En un mundo donde sólo importa la inmediatez y lo que tengo ahora, aquí frente a mí, ocurre que la única libertad que importa es aquella que puedo percibir en el momento, en el instante en que actúo. Bajo esa perspectiva la libertad como ausencia de obstáculos aparece como la única libertad que vale la pena defender.
La razón que mejor explica por qué la campaña de la derecha chilena en contra de la Reforma Educacional parece haber adquirido cierta tracción entre la ciudadanía, tiene relación con la simpleza de sus argumentos anti reformas.
La simpleza de sus argumentos tiene fuerza porque la sociedad en la que vivimos hoy premia la efectividad, la rapidez, la inmediatez, la simpleza y lo cuantificable. Esto significa que todo aquello que es por esencia complejo, multicausal y que requiere de tiempo, maduración, explicación y elaboración, se desvaloriza. La rapidez con que hoy todo se mueve ha convertido a la “velocidad” en una virtud y a la reflexión en un vicio.
¿Qué tiene todo esto que ver con la Reforma Educacional? Cuando la derecha dice que se opone a estos cambios porque ella atenta contra la libertad de los padres para elegir la educación de sus hijos, lo que buscan es representar a todos los que creen en la libertad como un valor fundamental de la vida. Es decir, buscan efectivamente representar a toda la ciudadanía. ¿Quién, después de todo, se puede oponer a libertad? La respuesta simple, inmediata y rápida es que nadie se opone a la libertad. La respuesta pausada y compleja es que depende. Depende de qué hablamos cuando hablamos de “libertad”.
La derecha chilena, en su perenne simpleza intelectual, entiende la libertad como una versión simplificada de la libertad negativa. Isaiah Berlín fue el primer filósofo en explicitar y formalizar la diferencia entre los conceptos de “libertad negativa” y “libertad positiva”. Esencialmente la diferencia es esta: tenemos libertad negativa cuando no existe impedimento para nuestro actuar, cuando no hay barreras que se interpongan ante nuestros actos. Por otro lado, la libertad positiva es una libertad que se entiende cuando tenemos la capacidad de desarrollar nuestras capacidades a plenitud, cuando estamos en control de nuestras vidas y podemos actuar para realizarnos como personas. Una es ausencia (ausencia de barreras), la otra es presencia (presencia de posibilidades que nos permitan actuar según nuestras capacidades).
Ocurre que, dada esta diferencia entre los dos conceptos de libertad, la mayoría de las personas suelen entender que uno es libre sólo cuando nada se interpone entre nosotros y lo que queremos hacer. Es decir, la gran mayoría entiende la libertad en su aspecto negativo. Es, para el ciudadano de hoy, casi intuitivo conceptualizar la libertad de esa manera. Si nadie me pone barreras, si nadie me dice qué debo hacer, entonces soy libre.
¿Pero, qué pasa si hablamos acerca de lo que realmente es la libertad? ¿Qué pasa si antes de aseverar que la Reforma Educacional limita la libertad, consideramos la posibilidad de que ella asegura la libertad? El problema es que a la UDI y a RN no les conviene este debate. No les conviene porque llevar adelante esta discusión es complejo y requiere de tiempo. Es más eficiente (y para la derecha le eficiencia es un “valor”) simplemente asumir que la única libertad que importa es la negativa. Hacer esta asunción aporta, además, grandes dividendos políticos ya que la gran mayoría de los ciudadanos no tiene ni el tiempo ni el interés por enfrascarse en una discusión filosófica acerca del concepto de libertad. En un mundo donde sólo importa la inmediatez y lo que tengo ahora, frente a mí, ocurre que la única libertad que importa es aquella que puedo percibir en el momento, en el instante en que actúo. Bajo esa perspectiva, la libertad como ausencia de obstáculos aparece como la única libertad que vale la pena defender.
Pero entender que la libertad se presenta sólo en el momento y en lo inmediato, es simplificar y reducir el concepto de libertad. John Dewey (filósofo pragmatista) habló muy mal de este impulso por reducir la libertad a un medio, a una mera herramienta. Al hacer eso, desprendemos la libertad de toda connotación trascendental, fundamental y esencial. Ya deja de ser un aspecto constitutivo de la vida humana y pasa a ser un instrumento que utilizamos para alcanzar fines superiores. ¿Es esa la libertad que defiende la derecha chilena?
Si nos diéramos el tiempo de hablar acerca de la libertad, lo primero que pasaría es que la derecha perdería una poderosa arma que utiliza en contra de la Reforma Educacional, ya que se pondría en duda el concepto de libertad que utilizan. Por eso no les conviene esta discusión. Por eso prefieren quedarse en lo evidente, en lo inmediato y en lo simple, sin ahondar en las complejidades del concepto.
Si tuviéramos una discusión, es posible que nos diéramos cuenta que una educación pública, gratuita y de calidad es en realidad la mejor manera de asegurar la libertad de las personas. La libertad ya no se limitaría a la capacidad de escoger qué colegio quiero para mis hijos. Más bien, la libertad sería asegurar que cada niño y joven de este país pudiera contar con todas las herramientas necesarias para poder desarrollarse como un ser humano completo. Libertad sería asegurar que cada persona tuviera la posibilidad de alcanzar su máxima plenitud como ser humano. Esencial en esto sería eliminar las restricciones a esta libertad como es la capacidad de pago que tiene una familia. En esta dirección, entonces, eliminar el copago e instaurar la gratuidad en la universidad no es limitar la libertad, sino asegurarla.
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