La universidad nace durante la edad media. Especial mención se debe hacer a la de Bolonia, en la actual Italia, fundada en el año 1088, como una agrupación de estudiantes, partiendo de las escuelas.
Las universidades nacen como “comunidades de maestros y alumnos” y en ellas aparecerán los grandes temas de innovación. La revolución francesa realiza una batalla frontal contra las instituciones medioevales, desarmando sus estructuras y denunciando sus vicios, entre las cuales estaban las universidades. Posteriormente Napoleón reiniciará un nuevo tipo de institución, más centrada en la profesionalización de quienes deberían impulsar la revolución industrial, los “ingenieros”.La universidad depende de poderes formales, pero genera nuevas formas de poder derivadas de la esencia propia del quehacer universitario, espacio de “diálogo” entre maestros y estudiantes, dialéctica que genera contradicciones que llevan a cambios sociales, doctrinales, disciplinarios.
En la discusión hay que distinguir entre los fines manifiestos, declarados y los fines latentes u ocultos. Hay un campo amplio de revisión de los actores a quienes sirve la universidad. Se puede igualmente decir que hay respuestas manifiestas y otras que no lo son.
La relación maestro-estudiante ha estado basada en el hecho de quien posee el conocimiento y lo entrega a quien no lo conoce. Pero esta condición ha estado cambiando con el desarrollo de las tecnologías de la información, poniendo al alcance de las masas los datos del conocimiento, de la investigación, de las ciencias. El maestro ya no es el poseedor del conocimiento, lo que llevará a un cambio interno de la dialéctica fundante y de la institución misma.
En el caso de la Universidad Santa María se crea una universidad especializada en la ingeniería, independiente, dedicada como herencia a la ciudad de Valparaíso, que dará cabida a los “desvalidos meritorios” seleccionados a través de país. Es lo declarado. Pero será dirigida por un conjunto de albaceas que transpasarán progresivamente la responsabilidad financiera al estado, asumiendo estos directivos y albaceas el control total, administrativo y académico.
Por esto se generó el conflicto de 1968 en que los estudiantes apoyados por algunos profesores, gracias al contexto político social de la época consiguieron que la dirección y administración de la USM pasara al control de instancias con participación triestamental. Estos logros son desmontados durante la dictadura militar, colocando a la universidad bajo su dependencia directa. Con el regreso de la democracia se abren espacios de libertad restringiendo las decisiones solo a la academia. Situación que genera los conflictos actuales y que crea un escenario de lucha de poderes formales con poderes latentes que exigen reconocimiento.
La institución universitaria ha tenido, a través de la historia, un papel muy diverso según el contexto de la sociedad dominante, siendo en ocasiones instrumento del poder, pero a la vez regenerándose muchas veces como un espacio de dialécticas surgidas en el desarrollo de las disciplinas y en los cambios sociales.
La universidad depende de poderes formales, pero genera nuevas formas de poder derivadas de la esencia propia del quehacer universitario, espacio de “diálogo” entre maestros y estudiantes, dialéctica que genera contradicciones que llevan a cambios sociales, doctrinales, disciplinarios.
Es preciso tener conciencia de los riesgos que el sistema contiene debido a las dialécticas latentes de sectores no integrados.
Se debe superar las luchas internas de poder entre estamentos y segmentos, y elevarse al nivel de los valores y del rol de la universidad en la sociedad. La reforma de 1968 en la USM movilizaba a sus actores en torno a la responsabilidad social de la universidad, temas que fueron reclamados en los discursos y declaraciones, y que de sabidos se han callado y de callados se han olvidado
Por Héctor Luis Morales
Sociólogo
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