La tasa de accidentes aéreos es significativamente menor que la de otros medios de transporte de pasajeros, lo que habla bien de los estándares de seguridad imperantes. Sin embargo, el impacto mediático de cada accidente aéreo es elevado, por el número de víctimas involucradas.
La misteriosa desaparición de un avión por el sudeste asiático, por decir lo menos, no deja de sorprender en los tiempos que corren. Que el hecho ya no está en el primer plano noticioso, no significa que haya aparecido, ni que existan rastros de él.
No deja de llamar la atención que en los tiempos actuales de GPS, de satélites, de robots, de internet, esto es, de avances científico-tecnológicos sin precedentes, estemos ante un avión que pareciera se lo hubiese tragado la tierra. Hasta el minuto de escribir estas líneas no se sabe siquiera si se cayó o fue secuestrado, dejando sumidos a las familias de los pasajeros en la más penosa de las incertidumbres. Cuesta creer que no se sepa nada.
Aviones o naves chinas, japonesas, australianas, neozelandesas y estadounidenses están involucrados en la búsqueda. A más de 10 días de la desgracia, nada se sabe. Puras especulaciones: sabotaje, secuestro, problemas técnicos. Poco menos que ya no se sabe por dónde buscarlo.
La tasa de accidentes aéreos es significativamente menor que la de otros medios de transporte de pasajeros, lo que habla bien de los estándares de seguridad imperantes. Sin embargo, el impacto mediático de cada accidente aéreo es elevado, por el número de víctimas involucradas. De allí la conmoción, y con mayor razón, cuando no se tienen los cuerpos de las más de 200 hipotéticas víctimas.
Lo expuesto delata nuestra fragilidad o, que estamos lejos de dominarlo todo, que siguen produciéndose fenómenos que cuesta explicar. O bien, delataría la crueldad de la que somos capaces si es que se sabe qué ocurrió, pero se oculta por razones que no alcanzamos a comprender y que difícilmente comprenderemos algún día; también, si el avión fue secuestrado o desviado de su ruta cualesquiera hayan sido los móviles de sus autores.
Lo ocurrido nos invita a reconocer nuestras limitaciones, asumir nuestras insuficiencias, nuestra incapacidad para controlarlo todo. El anterior accidente aéreo involucró a un avión de Air France, hoy a un avión de Malaysia Airlines. Mañana le corresponderá a otro avión.
Somos imperfectos, y por ende, nuestras obras también lo son. Cada accidente es una invitación a volver a poner los pies en la tierra.
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Foto: Aero Icarus / Licencia CC
Comentarios
21 de marzo
junto con lamentar las víctimas en Asia, quisiera que nos pongamos alguna proporción, en Chile matamos cada menos de dos meses esa cantidad de personas en accidentes de transporte terrestre… y ni nos agitamos.
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