El palacio de La Moneda debe pasar a ser un museo, el Museo de la Presidencia, ya no debe ser más la oficina del presidente.
Su conversión desde casa de gobierno a museo permitirá abrir ese patrimonio al público, retirar las rejas perimetrales que por más de una década han tenido aislada dicha construcción, y sacar de la comodidad al mandatario de turno.
El Museo de la Presidencia permitirá honrar a tantos mandatarios que pusieron el interés público por sobre el interés personal, a aquellos que hicieron más justo y grande a nuestro país, y que incluso defendieron la institución de la presidencia con su propia vida.Que La Moneda sea un museo es un buen camino para cambiar las maneras centralistas, oscuras y remolonas de ejercer la presidencia en Chile.
Entregarle a un mandatario un lugar para esconderse, jugar al reyezuelo o realizar negocios privados no tiene justificación en un país que necesita que su presidente le saque lustre a su definición de «ejecutivo».
El presidente o presidenta sólo debiera usar el palacio de la Moneda para fines protocolares: visitas de estado, celebraciones, o similares.
Cuando el presidente de turno está en La Moneda sin que sea por un acto protocolar que lo justifique, él nos está engañando, pues nos quita nuestras esperanzas y se olvida de nuestras necesidades.
Nunca más ahí una reunión de gabinete o de trabajo, pues el presidente tiene a su disposición enormes salas de reuniones en todas las reparticiones públicas, y si tiene apego o añoranza por el sector donde está emplazada La Moneda, tiene al menos cuatro importantes Ministerios en el perímetro inmediato al palacio, en donde el presidente podría incluso asomarse por la ventana a contemplar ese edificio.
Junto con la salida del presidente, también deben salir de allí el Ministerio del Interior, el de Desarrollo Social y las secretarias generales que lo acompañan.
Se debiera mantener la tradicional y republicana ceremonia de cambio de Guardia de Palacio, pues contribuye a realzar el propio fin y memoria del Museo.
La labor del presidente debe realizarse en terreno, con base de operaciones en los distintos ministerios, seremis, municipalidades, gobernaciones e intendencias. En cada una de esas entidades existen salas de reuniones grandes y bien implementadas.
Qué tiene de democrático y popular entregarle este magnífico edificio diseñado por el arquitecto Joaquín Toesca, en una especie de comodato sin restricciones, a un presidente o presidenta que llegan a imaginarse a sí mismos ya sea como un reyecito de opereta que invita a sus amigotes, cortesanos y socios comerciales a los salones palaciegos; o como una reina de los corazones (con el corazón partido) que lo ocupa como su propio castillo de Hamlet para andar como un alma en pena.
El Presidente de Chile debe trabajar en contacto directo con el pueblo, en regiones y comunas. De hecho se le debiera exigir estar al menos un mes seguido por región durante su período presidencial, para recorrer esa región y no para esconderse en un mini palacio presidencial regional. Y bienvenido sea que el presidente se entusiasme y se quede en alguna región por tres, cuatro o seis meses. Y cuando esté en Santiago, que pase semanas enteras en algunas comunas populosas y populares.
Que La Moneda sea un museo es un buen camino para cambiar las maneras centralistas, oscuras y remolonas de ejercer la presidencia en Chile.
La Moneda ha pasado a ser una caparazón de tortuga, pues por un lado sirve para esconderse dentro de ella, y por otro lado hace lentos y pesados los desplazamientos de su habitante. Esa caparazón oculta a su habitante, ¿ alguien sabe si está ahí adentro ?, ¿ qué está haciendo en su interior ?,¿ qué ha hecho ahí en los últimos meses,…años?. Esa caparazón atrofia los movimientos y el intelecto de la cúpula del ejecutivo ante la necesidad de desplazamientos rápidos por motivo de emergencias o catástrofes. Ya lo hemos vivido, baste recordar a la presidenta en el 27F sin poder moverse porque un piloto no podía llegar al helicóptero.
Una presidencia móvil, desarraigada y exiliada del palacio, estará preparada para moverse con prontitud, sin lastres ni demoras.
Con la conversión a museo, se devuelve el palacio a la ciudadanía, se le quita el escondite al mandatario, y se le restituye el sentido de servidor público a aquel que elegimos para ser el presidente, pues se va a trabajar en contacto con el pueblo, viviendo lo que se vive en regiones y comunas, por ejemplo, ya sea pernoctando en un centro del Sename, comiendo la comida que se sirve en el casino de un colegio municipal, sufriendo el aislamiento de las regiones extremas o postergadas, lamentando la falta de una pasarela o de un puente para acceder a escuelas, consultorios, comercios y servicios públicos.
Se requiere de un presidente inmerso en el país real, al que los ciudadanos lo hemos mandado a trabajar en la primera línea, a lo largo de todo el territorio.
Y acá en el «centro del centralismo», en un acto de reivindicación cívica y democrática, nos hacemos de un museo de lujo, abierto a los ciudadanos y a la memoria de los presidentes.
Comentarios
29 de julio
Pero en el cargo de presidente es necesario trabajar no solo en regiones sino en temas internacionales, politicas publicas, juntarse con asesores
+1
30 de julio
Estimado Nestor,
Efectivamente el presidente tiene que conocer y gestionar de muchos temas internacionales y de políticas públicas nacionales, y para cada una de estas materias que usted señala no es necesario trabajar desde La Moneda. Actualmente es posible tener presencia digital y virtual desde cualquier punto del país.