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¿Bajo qué criterios el individuo debe obedecer a sus gobernantes?

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¿Por qué debemos obedecer a los gobernantes? Y ¿Cuándo es momento de iniciar la revolución?

Son preguntas que muchos nos hacemos en los tiempos postmodernos donde muchas autoridades demuestran no ser especialmente buenas, capaces o confiables.

Thomas Hobbes fue un filósofo inglés del siglo XVII que trató ampliamente este tema en su famosa obra “el Leviatán” de 1651. El autor era un hombre profundamente pacífico y reflexivo,  le tocó vivir a sus 64 años uno de los períodos negros en la historia de su país, la guerra civil inglesa. evento que marcó su pensamiento y decantó en ideas que hoy siguen siendo válidas.

Hobbes era de pensamiento más bien conservador y en esta línea realizó una de las defensas más lógicas y consistentes sobre el “por qué” deberíamos obedecer la autoridad del gobierno, aunque no fuese particularmente benigna, con tal de evitar el caos y el derramamiento de sangre.


El individuo promedio prefiere acatar, ya que no constituye una razón suficiente para salir a las calles y exigir un cambio, debido a que las consecuencias de este alzamiento podrían ser mucho peores.

Durante muchos siglos la respuesta estándar a la cuestión del obedecimiento era el “derecho divino”, la monarquía clásica se respaldaba en la idea de que era Dios mismo quien le había designado en ese cargo y aquellos que se opusieran a esto sin duda debían ser perseguidos como herejes y arder en el infierno. Pero tras las numerosas reformas protestantes del siglo XVII, que disminuyeron el poder e influencia de la iglesia en los asuntos políticos, esta tesis perdió mucho peso y los teóricos políticos de la época empezaron a preguntarse con renovado fervor ¿Bajo qué criterios el individuo debe obedecer a sus gobernantes?

Como la tesis del “derecho divino” hacía aguas, muchos pensadores revolucionarios argumentaron que el poder no residía en los reyes, sino que en las personas comunes y corrientes que les dieron poder a los reyes en primera instancia, y que por tanto solo debían seguir órdenes en tanto las cosas marcharan bien para el pueblo. Esto se conoce como la “teoría del contrato social” pensamiento político que fue explicado en detalle por Jean-Jaques Rousseau en 1762, fue ampliamente aceptado y que dio fin simbólico a la era de los reyes, donde los gobernados aceptan seguir las ordenes de los gobernantes en tanto la situación de los primeros (el pueblo) se mantenga favorable.

Hobbes aceptaba la falta de sentido del “derecho divino” pero aun así nos advertía de las posibles consecuencias que este nuevo “contrato social” podría traer, ya que las personas se verían tentadas a cambiar antojadizamente a sus gobernantes cuando se sintieran disconformes con su suerte. Sin ir más lejos podríamos mencionar las numerosas deposiciones y linchamientos ocurridas durante las revoluciones del siglo XVIII en Europa y las Américas como un brutal recordatorio de la certeza de Hobbes en sus predicciones. Pero volviendo al punto central, ¿Cómo podemos evitar caer nuevamente en la brutalidad de las guerras civiles o enfrentamientos armados? Según Hobbes, obedeciendo al poder de turno.

En El Leviatán Hobbes nos invita a pensar en un estado previo a la civilización, lo que él llama el “estado de la naturaleza”, donde el ser humano estaba, por así decirlo, dentro de la cadena alimenticia y debía sobrevivir al ambiente y a los depredadores. En este contexto habrían surgido las primeras formas de organización social para mantener a los individuos a salvo y cohesionados sin caer en las disputas personales que podrían llevarlos a matarse entre ellos mismos (como la guerra); De modo que este miedo al caos motivaría a los individuos para formar voluntariamente un poder central fuerte capaz de protegerlos, un gobierno.

En este argumento se encuentra implícita la voluntariedad del contrato social y al mismo tiempo la obligación de obedecer al gobierno con solo unas pocas instancias para quejarse si algo no está bien.

Dentro de los escasos derechos a reclamo, los individuos tendrían que alzarse contra un poder central solo si es que este amenazara directamente con matarlos. No obstante, si es que el poder de turno solo se limita a aumentar impuestos, sofocar la oposición o destruir la economía; El individuo promedio prefiere acatar, ya que no constituye una razón suficiente para salir a las calles y exigir un cambio, debido a  que las consecuencias de este alzamiento podrían ser mucho peores. Así nos lo demuestra la reciente popularidad del género postapocalíptico en series y películas que retratan con grafica precisión como sería volver al “estado de la naturaleza” del que hablaba Hobbes, vecino contra vecino, todos contra todos en una anarquía total.

Los planteamientos de Hobbes son fríos y desesperanzadores. He de admitir que personalmente quisiera que estuviese equivocado, pero, aunque me duela decirlo le encuentro total razón en un punto, si las personas pudiesen gobernarse a sí mismas no haría falta un poder central, y el nombre de Hobbes seguirá siendo relevante donde sea que las revoluciones motivadas por la búsqueda de libertad salgan terriblemente mal.

De modo que esta es nuestra situación actual, obligados a obedecer un poder que talvez no queremos por miedo a lo que podría pasar si la revolución fracasa. De modo que tenemos de preguntarnos… ¿Vale la pena?

TAGS: #Hobbes #Poder Estado

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Javi-Al

07 de enero

Vale la pena, no vivimos en el mundo de Hobbes, aún con todos sus problemas vivimos en un Chile democrático, si deseas cambiar algo ingresa a algún partido político, genera ideas de cambio, de bien común, de ayuda para quien lo necesite y siempre y cuando no intentes cambiar la democracia por totalitarismo de ningún lado, sin duda aportarás

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