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La pobre libertad

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Entrada escrita en coautoría con Daniel Brieba (*)
 
El aumento en la brecha socioeconómica a partir de la distribución del ingreso es uno de los tantos síntomas de la enfermedad que padece Chile. Pero no es ni la causa ni el problema mismo. Desde una perspectiva liberal, toda sociedad puede permitirse desigualdades de ingreso, las que son consideradas tolerables, legítimas y hasta saludables en la medida que el acceso a esas posiciones diferenciadas haya sido relativamente igualitario y que el beneficio social implique necesariamente un beneficio de los menos favorecidos en la repartición de riqueza. Son dos requisitos que, de cumplirse, desdramatizan los números recientemente conocidos. Pero ¿se cumplen?
 
La realidad de la primera de las condiciones amaga toda tentación de atribuir justicia a la estructura de desigualdad de nuestro país: las recompensas sociales (desde el estatus al ingreso) no están distribuidas en cancha pareja. La pretendida igualdad de oportunidades colisiona de frente con la discriminación, el clasismo y la segregación. Los resultados de este modelo no pueden ser considerados justos por los liberales en la medida que el procedimiento observado careció de reglas compartidas, ignoró el mérito y se echó al bolsillo la genuina competencia. El escándalo, entonces, no está en la desigual distribución del ingreso; el escándalo está en la desigualdad de nuestro sistema escolar y en las exclusiones de nuestro mercado laboral. De muestra un botón: un egresado universitario proveniente de una comuna pobre, pero dentro del 10% de mejor rendimiento de su generación en un liceo municipal, gana menos al entrar al mercado laboral que un compañero proveniente de una comuna rica que estuvo en el 10% de perrendimiento de sus pares en un colegio privado (Núñez y Gutiérrez, 2004). Lo indignante en este caso no es que dos personas tengan distinta remuneración, sino la desigualdad en el acceso a esa remuneración.
 
La segunda de las condiciones parece satisfecha. Sabemos que los sectores en situación de pobreza no han mejorado su calidad de vida en la misma proporción de los sectores más acomodados, pero han ido progresivamente aumentando sus ingresos. Tendríamos peores noticias si viéramos cómo los pobres se van haciendo más pobres, lo que en el caso chileno no ocurre a nivel agregado. La canción de Los Prisioneros (“los de arriba suben, los de abajo bajan”) no sería rigurosamente procedente. Aun así, la obsesión por medir los índices de pobreza exclusivamente a partir del ingreso (que es básicamente lo que permite adquirir los bienes de la canasta mínima) contradice la mirada contemporánea del problema. Para ésta, pobreza es incapacidad de participar de manera digna en la vida social, y no sólo poca renta. La poca renta es una de las causas importantes de esa incapacidad, pero no la única. Pueden existir prestaciones estatales que no sean traducidas en renta y que generen más capacidad (por ejemplo, garantías en saludo asesoría jurídica), o al mismo tiempo condiciones políticas y culturales que sin relación con el ingreso mejoran notablemente la calidad de vida (participación, igualdad de trato, respeto a la diferencia). Si entendemos el éxodo de la pobreza como desarrollo de esas capacidades, entonces la desigualdad en el ingreso no es el índice absoluto. Lo anterior es difícil de medir, pero es crucial para visibilizar carencias que, no siendo monetarias, limitan la libertad individual de maneras inaceptables. En síntesis, lo que nos debe importar como sociedad no es si una persona dispone de más o menos de $60.000 al mes, sino básicamente si puede ejercer su libertad. Así, la pobreza entendida como incapacidad lesiona la autonomía de los individuos: más pobreza significa menos libertad.
 
La pregunta que los liberales debemos hacernos es central: ¿es la no-interferencia del Estado realmente el mejor regalo que podemos hacer a quienes no tienen las condiciones mínimas para elegir entre al menos dos cursos de acción? Pareciera que así como el poder público debe ser alejado de nuestros dormitorios justamente en nombre de la libertad, cobra fundamental relevancia en su función de emparejar la cancha y asegurar procedimientos justos (que generen desigualdades justas), así como en su misión de contribuir a que todos los individuos gocen de una perspectiva razonablemente amplia de libertad. 
 
