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Periodismo cuenta cuentos y al servicio del poder

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¿Pero que la prensa, que se debe a sus lectores, televidentes o auditores y no a los grupos de interés, se preste para contar historias inverosímiles? Eso no es periodismo, es mascarada disfrazada de realidad.

Las historias que han publicado los medios, especialmente escritos, sobre los días previos al desistimiento de Pablo Longueira de seguir en carrera por la Presidencia profundizan una sensación que, personalmente, me incomoda desde hace ya bastante tiempo.  Es la impresión de que, en ocasiones, nuestra prensa no se interesa en mostrarnos hechos esclarecedores de la contingencia, con un sano y democrático interés público, sino que por el contrario se esmera en hacer a sus lectores parte de una puesta en escena conveniente para quienes ostentan algún grado de poder.

Quizás con esta afirmación ocurra lo mismo que con los delfines: todos sabemos que son inteligentes pero aún no lo hemos podido demostrar.  Creo no equivocarme si expreso que a muchos nos ocurre que al leer algunos reportajes, principalmente cuando involucran a influyentes políticos o empresarios, nos quedamos con un amargo gustillo a cuento.

Porque cualquiera que tenga nociones sobre las vicisitudes del poder y cómo los seres humanos se relacionan entre sí cuando está involucrada alguna cuota de éste, sabe que el mundo de maravillas que a veces nos relatan en muy bien escritas crónicas no puede ser tal.  Más aún cuando lo que sobra son cabos sin responder en tales artículos que, se supone, buscan nutrir con antecedentes y análisis pertinentes la perspectiva de quienes se informan sobre la cotidianeidad.

Cuesta creer que, por ejemplo, en la bajada de Longueira nadie se haya dado cuenta previamente del riesgo por el estado anímico y sicológico del ex ministro de Energía, más aún cuando en su historial hay pasajes de por sí complejos. Y que los diálogos de sus cercanos los días previos al anuncio tengan el nivel de ingenuidad del cual nos han intentado convencer múltiples periodistas.  De ser realmente así, la conclusión es que los líderes de la Alianza no estarían a la altura para definir a un ciudadano o ciudadana que compita por dirigir desde el Ejecutivo los destinos de Chile.  Y tampoco para representar a ese mundo de derecha que en ellos confía.  Porque, por favor, no nos vengan con eso de “los imponderables”, que “es cosa del Señor” o incluso que “el alma humana es insondable”, ya que si para algo existe la dirigencia política es para prevenir contratiempos de este calibre.  Lo que uno colige, a fin de cuentas, es que lo supieron mucho antes y lo habrían ocultado, lo cual no he visto escudriñar en profundidad.

Toda esta elucubración es plausible porque no hay crónica alguna que me convenza de que se está intentando relatar los hechos como realmente fueron y que no se está simplemente repitiendo una especie de coartada con la que la Alianza quiso salir lo mejor parada del monumental embrollo en que se metieron. Lean los artículos y, por favor, díganme si no suenan a historia buena onda con final feliz.  Una carretera hacia el poder alfombrada de las mejores intenciones.

Algo similar ocurre con la campaña presidencial.  Candidatos reuniéndose espontáneamente a “desayunar” con directivas de partidos en céntricos cafés, topándose “casualmente” en el aeropuerto con algún visitante estelar o haciendo falsas afirmaciones de buena voluntad que nos hacen recordar las películas de la Cosa Nostra, es lo que vemos día a día.

Está bien, los políticos, los grandes empresarios y los comandos en general, y todo quien tenga alguna cuota de poder (y lo quiera mantener), tiene sus asesores comunicacionales, de imagen y contenidos.  Están en su derecho y es correcto que los tengan.  ¿Pero que la prensa, que se debe a sus lectores, televidentes o auditores y no a los grupos de interés, se preste para contar historias inverosímiles?  Eso no es periodismo, es mascarada disfrazada de realidad.

El problema de esta práctica es que el ejercicio periodístico va perdiendo su principal activo, la credibilidad.  Y eso, donde la desconfianza campea y las instituciones tambalean, es un lujo que no nos podemos dar.


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30 de julio

Válida reflexión por parte de un periodista comprometido con la verdad, pero es importante hacer ver que los periodistas NO SON el único gremio intelectual que debe abrogarse el derecho de sustentarla y mostrarla a la luz pública.

Habemos sociólogos, historiadores, cientistas políticos, gente de las artes y la cultura, y por qué no de otras disciplinas que no sean las artes humanas, comprometidos con esa misión de igual o mayor forma.

El Quinto Poder es un espacio de discusión democrático, sin distinciones más allá de lo interesante y bien redactado que puedan ser los aportes de reflexión y comentario que aquí se comparten de forma libre y respetuosa.

Es menester de todos cuantos aquí nos convoca reflexionar, ir construyendo todos los días espacios de discusión sana, crítica y constructiva. NO HAY CANDIDATO que pueda ofrecer tal cambio mental en los chilenos, simplemente porque esa misión cabe a cada compatriota que quiera, por fin, evolucionar en su chilenidad.

