Somos un país que crece como globo, donde la torta se la comen unos pocos, mientras los demás se manchan un poco con la crema y así pueden decir que están en la fiesta. Un país lleno de liberales libertarios que quieren fumarle en la cara al que sea, que encuentran que es un robo pagar impuestos para operar del corazón a un recién nacido pobre de Gorbea.
La conversación terminó así:
Twittero 1: “No entiendo cómo justifican la muerte de miles de chilenos a manos de chilenos.”
Twittero 2: “Eso es porque seguro nunca tuviste que comer chancho chino.”
A veces termina con más enojo, a veces con más pena.
Hace unos días dio vuelta un video donde muestran a 3 ó 4 carabineros golpeando a un detenido. Fue grabado desde una pared cercana con un celular. No tiene camisa, al parecer tampoco zapatos y entre todos lo golpean. Un comentarista dijo: “¿Por qué no muestran las veces que seguramente este flaite les sacó la madre?” En otra parte leí: “no sé…pero cada vez menos me importa la vida de los demás…tampoco si se sienten enojados, realmente no me importa”. Son síntomas de una enfermedad social que viene incubándose desde hace unos 30 años.
¿Por qué vemos los “80’s” con esa melancolía extraña? Sabemos que eran momentos oscuros y tristes, peligrosos. Pero no podemos negar que los recordamos con alguna especie de nostalgia. ¿Sería por la obra de “mi general” o por la lucha que se daba día a día por la épica de sacar al dictador del planeta?
Creo que detrás todo ese manto de oscuros recuerdos, quedan otras cosas. Nuestros juegos, las visitas inesperadas, armar una mesa rápido y “tomar once” todos juntos. Los días domingo a almorzar con los abuelos, los tíos y los primos. Los amigos de la calle, poca tele, poca cosa, mucho amor.
Pero se fue el dictador y quedó su obra apócrifa, en realidad escrita por esos “ghost writers” que ahora como zombis encontramos en los pasillos de la Moneda, de Alcaldías, Concejos y Congreso. En los directorios de las Empresas del Estado.
Un país que crece como globo, donde la torta se la comen unos pocos, mientras los demás se manchan un poco con la crema y así pueden decir que están en la fiesta. Un país lleno de liberales libertarios que quieren fumarle en la cara al que sea, que encuentran que es un robo pagar impuestos para operar del corazón a un recién nacido pobre de Gorbea.
Un país donde no compartimos los autos para contaminar menos, un país donde pagamos la usura y tenemos que agradecerla porque nos benefician con sus créditos, a los que por menos interés no accederíamos. Un país donde en un asado no hablas de la carne que comes, sino del wagyu que alguien come. Donde Colina se llama Chicureo, donde todo es de plástico, donde la promesa es “desarrollo en 10 años” cuando “unos pocos se amostan pero tan ricos, que ustedes se sentirán tan orgullosos de nosotros que serán felices por fin”. Donde la mamá de mi hijo está preocupada de que sus cuadernos no parezcan “rascas”. Un país donde no nos importamos, donde dejamos de amarnos, donde dejamos de amar. Estamos secos, secos, secos, secos.
La esperanza está en nosotros mismos, en nuestros hijos, que pueden ser el agua para estos zombis secos, secos, secos, como momias. Creo que es más fácil de lo que pensamos. Un pequeño cambio de prácticas.
Empieza hoy en el ascensor, en el pasillo, en la micro y sonríele a alguien. Por favor.
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Fuente de fotografía
Comentarios
07 de marzo
Yo creo que la amabilidad,la cortesia ,el respeto,el buen trato,seria
un buen principio, pero cuando usas alguna de estas te miran como
bicho raro, saludas al subir al asensor no contestan.si se lograra
algunos gestos de amabilidad seria un gran triunfo,por eso lo
importante es la educacion pre escolar y de ahi hacia arriba ,ya que
los niños nos pueden enseñar mucho.
+1
08 de marzo
Los niños deben vernos a nosotros hacer esas cosas. Sin embargo, mis niños me sorprenden. Suben a ascensores, entran a un taxi, una tienda y saludan, piden por favor, dan las gracias. Pero el ejemplo debemos ser nosotros.