(*) Cristóbal Bellolio es abogado y licenciado en ciencia política (UC). Actualmente es académico de la Universidad Adolfo Ibáñez. Daniel Brieba es sociológo y licenciado en economía (UC), Máster en Políticas Públicas de la London School of Economics. Actualmente cursa el doctorado en ciencia política de la Universidad de Oxford. Ambos son miembros de Red Liberal.
 
* Lee también la columna de Óscar Contardo, Junji y Gini: una canción de cuna para los pobres.  
 
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27 de julio

Tengo algunas reflexiones acerca de lo expuesto por los autores.

1. Sobre la discriminación, el clasismo y la segregación como causas de la desigualdad. Los comportamientos anteriores no están exentos de costes y éstos deben ser tenidos encuestas a la hora de hacer un análisis correcto. Si el dueño de un equipo de basketball de la NBA decide excluir a jugadores negros movido por motivos de carácter racista deberá hacer frente a los costos de su acción, pues le está abriendo una ventana de oportunidad a un competidor. Al respecto es especialmente relevante el capítulo 7, The Economics of Discrimination, del texto Applied Economics de Thomas Sowell, que seguro que los autores conocen, en el cual examina el caso sudafricano, donde a pesar de la legislación apartheid, la élite blanca no podía hacer frente a los costes que ella acarreaba. Recuerdo que Thomas Sowell es afroamericano.

2. Sobre la desigualdad del sistema escolar y las exclusiones del mercado laboral. Williams W. Lewis, autor de The Power of Productivity, Wealth, Poverty, and the Threat to Global Stability sostiene que buscar soluciones a la pobreza a través de una mejor educación no es adecuado. Para empezar, los resultados, de ponerse en marcha las políticas adecuadas, tardan en llegar y el problema hay que enfrentarlo hoy. Una serie extensa de estudios microeconómicos en trece países durante doce años le demostró que el énfasis debe ponerse en un aumento de la productividad fruto de una intensa competencia y una defensa a ultranza de los derechos de los consumidores. Para muestra un botón. El estudio de la construcción de dos rascacielos, uno en Houston y otro en Sao Paulo, el primero con mano de obra mejicana que no habla inglés proviniente del agro mejicano y con un nivel de escolarización mínimo, el segundo con obreros del noreste brasileño que si hablan la lengua pero que igualmente provienen del campo y que apenás tienen educación primaria, demostró que la productividad era cuatro veces más alta en EEUU que en Brasil, y eso teniendo en cuenta la barrera del idioma.
http://bit.ly/9F79jW
http://bit.ly/awmWvd

3. Sobre la encuesta CASEN. No estoy seguro de ello, pero tengo entendido que lo que se comparan son hogares y no individuos. Si se sigue esa metodología seguro que los resultados van a estar distorsionados. No es lo mismo comparar un hogar monoparental de bajos ingresos que uno de clase media-alta donde ambos padres contribuyen con su sueldo. Repito, se deben comparar individuos.

4. Sobre que más pobreza significa menos libertad. Propongo a los autores que comparen a Diógenes en su tonel con Sally Hemmings, la adorada esclava de Thomas Jefferson, ¿cuál de los dos es más libre? La libertad reside en la capacidad de escoger el camino propio, independientemente de las dificultades, lo contrario es equiparar libertad a poder. Vale la pena rcordar la exposición de Friedrich Hayek al respecto en el capítulo 1 de Los fundamentos d ela libertad:

