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Yo lo pondría tamaño  1,5 x 2 mts. más menos, sobre un puente o un camino transitado a la orilla del río Mapocho, similar a como lo muestra el famoso cuadro de mi tocayo Edvard. Y cortaría el contorno de la figura central protagonista dejando un espacio vacío, para que todo el que quiera pasar por ahí, grite, y que grite todo lo que quiera y lo que le venga en gana.

Es que es increíble como este gobierno simplemente no escucha. Raya lo patológico. Las autoridades se llenan la boca con lo de diálogo, con llegar a acuerdos, con que está bien que la gente se pronuncie, con que hay que aunar. Y ahí queda, para la foto y la frase compuesta, y al momento de los qué hubo, ¡No, se obedece lo que se le manda y se acabó! Creen que eso es dialogar, como el comercial ridículo del banco ese del papá que le dice al hijo en su auto «no, dije no, porque no, no sabes lo difícil que es para mí decirte que no», cierra el padre, como si de verdad fuera un argumento, como si el legitimar las jerarquías de la estructura de por sí garantizara el éxito final de la transacción, como si todo se tratara de una transacción al fin y al cabo. Francamente a este gobierno le importa un bledo dialogar. Y no está dispuesto a mirar los hechos, la gente está molesta, no hay más, no son los supuestos líderes los que aleonan el clima, ni menos dirigentes que se van a la cochiguagua para perpetuarse, los que le pueden decir a uno cuando hartarse: la gente está chata, ahora, y no hay nada más que decir. La gente no está descontenta porque le gusta estarlo, no va a paro porque le gusta perder parte de su sueldo ni menos el trabajo, no sale a golpear ollas con frío y a riesgo de que se lleve un chorro o la patada de un «profesional del orden público» porque es entretenido y no le gusta la olla que tiene. La manifestación de la gente es una consecuencia, así de simple, guste o no, y aunque las autoridades no tengan la capacidad intelectual para comprenderlo, ni menos para creerlo. Entonces que por lo menos no busquen excusas mediocres como que la gente mayoritariamente no se adhirió al paro (repugnante, a ver qué harían ellos si tuvieran un empleo de sueldo mínimo y su jefecito lo echara o le descontara de su miserable sueldo), o como que todos los que protestan son vándalos y lumpen, o que los que se oponen se aprovechan porque quieren «echar abajo» al país. Da asco el trato que se recibe de este gobierno. Cero capacidad de diálogo, y nulo respeto.

Pues yo sí estoy descontento y me opongo y protesto y salgo y salí a la calle con mi olla porque no creo en el uso de piedras, y protesto porque Chile está ridículamente caro y los sueldos lisa y llanamente no alcanzan y los derechos laborales no se respetan, y sobre todo salgo a golpear ollas  porque el malestar no hay donde expresarlo, no hay donde quejarse y obtener resultados, no existen canales de diálogos de los que tanto discursean, no se escucha lo que la gente necesita, «si no te gusta, te vai», es la respuesta de la autoridad, de la banca y de la empresa, porque el sistema está hecho para que ganen la autoridad, la banca y la empresa, no para la gente, aunque sea la gente la que produzca, no la autoridad, y aunque a esta autoridad le cueste entenderlo, mucho más a la banca y la empresa. Y a los genios que últimamente han repetido aquella desafortunada frase: los que «echan abajo» a los países son las autoridades, con ayuda de la banca, y la empresa; la gente es la que levanta a los países, sería bueno que repasaran un poco de historia contemporánea chilena, y mundial.

Lo irónico del asunto es que sería un momento fantástico para este gobierno para atiborrarse de logros; el país está más rico que nunca y el contexto mundial va de mal en peor, excelente para destacar y capitalizar los cambios pendientes que desde todos los sectores se exigen. Y entonces no, el gobierno se tapó las orejas, se puso delante del micrófono y de la tele, y no, no transa ni transó, no escuchó no más, voy a hablar de lo que yo quiera, y voy a improvisar porque me gustan mis propios chistes, y me gusta el capital así que hay que hacer más capital, y que la gente no opine y haga caso no más porque soy macanudo. Y en tanto, la comida que siguió subiendo porque es capital, y la locomoción y la bencina que siguió en alza dos tres veces porque es capital, y el crédito y los estudios de los hijos que se siguieron cobrando y recontrapactando unilateralmente las tarjetas porque es capital también, hasta que… bueno, cada tarde desde mi edificio tipo 9 de la noche se escucha el caceroleo cotidiano y anónimo donde no hay líderes ni dirigentes sindicales que hayan amaestrado a toda la cuadra para que compartiera su libre expresión.

Por tanto yo propongo poner una reproducción del cuadro Edvard Munch tamaño  1,5 x 2 metros, más menos, sobre un puente o un camino transitado a la orilla del río Mapocho, similar a como lo muestra el famoso cuadro de mi tocayo, y cortaría el contorno de la figura central protagonista dejando un espacio vacío, para que todo el que quisiera pasar por ahí, grite, y grite todo lo que quiera y lo que le venga en gana. Encantado me ofrezco para pintarlo e instalarlo yo mismo. Lo único malo es que no tengo plata para materiales, pero no creo que salga tan caro. El mayor riesgo es que no le guste nadita a la autoridad la aparición de este espacio de libre expresión. Pero a la autoridad le digo: tómelo como una acción de arte, como un aporte, como algo sano, catártico si se quiere, qué mejor que expulsar la rabia, la angustia y la vergüenza con un buen y nunca bien ponderado grito a la orilla de un río. Lo peor que podría pasar de esta acción de arte es que el paisaje se vista de colores, al menos por un buen rato.

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