Hace poco volví a ver la película «Antes de la Medianoche» (2013), aquella última entrega de la trilogía generacional compuesta además por «Antes del Amanecer» (1995) y «Antes del Atardecer» (2004), del director Richard Linklater, que comienza cuando Jesse (Ethan Hawke) y Céline (Julie Delphy) se conocen en un tren y deciden bajarse en Viena y recorrer juntos la ciudad. La película continúa nueve años después, en Paris, cuando se reencuentran; y termina en Grecia, tras otros nueve años, en el momento de la crisis.
Y al margen de la romántica frescura que deja la primera película, con intensos diálogos acerca de todo lo importante y lo no tanto, en una historia que podría ser la nuestra. Al disfrutar de la intensa emoción de la segunda, al ver la desesperanza de los personajes que, estando en la treintena, aún no logran consolidar una estabilidad emocional, pero nos dejan soñando con lo que ocurrirá tras ese final abierto de catálogo; necesito detenerme en la tristeza de la última, «Antes de la Medianoche».¿Será que acaso cuando firmamos un contrato de matrimonio cada uno guarda un ejemplar distinto con la letra chica que más le acomoda?
Aquí ya no existe la premura de un avión o un tren que tomar, no es la tensión sexual la que mueve la historia, esta vez el conflicto se basa en los rencores que cada uno le guarda al otro y los espacios de libertad que ambos fueron expropiando. Y nos encontramos con nuestros protagonistas cansados y un poco caricaturizados, con peleas comunes en un matrimonio. Y tratamos de encontrar en ellos la chispa de la primera película, y deseamos con desesperación que logren solucionar sus conflictos, porque Jesse y Céline son nuestro referente romántico. Y si ellos no lo logran, ¿cómo podríamos nosotros?
Pero la realidad aplasta. El cuento de hadas no es tal, la chica intelectual sufre por cosas domésticas, como la gran mayoría, y el chico medio tonto no lo era tanto, y ahora solo se trata de una pelea de egos.
Y ahí es cuando pienso, ¿es que acaso eso es una relación? Una pelea constante por ganar espacios dentro de un mundo que libremente decidimos compartir y construir juntos.
¿Será que acaso cuando firmamos un contrato de matrimonio cada uno guarda un ejemplar distinto con la letra chica que más le acomoda?
Esta situación se da especialmente cuando hay hijos pequeños, porque ahora la sociedad nos muestra lo importante que es pasar tiempo de calidad con ellos, los colegios exigen la participación de los padres en todo el proceso educativo, y nosotros nos esforzamos en tener la familia perfecta, porque sabemos que es la mejor inversión. Pero también queremos destacar en nuestro trabajo, mantenernos activos e interesantes, sentir pasión por nuestra pareja y generar dinero suficiente para darnos algunos gustos. Y el tiempo no da.
Y las parejas nos encontramos diciéndonos constantemente lo que hemos hecho en el día solo para ganarnos el derecho a unos minutos de descanso. Y muchas veces nos sorprendemos envidiando a las personas separadas que tienen esos maravillosos fines de semana para ellas solas.
Entonces, si lo podemos hacer una vez disuelto el matrimonio, ¿por qué no darse ese tiempo cuando aún estamos juntos? Recuerdo a ese personaje de una novela nacional, la Olguita Marina, a quien le venían los “ahogos” y debía alejarse del pueblo y de su marido cada cierto tiempo. En «Antes de la Medianoche» hay un momento también en que Céline debe optar por seguir con su rencor o embarcarse en el juego del viaje en el tiempo que infantilmente le propone Jesse, cuando todos los argumentos de adultos se han agotado.
Propongo que seamos Olguitas Marinas, seamos viajeros del tiempo, seamos todo lo que sea necesario ser. Seamos creativos. Las parejas que lo logran son capaces de mirarse a la cara y hablar sin temor, buscando soluciones aun cuando estas no sean las convencionales. En vez de pelearnos cada migaja de tiempo libre que pueda quedar en un matrimonio, establezcamos ese tiempo en el contrato. Y escribamos juntos la letra chica.
Comentarios
04 de enero
No he visto la película, principalmente porque no siento que exista química entre los actores, ethan hawke se vio mejor con gwyneth, pero bueno, eso es otra historia.
Hablar de matrimonio es tema, como psicólogo siempre he sentido que la edad mínima para casarse debiese ser a los 24 años, cuando la personalidad está más bien consolidada. Asimismo, el machismo de nuestra sociedad impide muchas veces que exista equilibrio en la pareja; es más, tampoco hay intimidad, esa absurda tradición de meter a la parentela en todo, termina evitando el baile de a dos!
Los hijos, aunque duela, suelen nacer del amor y el ahorro en anticonceptivos, razón por la cual la pareja no logra conocerse como pareja.
Si a eso le sumamos la presión del medio para sobresalir, adquirir, tener autonomía, etc… Parece que muchos se casan por convención social o miedo a la soledad.
Piensa que muchas adolescentes son incapaces de terminar sus pololeos porque el cabro contara lo que hicieron o directamente, porque «igual no es tan malo!»
Así que, a diferencia de lo que tu planteas, yo amo a mi esposa, la prefiero por sobre cualquier cosa, la hago parte en mis decisiones y junto a ella construyo en destino de mi hijo.
Chao con el éxito si es sin mi familia, pero eso nace de una profunda reflexión de lo que hace la felicidad y de no admitir opiniones externas.
De hecho, estas mismas directrices las enseño en terapia con éxito.
En fin, los matrimonios o convivencia pueden ser gratificantes, cuando se les da el lugar que merecen. Número uno, dos y tres!
Saludos y prefiero la película de
Nicolás Cage y Tea Leoni
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04 de enero
Hola Patrick,
Me alegro mucho que tu relación esté en el el lugar que debe ocupar:1,2 y 3 y justamente eso ocurre por la reflexión que ustedes hicieron, que no todas las parejas practican. Yo lamentablemente he visto demasiado la guerra de egos en las parejas, por lo que me hace feliz saber que otras no. Y respecto a Nicolás y Tea, también adoro esa película, y fíjate que allí también surge el tema del ego.
05 de enero
Que curioso, un tema de amor en el quinto poder… milagro, parece que va a llover…
+1
05 de enero
Jajajaja
Ácido como siempre…. Y tu postura frente a la columna?
Éxito
19 de enero
Mi postura frente a la columna… el amor es la expresión mas importante de la vida, una columna del amor habla sobre la preocupación por la espiritualidad, el amor es un milagro y cuando florece hay que cuidarlo, de esa forma, cuidando el amor mejoraremos la sociedad… y el quinto poder… saludos
19 de enero
Ah, y la autora está muy bien al plantear este tipo de temas políticos.
19 de enero
Hola G. Sabes que esta no es una columna acerca del amor, sino acerca de las relaciones de poder, los egos y la capacidad de llegar a consensos. Eso sí, en una relación basada en el amor. Agradezco tus comentarios, me gusta la acidez.