«La confusión de la libertad como poder con la libertad en su significado original conduce inevitablemente a la identificación de libertad con riqueza y hace posible explotar toda la atracción que la palabra libertad arrastra en apoyo de la petición de redistribución de la riqueza. Aunque libertad y riqueza sean dos realidades que la mayoría de nosotros deseamos, y aunque a menudo necesitemos de ambas para obtener lo que apetecemos, todavía continúan siendo diferentes. El que yo sea o no dueño de mí mismo y pueda o no escoger mi propio camino, y el que las posibilidades entre las que yo deba escoger sean muchas o pocas, son dos cuestiones totalmente distintas. El cortesano que vive lujosamente, pero subordinado a la voz y mandato de su príncipe puede ser mucho menos libre que el pobre labriego o artesano; menos capaz de vivir su vida y de escoger sus propias oportunidades. Similarmente, el general en jefe de un ejército o el director de un gran proyecto de construcción pueden manejar enormes poderes que en determinados aspectos resulten totalmente incontrolables, y, sin embargo, cabe muy bien que sean menos libres y estén más sujetos a cambiar sus intenciones y planes como consecuencia de la decisión de un superior; que disfruten de menor capacidad para cambiar su propia vida o decidir lo que para ellos es más importante que el pastor o el campesino más pobre.»

5. Sobre la interferencia del Estado. Imaginemos una situación ideal donde los hombres fuesen ángeles y la acción del Estado estuviese encaminada a los más nobles objetivos, es decir, puenteando lo que la escuela de Public Choice muestra, el problema epistemológico planteado por el teorema sobre la imposibilidad del socialismo expuesto por Ludwig von Mises en 1920, y reformulado por Hayek después, se mantiene, pues al aparato estatal le resulta imposible hacerse con la información necesaria para darle el carácter coordinador deseado a su acción, es un espejismo.

28 de julio

Estimado Murray:

Quiero comenzar agradeciendo la altura del debate. Lo que veo en tu comentario dista oceánicamente de los tradicionales comentarios de blogs.

Respecto al fondo, me haré cargo de los argumentos que expones en el punto 4, que me interpelan directamente como teórico político y declarado liberal. Fue Hobbes -y no Hayek- quien delineó el concepto de libertad negativa que luego abrazarían los liberales, como «ausencia de impedimentos externos». Dicho concepto a simple vista sólo se refiere a la no-interferencia, pero implica necesariamente un hecho impedido u obstaculizado, sobre el cual se tiene capacidad o poder. No acuso al Estado de privar mi libertad de volar, precisamente porque no tengo el poder de hacerlo. Poder y no-interferencia son los elementos claves de la noción liberal de libertad. Ahora, entendiendo el punto de Hayek (también expuesto por Berlin en sos Dos Conceptos de Libertad), efectivamente pareciera que confundimos libertad con riqueza, pero no es así. En cierto sentido consideramos que sin capacidades no hay libertad (Amartya Sen), pero estoy dispuesto a asumir que la cara negativa de la libertad se difumina en un planteamiento como el nuestro. Finalmente, el ejemplo de Hayek del siervo rico y el campesino pobre y libre, ignora la diferencia entre la libertad como no interferencia y la libertad como no dominación, concepto sepultado por el propio Hobbes según el trabajo de Quentin Skinner.
Y sobre el punto final, estoy lejísimos de creer en el Estado como centralizador del conocimiento (siguiendo de cerquita a Hayek), pero sí entiendo como liberal su necesidad en varios aspectos de la vida social (garante de la seguridad; árbitro y fiscalizador; redistribuidor a partir de bienes públicos).

28 de julio

Estimado Cristóbal,

¿Por qué considera que «sin capacidades no hay libertad»? Elabore un poco más sobre ello, por favor.

Saludos

28 de julio

Creo que un punto esencial en ésta discusión tiene relación con observar la estructura de privilegios sustentada en la relación entre el Estado y grupos privilegiados de todo tipo.

Porque la propuesta rawlsiana de Cristóbal claramente chocará con la visión ancap de Murray, si se hace abstracción de ese escenario.

¿Por qué?

Porque en el caso chileno, los costos del clasismo y la discriminación parecen ser muy bajos, en una estructura que podemos llamar estamental, o que yo –para no exagera- llamo Crony Capitalista.

