esperamos para Chile.
No estoy todavía seguro de si el método sea el más adecuado, o su difusión o los usos que desconfiamos hagan de esta herramienta, pero creo que es una oportunidad.
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22 de junio
Juan, la segunda mirada siempre es útil.
Aunque el tono de mi entrada es optimista, no dejo de tener mis interrogantes respecto de los usos que puedan ocurrir. Lo más preocupante es que es un terreno en el que no existen normas definidas y pareciera por las primeras posturas que han cristalizado en el debate, que es difícil que el diálogo se mueva. Si se plantea desde la dicotomía «vigilancia vs. monitoreo simple», se pierden la oportunidad de debatir sobre el fondo: cómo los medios sociales pueden ser aprovechados para una mayor participación ciudadana en el debate político.
22 de junio
Sólo hay que diferenciar entre contenidos públicos y contenidos privados, mi cuenta de Twitter es pública, pero la mía en Facebook es privada y me he preocupado de que así sea, si alguien que no es mi «amigo» me roba información o me espía, es una violación a mi privacidad y la demandaría como tal, sea quien sea. He ahí un ejemplo de un límite aparentemente sutil que no da lo mismo.
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22 de junio
Tocas un punto central: la responsabilidad de los usuarios de estas plataformas en configurar los niveles de privacidad de sus cuentas. Podríamos añadir también otro: la responsabilidad de los usuarios respecto de lo que comentan y comparten en ellas, en especial cuando son abiertas.
22 de junio
Enzo, en general estoy de acuerdo con tu planteamiento. Como le comentaba a otro columnista de el quinto poder creo que no entender el rol que juegan las redes sociales y en general las TICs en la re-configuración del espacio público es perder de vista un hecho fundamental de la sociedad contemporánea . En buena hora podemos discutir sobre el uso que hace el gobierno de la información, cuales serán sus límites, etc. Lo que hace esta discusión es precisamente reflexionar sobre la transformación radical del eje privado-público, es más probablemente el concepto que tú usas de privado sea muy distinto a lo que piensa la mayoría de los jóvenes que comparten públicamente sus afectos, sus intereses y sus opiniones.
Saludos.
Dante
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22 de junio
Dante, en última instancia, creo que lo está en juego es nuestra identidad digital y cómo la construimos. La privacidad (y lo que entendemos como tal) es parte de ese ejercicio.
23 de junio
Estimado Enzo, creo que tienes razón. No obstante, mis reparos tienen relación con el uso que se haga y se hará en cuanto a la información obtenida con el monitoreo, y sobre todo con los límites legales que existen para ello. Eso no ha sido clarificado aún ni transparentado.
¿Qué se monitorea, cómo se almacena, bajo que criterios legales? ¿Qué atribuciones tienen quienes monitorean? ¿Quiénes son responsables en caso de mal uso?
Saludos
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23 de junio
Jorge, estamos en ese tipo de situaciones donde las tecnologías y los usos sociales y políticos de las mismas desbordan el marco legal. Hay que abrir un debate y acordar parámetros que sean aceptables respecto de lo que puede o no puede hacer el Estado en este ámbito, y también sobre cómo lo debe hacer. En algún grado, la Ley de Transparencia nos permite fiscalizar, pero quizá sea necesario ir más allá.
Más preocupante me parece que empresas, en especial consultoras dedicadas al lobby -que tampoco está regulado en Chile- estén haciendo los mismo, y que sobre su actuar no tengamos control alguno.
Insisto, no obstante, en mi punto: en todo esto hay un reconocimiento al potencial de las redes como espacios de construcción de opinión pública. Si logramos abrirlas y que cada vez participen más chilenos, ese potencial para contribuir a nuestra democracia -con las salvaguardas legales mencionadas- se hará realidad.
23 de junio
Sr. Abbagliati, permítame citarlo:»Que el gobierno decida mirar esa conversación es un reconocimiento explícito al valor político de las redes y la opinión ciudadana que en ellas habita.» Pues, no puedo sino estar 100% de acuerdo con usted.
Ahora, para agregar un nuevo perfil a la discusión que ha suscitado su columna, me pregunto si ya no es hora de empezar a agradecer al capitalismo esta disolución del hiato poder político (Gobierno) y ciudad, puesto que no me explico como las TIC y, en particular, twitter podrían haber alcando su peso político como tecnología social sin la existencia de una civilizadión capitalista.
Lejos de identificarme como acólito del capitalismo, humildemente instalo mi pequeña reflexión.
Gracias.
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23 de junio
Marcelo, como ya escribiera Braudel en «El Mediterráneo», las tecnologías son hijas de su época. Por eso, a tu afirmación agregaría que es la combinación con la democracia (liberal, dirán algunos) la que permite que estas redes (con todas sus limitaciones y carencias) logren peso como espacio de debate político. No obstante, el uso de estas mismas tecnologías en contextos distintos (revueltas post electorales en Irán el 2010 y la primavera de 2011 en el mundo musulmán), si bien recién en estudio (y a mi juicio un poco infladas por la prensa occidental), puede arrojar luces de cuáles son los contextos más propicios para sus usos ciudadanos.
23 de junio
Estoy de acuerdo con Jorge Andrés. Lo importyante es saber quienes y en que se va utilizar la escucha.Nuestra experiencia nos indica que las personas que en otros tiempos han utilizadfo el método no son muy criteriosas. Las personas que felicitan la medida también estaran de acuerdo con el gobierno Chino, Iraní etc. Creo que sin una legislacion fuerte, es una medida peligrosa, un arma en manos de niños.
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23 de junio
Vicente, lo ya dicho: concuerdo en la necesidad de debatir y fijar un marco legal para estas prácticas. Pero creo que la comparación con regímenes dictatoriales no corresponde ni permite enfocar adecuadamente el debate.
23 de junio
Enzo, el problema que en un ´régimen demócratico personas poca demócraticas pueden hacer uso de esa información para fines poco demócraticos. ¿PORQUE LA GEOLOCALIZACION? ¿PARA QUE? . ¿iNTIMIDAR? ¿ MORDAZA? acláramelo.
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