En estos días hemos confirmado con dolor que la pobreza, a pesar de los esfuerzos de los gobiernos de la Concertación y de la Red de Protección Social, ha aumentado. Y con ello, el índice de desigualdad, lo que quiere decir que no solo los pobres se han hecho más pobres, sino que también los ricos, lo son hoy mucho más.
Es inevitable preguntarse qué diablos fue lo que hicimos mal. Todos tenemos cierta cuota de responsabilidad: algunos por haber estado en el poder, otros por no haber fiscalizado como debieran, otros por no tener la capacidad de reaccionar a tiempo y otros por haber sufrido estoicos, la injusticia de volverse pobres en silencio. Tal vez eso es lo que más duele.
Hemos creado una sociedad en la que la gente que sufre la pobreza está anestesiada, sufre en un silencio que nos debe pesar, porque no lo vimos, o quizás porque quizás no lo quisimos ver.
El problema es que quienes hicimos algo mal nos vamos a nuestras cómodas y tibias casas, seguimos yendo al supermercado, pagando las cuentas, pero quienes están en situación de pobreza no.
Todos los gobiernos y parlamentos del mundo pueden cometer errores que produzcan pobreza, permanente o estacionaria, de acuerdo a las crisis mundiales. Lo doloroso e injusto de la situación es ver que los gobernados en situación de pobreza tienen muy baja posibilidad de haber participado en la creación de esas políticas públicas, pues los "mesías" que saben de pobreza siempre son otros, nunca los mismos pobres.
Como si vivir estirando el sueldo como chicle o cambiar la carne molida por un tarro de salsa en lata, o ver todos los meses que para pagar el pasaje de la micro hay que cambiar almuerzo por pan, leche por té, no fuera un diplomado en pobreza.
La diferencia de hacer políticas públicas que aumentan la pobreza con y sin participación ciudadana es en este contexto, muy significativo. No es lo mismo equivocarse solo, que equivocarse todos juntos, pues inevitablemente, quien es víctima de la política errada de quien gobierna y siente amenazada su calidad de vida, no puede sino acumular una rabia y una sensación de injusticia, que tarde o temprano estalla por algún lado.
La organización de una ciudadanía poderosa, que participe activamente en las decisones que dan curso y línea de ruta a un país, es un derecho básico. En el siglo XXI no puede haber autoridad alguna que no reconozca aquello.
Al implementar la Red de Telecentros del Programa Quiero Mi Barrio, que no es otra cosa que fortalecer la ciudadanía a través de un organización de barrios vulnerables a través de las TIC, hemos aprendido mucho del valor de fortalecer oragnizaciones, pues efectivamente las personas generan en condiciones de trabajo comunitario, gestión de conocimiento y estrategias de trabajo colaborativo que habría sido imposible de levantar sin un grupo de operadores convencidos de que unidos son más que un grupo de telecentros esparcidos en el Chile vulnerable, en ese que no sale en las postales.
Las organizaciones sociales son el pilar de una democracia sana, de una sociedad justa en donde todos somos iguales, por esta razón potenciarlas es y debe ser tarea del Estado.
Lo señala así el programa del Presidente Piñera: "La democracia no puede ser para unos pocos; no puede buscar el beneficio de aquellos que gobiernan, impidiendo que la mayoría de los ciudadanos participe activamente en el proceso de construcción del país. No podemos permitir que la calidad de nuestra vida democrática siga deteriorándose más aún, considerando que una democracia joven como la nuestra debe buscar constantemente su fortalecimiento a través de la gestación de nuevos espacios de participación real." Señala explícitamente también en su programa que promoverá, a través de las posibilidades que otorgan las nuevas tecnologías, una mayor participación ciudadana en los procesos de debate, redacción y difusión de las leyes elaboradas en el Congreso Nacional.
Yo no voté por el Presidente Piñera, aun así sigo trabajando en este gobierno, el que eligió la mayoría de mi país, porque así es la democracia, esa democracia por la que mi padre arriesgó su vida, esa por la cual mi familia se tuvo que ir refugiada a Venezuela.
Yo me pliego a lo que dice el programa de Gobierno y mientras trabaje en el Estado procuraré que toda la política pública que implementemos responda a este mandato, porque la democracia no tiene dueño, porque la participación ciudadana en la construcción de un país justo y bueno es tarea de todos/as y todos/as deben ser escuchados, porque los "mesias", aunque no lo quieran, muchas veces se equivocan.
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Foto: …hasta Ahora, Chile Hasta Cuando! – :::mediActivista::: // CC:BY-NC-SA
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