Lo anterior se refuerza y a la vez refuerza esa estructura, debido a que la educación (hablemos del sistema educacional) robustece ese clasismo y esa discriminación no sólo desde quienes lo ejercen sino desde quienes lo sufren, lo que termina por inhibir la libre competencia en diversos ámbitos y debilita el ejercicio de toda clase de derechos.

Obviar esto es creer que los sectores privilegiados lo son gracias a la libre competencia y a su mérito y que los no privilegiados lo son simplemente por incapaces..

28 de julio

Jorge,

¿Es factible un Estado mínimo que no crezca y cree privilegios? Yo soy muy pesismista de que ese ideal liberal clásico se pueda obtener. ¿Qué receta propone para terminar con el Crony Capitalism?

De un sistema educacional más eficiente no se desprende necesariamente mayor libertad o libre competencia. De ser así, tendríamos que imitar a Cuba. La Alemania de los años treinta del siglo pasado era la sociedad más culta de su época y es al mismo tiempo paradigmática en lo que a discriminación se refiere.

28 de julio

Doble de Murray:

No es factible un estado mínimo que no vaya creciendo y cree privilegios. El estado mínimo parece ser un mito. Así, muchos en la derecha hablan de estado mínimo, no obstante no se oponen a la conscripción obligatoria o defensora del aparataje militar estatal.

Como los exportadores, cuando ganan, que nadie se meta, cuando pierden que Papa estado los ayude.

No tengo receta para terminar con el Crony Capitalismo, creo eso sí, que se puede contribuir promoviendo el verdadero libre mercado y no el capitalismo imperante, que no es más que una relación entre el buró estatal y el buró corporativo. Para eso también se requiere una mayor competencia a nivel político que claramente las élites de izquierda y derecha no se han esforzado en generar.

Si proclamamos el Estado mínimo, dejemos de subvencionar a las fuerzas armadas y a los políticos de todo el espectro. ¿Te parece?

En cuanto a Alemania, una cosa es considerarla la sociedad más culta y otra que la mayoría de sus ciudadanos sean cultos o instruidos como ciudadanos.

28 de julio

Sin tener las competencias para participar del tipo de debate que se está dando en torno a este artículo meto la cuchara no más.

Siento que Bellolio y Brieba están tratando de plantear una discusión «ideológica» en el mejor sentido de la palabra. Esto es: hay un ideal político que tiene un origen axiomático o de preferencias y que se encuentra constituido por un conjunto de principios orientadores de la política pública. La pregunta que ellos se hacen es cual es la aplicación práctica de estos principios en un área en que parecen contradecirse. «Los liberales» (whatever that means) se aprobleman con las dificultades que generan para sus principios los problemas de la pobreza, la exclusión y la desigualdad.

La palabra «liberal» a mi juicio ha sido más manoseada que fierro de micro. Yo conozco definiciones de lo que es ser «liberal» que tienen este problema y otras que no tanto. Conozco pericos que se hacen llamar «liberal» en la UDI y en el PS. Hay liberales que invocan su ideología para casi cualquier tipo de política. Tengo la impresión de que «liberal» es algo que está dejando de ser útil como concepto, tal cual le está pasando a «progresista» y le pasó ya hace rato a «humanista». Y me refiero a que no es útil como concepto porque no permite hacer distinciones en el lenguaje. Es decir, digo «la palabra» y no comunico nada o (peor) comunico diferentes cosas en diferentes públicos.

Sugiero humildemente que se haga un esfuerzo por escribir claramente los principios «liberales» para descubrir si es que estas contradicciones realmente existen o no. Creo que le serviría a quienes pretender construir una casa política para esos principios. Y para los lectores de Bellolio y Brieba nos serviría para entender si es que hay verdaderamente un problema «ideológico» o no.

28 de julio

Oscar, claramente en el artículo se plantea una discusión ideológica, que creo es necesaria para aclarar aguas, porque tal como dices hay un choque entre el planteamiento discursivo y la realidad inmediata.

En ese sentido, lejos una de las palabras más manoseadas en el ideario colectivo actual es la palabra liberal.

