El convencimiento individual de que podemos es un requisito básico, mas también es básico el requisito del convencimiento colectivo, la complicidad, la puesta en práctica, mayor divulgación y apoyo a modelos alternativos de vida que no sólo signifiquen respuestas verbales “contra el sistema”, sino que sean respuestas a anhelos de comunidad, que por sí mismas sean propuestas constructivas de realidad, originalmente poéticas.
El neoliberalismo no se inventó en Chile. Se teorizó “afuera”, luego se impuso lo necesario “adentro” para darle cabida y desarrollo. Lo que conocemos como “neoliberalismo” es un fenómeno de definición, aunque específica, inconclusa; raya sobre la marcha. Por lo mismo, desestabiliza los criterios ideológicos que pretenden quedarse fijos en lo semántico a propósito del poder del Estado: la izquierda converge a la derecha para luego generar así nuevas izquierdas que empujan en ese sentido; resultan más opuestas a la derecha tradicional antigua y conservadora, cada vez menos original y más afectada, más “progresista”. Qué pretendo decir con esto. Que cualquier propuesta política, que pretenda romper contra el neoliberalismo instalado y en permanente desarrollo, deberá no sólo presentarse a nivel teórico, pues siempre será postergado y superado verbalmente, sino que también a nivel práctico, es decir con cabida y desarrollo, de manera que cualquier definición o significado “sobre la marcha” obedezca a una evolución propia, consistente por su propio destino, consecuente con su propia revolución.
El neoliberalismo es hoy un antagonista para la “izquierda verbal”, con su propia evolución, se autodefine e implanta un campo semántico (económico y social), con proyección práctica que hace depender de sí a los demás, se expresa autónomo, y en cierta medida auto-sustentable, pues domina la palabra, la acción y se regenera.
Asumiendo las categorías políticas subordinadas (izquierda y derecha) al curso de un fenómeno que obedece a su propia evolución (el neoliberalismo del que hablamos), si el propósito de un determinado segmento de la sociedad es superar históricamente al neoliberalismo, la proyección práctica (en la realidad) ha de ser la principal demostración, tanto para una población que verbalmente se desentiende o ignora, pero que en la práctica materialista apoya voluntariamente o es “arrastrada” por la inercia, como para aquella población rebelde “en pie de lucha” y consciente de lo común.
Y no es que las ideologías por sí solas estén obsoletas, condenadas al documento histórico, sino que la demostración práctica (empírica) es hoy una exigencia a la palabra. El mercado no es efectivo por la idea (de mercado) sino por su puesta en práctica, es decir, vendo no cuando ofrezco un producto, sino cuando alguien me lo compra. Una demostración práctica no sólo justifica el lenguaje, sino que establece parámetros de referencia auténticos que orientan las acciones relativas.
Las críticas actuales, y ya de larga data, contra el neoliberalismo surgen desde la experiencia misma del fenómeno, por éste y hacia éste, en su seno. Toda proyección crítica, aquí, es definida conforme a la evolución misma del fenómeno, acaba consumida por sus directrices. Consecuentemente, las oposiciones prácticas no son, en su amplia mayoría, alternativas independientes, propuestas con orígenes poéticos (poiesis). En este sentido la crítica resulta un factor positivo para el fenómeno, restaurador en potencia del sistema, que lo fortalece, y no, lo que se esperaría, un factor negativo, que lo debilite. Digamos que el fenómeno “asimila” la infección y la transforma para su beneficio. Cuando, por ejemplo, las marchas en las calles enfatizan su acción violenta, el organismo defensor del sistema “evoluciona”, o sea se fortalece. Como ejemplo contrario, podemos ver que Mahatma Gandhi, con su protesta pacífica, fue originalmente poético, su movimiento no surgió ni se hizo realidad por antagonismo, sino por su propia consistencia e independencia. Ejemplos como el de Gandhi, en cuanto a originalidad poética y demostración práctica, hay muchos; las civilizaciones en general poseen este rasgo, son por originalidad poética.
Sin duda, es necesario, para la demostración práctica, reconocer los diagnósticos, las causas y las repercusiones de las acciones (totalitarias) del sistema, que muchísimos intelectuales y víctimas han abiertamente denunciado con vasto argumento. Pero también es necesario, con tales diagnósticos, abrir la mirada a comunidades emergentes o marginadas cuya interpretación de la vida, sustentabilidad y coherencia con el planeta, les ha permitido prescindir de lo que los defensores de la estrategia neoliberal se han encargado muy bien de inyectar en los habitantes para su permanencia: su supuesta necesidad. He aquí que conviene precisar la necesidad no en la amenaza de lo perjudicial (una doctrina del miedo), sino en la esperanza de lo beneficioso (una sabiduría de la felicidad).
En tiempos de crisis económicas –y léase, exclusivamente, para el sistema neoliberal, no para la humanidad— es mucho más fácil percibir cómo la sociedad vuelve a encontrarse con su carácter poético. Es decir, debe re-crear las condiciones que posibilitan su estado de equilibrio.
Surgen entonces las bancas éticas, de tiempo, cultivos agrícolas a menor escala y orgánicos, auto-producción social de viviendas, disminución del lujo (derroche) extravagante, aumento de los actos solidarios, fortalecimiento de los barrios, etc. Todos síntomas dolorosos para individuos creyentes –porque, a fin de cuentas, el Neoliberalismo es más una cuestión de fe que de ciencia— en la estabilidad perenne del sistema a costa de consumismo y devastación.
Observemos que características claves del neoliberalismo –individualidad y competencia-, son sustituidas por valores profundamente humanos, tales como la solidaridad, la amistad.
Cuando la crítica verbal al neoliberalismo se hace efectiva en momentos de crisis (las movilizaciones estudiantiles contra el lucro en la educación y la deuda excesiva a raíz de los inmorales intereses bancarios, son un claro ejemplo), la demostración práctica debe apoyarse en las alternativas presentes que surgen y evolucionan sin ánimo antagonista, que son originalmente poéticas. ¿Somos capaces de demostrar, con nosotras y nosotros, que la educación sin fines de lucro es posible? ¿Podemos demostrarnos que negociar, sin usura, es posible? ¿Podemos sólo depender, para nuestra salud individual y colectiva, de sistemas éticos? A través de las redes sociales podemos hallar ejemplos de personas que dicen vivir sin dinero, sin consumo de petróleo, que establecen pequeñas comunidades en torno a granjas orgánicas, que utilizan medios de transporte de bajo impacto ambiental, etc. ¿Podremos desarrollar estas, y otras iniciativas, unas más sofisticadas que otras, para tejer una ciudad, con toda la complejidad que implica, sin “necesitar” de un sistema neoliberal?
El convencimiento individual de que podemos es un requisito básico, mas también es básico el requisito del convencimiento colectivo, la complicidad, la puesta en práctica, mayor divulgación y apoyo a modelos alternativos de vida que no sólo signifiquen respuestas verbales “contra el sistema”, sino que sean respuestas a anhelos de comunidad, que por sí mismas sean propuestas constructivas de realidad, originalmente poéticas.
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