Un amigo siempre. Así se presenta Carabineros de Chile ante la sociedad. Y en gran medida es cierto. No sé usted, pero por lo menos yo tengo plena confianza en Carabineros como institución, es por lejos una de las más valoradas por la sociedad y, por si fuera poco, cada vez que viajo en moto son fuente segura de ayuda y de consejos.
Pero en la zona del conflicto en la Araucanía este lema dista mucho de hacerse realidad. Y no me malentienda usted, no es absoluta responsabilidad de los Carabineros que ahí actúan. Mandatados por un Estado cobarde y represivo, títere de los grandes intereses económicos, están obligados a implementar con mano dura las políticas miopes, erradas y racistas que durante años se han aplicado como solución al movimiento mapuche en el Wallmapu.La presencia de Carabineros en la zona del conflicto es el fiel reflejo de nuestros peores miedos, de nuestro racismo más fiero y nuestra desigualdad más brutal.
La presencia de carabineros en la zona del conflicto es el fiel reflejo de nuestros peores miedos, de nuestro racismo más fiero y nuestra desigualdad más brutal. Porque en vez de sentarnos a conversar, a dialogar y entender qué está pasando, preferimos hacernos los huevones y enviamos más carabineros a apalear mapuche. Y, por lo mismo, muchos exculpan a carabineros: “los mandan a reprimir, pero ellos no quieren”; “es culpa de las autoridades que los obligan a pegar”. Pero quiero decirle de entrada que esas afirmaciones son falsas. Porque ellos son también responsables de lo que ocurre en la Araucanía a través de la violencia, racismo y brutalidad con la que operan ante los mapuche. Si no me cree, dése una vuelta por las redes sociales y la prensa independiente, porque créame que El Mercurio no le mostrará esta realidad.
¿Sabía usted que en lo que va del año han habido más allanamientos a comunidades mapuche pobres que ataques a camiones? ¿Sabía usted que Carabineros de nuestro país, mientras rociaban con bencina y golpeaban a comuneros, gritaban a viva voz “¡hay que quemar a estos indios de mierda!”? ¿Sabía usted que la quema de los tres camiones de Lumaco en 1997, que fue el detonante del conflicto que azota la zona hasta el día de hoy, fue una respuesta dolorosa de unos comuneros a los comentarios racistas de Carabineros y guardias forestales esa noche?
¿Quiere saber algo aún más vergonzoso? Hoy, en la zona de Tirúa, hay más Carabineros custodiando plantaciones forestales que a la población. Si no me cree, lea las declaraciones del Alcalde de Tirúa al ex ministro Burgos y a la misma Presidenta. Sólo el 2015, Carabineros gastó la impronunciable cifra de 1.879.129.533 pesos en la custodia y protección de empresas forestales y particulares en la zona del conflicto. Cifra 22 veces más alta que hace 5 años. ¿Qué clase de país hemos construido en donde la plata que genera un pino es más importante que la vida humana? ¿En qué país del mundo se cuida la riqueza de unos pocos y se destruye la dignidad de otros?
No el único, por supuesto. Acá la responsabilidad es de todos. Porque hemos construido una sociedad donde un pino o un camión quemado vale más titulares en periódicos que un mapuche muerto o humillado. Porque hemos querido creer que somos un solo país, todos iguales, sin distinción, y no aceptamos la riqueza de nuestra diversidad. Somos racistas, sí lo somos, y los Carabineros son muestra constante de ello. Pero nosotros no apaleamos. No allanamos. No torturamos. El racismo que nosotros vociferamos nuestros Carabineros lo hacen carne en cada allanamiento, en cada detención ilegal, en cada comentario humillante que los uniformados dicen a niños, mujeres y ancianos mapuche. Y eso acrecienta el conflicto cada día más.
Y quiero serle muy claro en esto, yo no defiendo la violencia, de ninguna forma, y creo que los delitos hay que perseguirlos. Creo en la justicia y en el accionar de Carabineros, pero no así, no como nuestras policías y nuestros fiscales lo están haciendo ahora. No creo en una justicia racista, que ve indios en vez de seres humanos. Y no creo en Carabineros que golpean a mapuche por el solo hecho de ser mapuche; que destruyen sus viviendas, trauman a sus niños y dejan en la miseria a sus ancianos.
A mí me duele el racismo, me duele la violencia. Me duele saber que hay niños mapuche que asocian su domingo a bombas lacrimógenas y allanamientos. Me duele cuando ancianos mapuche, viejitos de una humildad y valentía que yo nunca tendré, son golpeados y humillados por Carabineros en sus propias casas. Me duele la estupidez y el racismo, y nunca dejaré de conmoverme por el dolor ajeno. Sea colono, mapuche, chileno, inmigrante o de donde sea. Tal como me duele la muerte de un carabinero, que deja atrás a su familia y una encomiable labor de servicio a Chile, me duele también la humillación de los más pobres entre los pobres.
Hoy es el momento. Carabineros puede pasar a la historia como la institución que dio pasos concretos hacia una paz en la zona. O puede pasar a la historia como otro títere más de un gobierno arrodillado ante los intereses económicos de unos pocos. Ni de usted ni de mi depende. Sólo de ellos.
Comentarios