Así tenemos liberales que aplican principios utilitaristas, otros que son iusnaturalistas, otros kantianos (como Rawls y Nozick que no obstante difieren), otros que son claramente conservadores e incluso en muchos casos autoritarios.

http://sujetoysociedad.blogspot.com/2009/04/liberales-vulgo-liberales-o.html

28 de julio

Muchachos:
Que gusto sentarse en el palco a verlos discutir. Al final, entre tanta faramalla virtual, todo se reduce a la argumentación, la retórica y la pasión que se pone en las ideas, como hace tantas centurias. Meto la cuchara para puntualizar ciertas cosas:
Al igual que otros opinantes, tengo serias dudas respecto al costo de ser clasista. La mayoría de los trabajos, salvo el que hace gente como Messi o Cerati, lo pueden hacer igual de bien varias personas, por lo que no siempre se elige al no-mejor. La mayor parte del tiempo se elige uno que lo hace igual de bien, pero con más contactos o pinta de cuico. He escuchado gente de centroizquierda que selecciona personal explicando que “no puede elegir para este cargo alguien que no sabe jugar golf”, porque “en el club, jugando” se toman las grandes decisiones. Alfredo Jocelyn Holt explica convincentemente cómo es que El Mercurio en verdad es moderno, y que su cartuchismo es una forma de vender más en la elite, pero que si los valores de la elite fueran otros, cambiaría también el decano.
Echo de menos en la exposición de la “igualdad de condiciones para competir” que pasa con 1) los que no les gusta la competencia; 2) los que no están en condiciones iguales ab initio. 3) los que tienen más dificultades para competir, aunque partan en igualdad de oportunidades y 4) el montón de cosas en los que la competencia no es el único crisol para determinar al mejor.
Lo cierto es que la desigualdad es fea siempre, y la queremos combatir por más justa que sea. Por mi nivel de trabajo, tengo derecho a comerme un lomito en la Fuente Alemana, pero no me lo comería frente a un mendigo, aunque este “por pura flojera indeseable” esté en la calle.
Sobre si la propiedad otorga libertad, la libertad positiva y todo eso, me parece que el punto central es determinar el punto en el que la lucha por sobrevivir es todo.

28 de julio

Estimados todos, me sumo a los agradecimientos de Cristóbal por lo interesante del debate y de los puntos levantados, muchos de los cuales van al centro de los desafíos que debe enfrentar cualquier pensamiento que se autodenomine liberal. Al respecto, y sin pretender abarcar todos los puntos y objeciones levantadas, me interesa centrarme en dos puntos.

El primero refiere a la importancia que debiéramos asignarles a la educación universal de calidad, por un lado, y a la ausencia de discriminación laboral por el otro. Creo que es importante distinguir, en ambos casos, entre los argumentos utilitaristas y los de justicia que se pueden dar para fomentar ambos objetivos. Los argumentos utilitaristas nos dicen que debiéramos esforzarnos en tener mejor educación y mercados laborales más competitivos (más meritocráticos, menos discriminadores) porque ello ayudaría al crecimiento económico y a la lucha contra la pobreza. Esto a mí me parece muy bien, y a diferencia de lo planteado por Patricio y Murray creo que el costo en productividad a largo plazo de no avanzar en ambas direcciones sí es muy alto (sin implicar con ello que ellas sean condiciones suficientes, en y por sí mismas, para llegar al desarrollo). No obstante, el punto que tratamos de hacer en el artículo es que ambos temas nos importan por un asunto de justicia, independientemente de la magnitud del beneficio que ellas tengan en términos de productividad o eficiencia. El punto es que, para que una desigualdad sea legítima y aceptable, debe provenir de un proceso justo de competencia y no ser un resultado anticipado y predecible donde el que nació en el barrio alto tenga todas las de ganar siempre. Por supuesto, también podemos discutir sobre qué desigualdades en resultados son aceptables (si el que gana se hace millonario y el que pierde debe vivir bajo un puente difìcilmente llamaríamos a eso justo), pero una condición necesaria (no suficiente) de justicia es una razonable igualdad de oportunidades. Y este argumento se sostiene o cae de manera independiente de sus efectos sobre la eficiencia.

