“…La historia es ciencia con métodos rigurosos, que buscan la verdad entera, cualquiera que ella sea”. Sergio Villalobos, El Mercurio, 22/6/2012.
Villalobos se encuentra al centro de una nueva polémica. Esta vez no son los mapuches los tocados por sus dichos, apoyados en sus metodologías “rigurosas”, sino el Museo de la Memoria y, tras él, todos aquellos que piensan y creen que las aberraciones humanas no se justifican bajo condición alguna.
¿Cómo podría un contexto anterior hacernos justificable la tortura y la violación de prisioneros políticos, el asesinato sin mediar juicios de oponentes políticos, el ocultar y desaparecer cadáveres de asesinados no permitiendo a sus sobrevivientes darle sepultura? “No se trata de ocultar los excesos oficiales -nos dice el historiador riguroso-, sino buscar la explicación de por qué ocurrieron”. No hay espacio para juicios de valor en esa sentencia. Pero luego desliza epítetos contra los partidarios del Museo como de la ex- Unidad Popular, donde sí se manifiesta claramente sus juicios de valor.
Como cientista político a mí me suena este discurso contrario a lo que él reivindica de la historia en términos de rigurosidad. Esto es, un comentario subjetivo más, justificador del crimen y el terrorismo de Estado. Y en tanto tal expresa muy bien un reparo legítimo a las “ciencias” sociales o humanas, a ser atendido por quienes las practican y reclaman para sí objetividades, cientificidades, rigurosidades, etcétera. A saber, que los seres humanos –entre ellos los “cientistas” sociales- están influidos por la realidad social que les ha tocado vivir y sobre la que trabajan. Consecuentemente, nadie puede ser objetivo o riguroso a cabalidad. ¿Cómo podría ser objetivo y riguroso el mismo Villalobos, cuando manifiesta sin pudor alguno sus antipatías por los sectores de izquierda de la sociedad en que habita y sus simpatías con conductas fascistas? No queda más que pensar que J.F. Lyotard tenía razón en su libro “La posmodernidad”, cuando decía que la historia no es sino una narración o novela con pretensiones de cientificidad.
El Museo de la Memoria, que visité este año por primera vez, me parece fabuloso en sus propósitos. A mí me mostró hasta dónde puede llegar la brutalidad o bestialidad humana en Chile. Independiente de donde se practique y la tendencia del régimen que realice tales brutalidades -que para el caso de Chile tiene un nombre y tendencia específica, militares y derecha chilena-, el Museo es un golpe a la consciencia de los ciudadanos del país, en orden a prevenir odios, aniquilaciones de adversarios y promover la dignidad humana. Si alguien aprende algo de esas exposiciones, probablemente es darse cuenta lo frágil que puede ser la convivencia política-social, lo fácil que pueden algunos seres humanos convertirse en bestias para imponer sus ideas, y por tanto ayuda a desarrollar una moral de responsabilidad compartida en términos del respeto a los derechos humanos y los valores democráticos.
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Foto: El espectador.com
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