En medio de erupciones y actos de corrupción en Chile, un barco en el mar Mediterráneo, con cientos de emigrantes, que se dirigía desde Libia hacia la isla italiana de Lampedusa, volcó a pocos kilómetros de la costa libia muriendo casi todos sus ocupantes. No es la primera vez, el año pasado murieron más de 3.000 personas ahogadas por esta vía. Esto se viene repitiendo cada vez con mayor frecuencia, a punto tal que “ya parecen ser comunes”, “accidentes” a los cuales nos estamos “acostumbrando” mientras seguimos viviendo con nuestros respectivos problemas.
El naufragio no es sino la parte visible de múltiples tragedias subyacentes. Las personas huyen de guerras, persecuciones, pobrezas y hambre. Y los países a los que llegan, no los quieren. En esta ocasión las víctimas provienen de Libia, cuya institucionalidad está por los suelos. La que tenían era la de Muamar Gadafi, que se derrumbó con su muerte en el marco de la “primavera árabe” en 2011. Al parecer, los libios salieron del fuego para caer a las brasas. Hoy, sin Gadafi, Libia está sumido en el caos. ¡Quién lo diría!
Lo concreto, es que existe un flujo migratorio, imparable e inevitable, del norte de África hacia Europa. La razón es simple: la desigualdad. Una desigualdad en todos los planos. Mientras las condiciones en África no cambien, al igual que las de Europa, será imposible frenar este flujo. Es la ley de los vasos comunicantes en acción producto del brutal desnivel de vida de uno y otro lugar. Nada ni nadie podrá detener el flujo en tanto coexistan regiones con poblaciones viviendo privaciones al lado de regiones con poblaciones viviendo sin penurias.Es nuestro deber acompañar a las víctimas y sus familiares. Vivimos en un continente de inmigrantes y emigrantes. Inmigrantes producto de guerras o persecuciones o desempleos, que llegaron a nuestras tierras buscando paz, tranquilidad, trabajo. Emigrantes que se fueron producto de crisis políticas o económicas, exiliados por falta de trabajo o por su pensamiento político. Sabemos muy bien lo que significa abandonar la tierra que te vio nacer.
Este desnivel, esta desigualdad, es usufructuada por mafias constituidas por traficantes que lucran con la tragedia de familias desesperadas que no trepidan en arriesgar sus vidas y en pagar lo que sea necesario.
Europa no puede dar la espalda a quienes emigran, legal o ilegalmente, en busca de un mejor destino. Europa no tiene derecho a taponear el ingreso de quienes emigran, dada su responsabilidad en la conformación de los países que fueron sus colonias hasta la primera mitad del siglo pasado. Europa tiene un importante rol que cumplir en la resolución de conflictos y en el desbaratamiento de las redes de traficantes que organizan estas travesías suicidas y juegan con los sufrimientos y esperanzas de cientos de miles de víctimas.
El resto del mundo, particularmente nosotros, no podemos permanecer impávidos ante estas tragedias. Es nuestro deber acompañar a las víctimas y sus familiares. Vivimos en un continente de inmigrantes y emigrantes. Inmigrantes producto de guerras o persecuciones o desempleos, que llegaron a nuestras tierras buscando paz, tranquilidad, trabajo. Emigrantes que se fueron producto de crisis políticas o económicas, exiliados por falta de trabajo o por su pensamiento político. Sabemos muy bien lo que significa abandonar la tierra que te vio nacer.
Comentarios
27 de abril
Que los antepasados europeos invadieran y abusaran de sus colonias, no obliga a los gobiernos actuales ha hacerse responsables de estas crisis humanitarias, para ello existe la ONU, cruz roja entre otras, por lo demas ya la crisis finaciera (que lamentablemente se hacen comunes en estos tiempos) limitan los recursos, que paises como italia pueden gastar en palear en parte esta dificil realidad en que viven los paises en conflictos.
+1
29 de abril
Estimado Rodolfo
Me gustó mucho su artículo. Por fin alguien que en Chile se atreva a decir la verdad. Los migrantes africanos no se suben a los barcos a arriesgar su vida por placer o por ir a ganar dinero a Europa. Lo hacen por que sus vidas peligran en sus países de origen, los cuales están en una guerra eterna, que ocasionaron los mismo paises hacia donde emigran.
Lamentablemente en Chile nos tienen viviendo en un país de fantasía, con las noticias internacionales muy sesgadas, donde no se nos informa la cruda realidad que viven millones de seres humanos sometidos a guerras crueles donde se los usa como carne de cañón para que cierto países puedan mover el mercado de las armas y el petróleo y así mantener su economía y sus monedas.
Por suerte aún quedamos personas que sí nos informamos. Como persona común y corriente, hago lo único que creo puedo hacer para ayudar: no consumir ningún producto que sea producido en los países que han ocasionado estos desastres a la humanidad, empezando por no comprar nada de cierto país ubicado al norte de nuestro continente.
0