El segundo punto va por la línea más filosófica desarrollada por Oscar y Jorge sobre qué es ser liberal. A mi modo de ver, lo primero es distinguior entre la usanza cotidiana del término por diversos actores políticos, y el corpus teórico liberal que se ha desarrollado en la filosofía política contemporánea. Concuerdo 100% con Óscar que liberalismo significa casi cualquier cosa dependiendo de quién lo use; es, como dice Pierre Rosanvallon, un concepto ‘cacofónico’, al igual que socialismo, progresismo e incluso conservadurismo. Por añadidura, en Chile (así como en el resto de América Latina) la tradición liberal ha sido históricamente débil y fragmentaria, por lo que hay defensores de distintos aspectos del liberalismo en diversos lugares de nuestro espectro político. Ahora bien, desde un punto de vista más filosófico, la propuesta planteada en el artículo es- como lo señala Jorge- de claro corte Rawlsiano, y en ese sentido responde en gran medida a principios articulados en su trabajo. Entre el liberalismo igualitario de éste y el libertarianismo de un Nozick hay claras diferencias en los temas socioeconómicos y sobre cuál debiera ser el rol del Estado en cada caso. En cualquier caso, recogemos el guante lanzado por Oscar, y esperamos con Bellolio y la gente de Red Liberal articular unos principios y unas propuestas capaces de construir una casa política para el liberalismo en Chile, en los meses que vienen.

29 de julio

Estimado Daniel,

A menudo el debate sobre la justicia parte de la errónea concepción estática de la economía, donde la información es algo objetivo, está dada (en términos ciertos o probabilísticos) de ahí que se crea que se puede efectuar un análisis coste/beneficio sobre la misma, donde el problema de la distribución es distinto al de la producción. Resulta sorprendente que aún no se comprendan las implicaciones lógicas detrás de la «mano invisible» de Adam Smith.

Sin embargo, los aportes de los economistas de la Escuela austríaca muestran el proceso de mercado como una realidad dinámica, donde el protagonista de los procesos sociales es la innata capacidad creativa y empresarial del individuo.

«(…)

Desde esta concepción, los recursos no están dados, sino que tanto los fines como los medios son continuamente ideados y concebidos ex-novo por los empresarios, siempre deseosos de alcanzar nuevos objetivos que ellos descubren que tienen un mayor valor. Y si los fines, los medios y los recursos no están dados, sino que continuamente están creándose de la nada por parte de la acción empresarial del ser humano, es claro que el planteamiento ético fundamental deja de consistir en cómo distribuir equitativamente «lo existente», pasando, más bien, a concebirse como la manera más conforme a la naturaleza humana de fomentar la creatividad.

Por eso, en el campo de la ética social, se llega a la conclusión de que la concepción del ser humano como un actor creativo hace inevitable aceptar con carácter axiomático el principio ético de que «todo ser humano tiene derecho natural a los frutos de su propia creatividad empresarial».»

(…)

destaca la gran atracción intuitiva que el mismo tiene para todos: parece evidente que si alguien crea algo de la nada, tiene derecho a apropiarse de ello, pues no perjudica a nadie (antes de que creara no existía aquello que se creó, por lo que su creación no perjudica a nadie y, como mínimo, beneficia al actor creativo, si es que no beneficia también a otros muchos seres humanos).»

http://bit.ly/dD82ZA

Fraydoon

18 de julio

Estou fazendo curso de meaiuqgam, ainda estou comee7ando, mas aprendemos logo de cara a sempre «descarregar» os produtos, ou seja tirar o excesso dos pince9is antes de aplicar.»Descarrego» a sombra na costa da minha me3o e depois aplico nos olhos, para finalizar aplico o pf3 compacto do tom da minha pele embaixo dos olhos, comigo funciona.Quando eu borro umedee7o um cotonete com um pouquinho de base e vou retirando a mancha com cuidado depois e9 sf3 passar o pf3.Mas a dica da fita crepe e9 interessante, qualquer dia eu testo.Beijos

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