Saludos cordiales

30 de julio

PD: Si realmente su compromiso es serio y sincero, estoy esperando próximamente un boicot y denuncia masiva por parte de aquellos periodistas de calidad de los programas de farándula, periodismo basura y análisis tendencioso.

Sólo cuando se de esa instancia de movilización – sea virtual o real – de aquellos periodistas, volverán a tener el respeto que se merecen. Sino, seguirán siendo metidos en el mismo saco con aquellos que persiguen a la Vale Roth por los aeropuertos y discos de poca monta.

Saludos

30 de julio

Hola Alberto. Gracias por tu opinión. Es probable que esto ocurra en todas las profesiones, oficios o práticas, pero particularmente me refiero acá a la que me compete y, personalmente, me es más cara, el periodismo.

Sobre la velada desconfianza sobre mi compromiso (y su seriedad y sinceridad en ello) en tu segundo posteo, de verdad que espero aportar desde mi ámbito a ello, tanto desarrollando un periodismo distinto y dando una mirada distinta sobre tal materia (además que desde el propio gremio en mi calidad de consejero nacional del colegio) . Ahora, creo que esto es un rol de los ciudadanos y no de los periodistas en particular.

Saludos

30 de julio

El periodismo servil y canalla que pulula en los canales de tv, radios y prensa escrita (no toda), forman parte de la llamada superestructura de la clase dominante.

Acá no se trata de un simple favoritismo por el devenir de la derecha chilena o las aventuras de la señora Bachelet por parte de los medios de comunicación masivos. Acá se trata de lo que le conviene al sistema, y el periodismo, casi en general, está a disposición de ese sistema.

Las aventuras de la UDI-RN o las peleas en la concertación no son otra cosa que la creación de voluntad en parte importante de la población, la menos ilustrada e informada de este país, o sea, mucha gente.

La farándula no es casualidad. La exposición de la tontera elevándola a la cúspide de «tema nacional» ¡es política!, con todas sus letras, ya que quienes están detrás no son tarados que sólo quieren ganar dinero, no, lo que se busca es control social, aunque no lo entiendan así quienes ejecutan esa labor. ¿Quiénes manejan los canales?, empresarios en concomitancia con los partidos políticos: Luksic/Eyzaguirre canal 13; Bethia, Mega; Piñera y los gringos, Chilevisión; el Estado, manejado por empresarios y políticos, TVN; las radios consorcios foráneos, etcétera. La farándula mantiene cautivo a la dueña de casa y a ese chileno que trabaja todo el día, se traslada en un sistema de locomoción urbana malo y caro, llega a casa sólo a distraerse con las desventuras de la tontera. O sea, la dupla políticos/empresarios nos da trabajo, nos paga mal, nos traslada mal, y para varias nos dice cómo entretenernos y qué saber en los medios masivos como la tv y la radio que ellos manejan; ¡hermoso!

Los medios de comunicación masivos están no para desnudar al poder, sino para vestirlo cuando la ciudadanía lo desviste. El periodismo que ahí habita, no está para apuntar a Piñera por su manera rápida de hacerse millonario o para indicar a Lagos por su contradictorio mandato que empoderó a los ricos en desmedro de los pobres. Los periodistas están para alabar a Lagos, infundir simpatía por Piñera y justificar nuestro desarrollo desigual.

Alguien puede encontrar simpático que Patricio Fernández, The Clinic, esté sentado en un medio de Saieh; que las columnas de El Mercurio estén saturadas de concertacionistas; encontrar “súper” que Saieh financie Ciper, o que esos mismos medios sean manejados ¡por los dueños de mi equipo de fútbol o de mi trabajo!

El periodismo o la prensa canalla chilena es parte del problema. Reemplazamos a los lame-botas por los lame-modelo, y eso, perdónenme, sucede sólo en las dictaduras. No informar de lo que sucede en nuestra sociedad y saturar los noticieros con las aventuras de la concerta-alianza, con “el plato más grande”, “el flaite más malo”, o ¡1 hora de fútbol!, hace recordar las experiencias comunicacionales de los nazis.

Estos medios como Quinto Poder, EL Mostrador, Punto Final, EL Ciudadano si bien son públicos no son masivos como la tv o las radios. Ahí la dominación tiene un camino recorrido importante, pero para eso está la contra-información que podamos hacer.

Saludos cordiales.

Pluto guaug

30 de julio

Longueira comió Perro asado. Testimónio de una señora Udi popular.
«¿Y comieron perro con Pablo Longueira?
Una vez, es que fue un asado y él no sabía.»
Longueira pensó en la cantidad de perro asado que iba a tener que comer como candidato a presidente, se fue abajo.
Aqui está compelto:

Los “aperrados” años de Longueira en las poblaciones

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