Las paredes de las cárceles están hechas para ser contempladas durante todo lo que dure cada condena, pero nada más que eso. La cárcel es solo el “castigo” por el delito, pero es profundamente hipócrita esperar algo más de ella si, realmente, nadie cree en ella como proceso esperanzador.
Siempre hay algo que se puede mejorar a nuestro alrededor.
El sistema carcelario en Chile es una rutina automática que hace absurdo confiar en la rehabilitación, reinserción y concientización. De hecho, es un juego que dejó de lado los conceptos más esperanzadores del discurso para convertirse en algo que simplemente ocurre sin que nadie vea algo más ahí.
Pocos son los que todavía piensan que, cada vez que un joven cae preso, se sumerge en la privación de libertad para meditar acerca de sus actos, arrepentirse, trazar un plan para su futuro y volver a la sociedad que dejó con una mentalidad distinta.
¿De qué sirve un puñado de instalaciones que privarán de libertad a los infractores de ley para así hacerlos entrar en razón y devolverlos al “mundo real” como ciudadanos conscientes de lo que han hecho y que esperan superarse en esta segunda oportunidad si, en realidad, nadie cree en ello?
Las paredes de las cárceles están hechas para ser contempladas durante todo lo que dure cada condena, pero nada más que eso. La cárcel es solo el “castigo” por el delito, pero es profundamente hipócrita esperar algo más de ella si, realmente, nadie cree en ella como proceso esperanzador.
Lo mismo pasa con las personas, y es ese el problema principal de la no superación de la delincuencia. No se puede aspirar a que las personas crean en sí mismas si nadie más cree en ellas, y no se puede esperar que estas mismas personas quieran estar a la par de ciertos estándares de conducta si la mayoría cree que no irán más que cuesta abajo.
Hablar de “delincuentes” no es lo mismo que hablar de personas. El uso de esta palabra generalmente se hace mirando hacia abajo, como si un acto fuese capaz de remover hasta la última gota de dignidad de una persona, siendo que es imposible que alguien pierda su dignidad, por más actos indignos que cometa.
La delincuencia es problema de todos, no solo en sus efectos, sino que también en sus inicios, causas y detonantes, y es en estos puntos en los que merece nuestra máxima atención si realmente queremos superarla.
Superar la delincuencia, eliminar la delincuencia, pero no eliminar personas.
Conceptos como “mano dura”, “cero tolerancia” y “eliminación” se vuelven cada vez más repetidos y escuchados en los discursos personales. Lo que realmente debemos hacer es eliminar la barrera que nos impide recordar que somos todos personas, no tolerar los prejuicios que se interponen en nuestro camino y aplicarnos mano dura a nosotros mismos, hasta que entendamos que, si queremos ayudar, debemos ablandar la sección de nuestro cerebro que parece haberse deshumanizado de tanta mala costumbre que anda dando vuelta.
Eso es algo que podemos mejorar a nuestro alrededor y que no mejorará si es que no nos empezamos a considerar parte del rededor.
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Foto: Gustavo Miranda / Licencia CC
Comentarios
24 de octubre
SOY DE LA PASTORAL DE CARCEL DE VALPARAISO Y ADORO IR A VER A ESAS PERSONAS,ENTREGARLES LA PALABRA ,RESPETO ,CONOCIMIENTO DE NUESTRA IGLESIA Y SE QUE MUCHOS DE AHI SE CATALOGAN COMO ES AFUERA …..MI MAYOR IMPRESION FUE LA PRIMERA VEZ QUE ESCUCHE A UN JOVEN DECIR…» YO SOY MALO «….SE ME PARTE EL CORAZON AL VER LA REALIDAD DE ESE LUGAR Y DE LOS QUE COMPARTEN TODO DE ELLOS MISMOS,PERO DEBO DECIR QUE NOS RECIBEN CONTENTOS,PARTICIPAN Y LEEN MUCHO Y QUIEREN UNA SEGUNDA OPORTUNIDAD,NOSOTROS PODEMOS AYUDAR A ESO CON LA AYUDA DE TODOS LOS QUE COMPARTEN ,GRACIAS
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