La planificación errada es vinculada a una mala decisión política. Comprender la planificación de Santiago sólo en un periodo de acción – o lo que dure el cargo de representación- es lo que ha trabado un óptimo crecimiento. Hablar de planificación urbana debe ser sinónimo de visión de largo plazo, independiente de quien encabece esa labor.
Aprovechando los insumos históricos que se han almacenado a lo largo del tiempo en Chile, podremos efectivamente indicar que esta semana se cumplen 473 años desde que el conquistador Pedro de Valdivia fundó Santiago del Nuevo Extremo, en nombre del Rey Carlos I de España.
Así es, la ciudad más habitada de nuestro país ésta semana cumple un nuevo año más de existencia y subsistencia. De la misma manera, se cumple un nuevo año más de irregularidades en materia de crecimiento urbano las cuales, claramente, no han estado exentas de dificultades.
Es efectivo indicar que aquel 12 de febrero de 1541 no podría haberse hecho una adecuada lectura de cómo se desarrollaría una ciudad desde las faldas del pequeño cerro Huelen, actual Santa Lucía. No hubiese sido posible para Pedro de Gamboa y su equipo haber podido trazar una ciudad con una lectura de crecimiento a largo plazo. Menos bajo lineamientos de desarrollo urbano. Se hizo lo que se tenía que hacer. No obstante, abusar de este argumento para comprender el desorden urbano que presenta nuestra capital en la actualidad es apostar a ocultar una realidad y seguir con la dinámica de los “parches” o “soluciones a corto plazo” que se han venido aplicando hace más de 200 años.
La construcción y desarrollo de espacios de interacción social, como lo son las ciudades, no podrá verse netamente como un ideal de sociedad desvinculada de los propios habitantes de aquellos espacios. Es decir, es fundamental tener certeza de las necesidades de quienes habitan la ciudad, sus metas y aspiraciones, así también, las proyecciones urbanas que ellos posean. La concepción de la globalización nace de la comprensión de entregar posibilidades a todos quienes sean parte de un sistema, por lo cual, debemos realizar la práctica para todos y además, desde todos.
Una mala planificación urbana es una forma de seguir segregando a nuestro país, nivelando negativamente. Es posible identificar una segregación urbana, que va mucho más allá de la cantidad de recursos económicos que posean las administraciones locales: comunas, municipios, entre otros.
Cuando se plantea la existencia de una segregación urbana, se plantea que existe una nula lectura a largo plazo de cómo se presenta una realidad social en un espacio determinado: no se considera el crecimiento o las variadas alternativas que podrán tener los sectores que están siendo parte de los procesos de construcción.
La planificación errada es vinculada a una mala decisión política. Comprender la planificación de Santiago sólo en un periodo de acción – o lo que dure el cargo de representación- es lo que ha trabado un óptimo crecimiento. Hablar de planificación urbana debe ser sinónimo de visión de largo plazo, independiente de quien encabece esa labor.
Urgencias presentes en el actual Santiago y que aún no presentan respuestas claras ni transversales: La necesidad imperiosa de construir un plan de desarrollo vial para el adecuado uso de bicicletas, La regulación y nivelación de uso y control de los planes reguladores comunales, El deber estatal de vincular las opiniones de los vecinos que ven alterados sus entornos con las construcciones de autopistas interurbanas, edificaciones con nuevas rasantes o grandes centros comerciales. Por lo mismo, es posible identificar que son más las problemáticas que las actuales soluciones.
De esta manera, es vital comprender el desarrollo urbano desde la mirada y trabajo en conjunto, tanto de quienes poseen los estudios y aportes técnicos adecuados en los casos de urbanización, como también con aquellos ciudadanos que son parte directa y que son actores involucrados en las alteraciones que ha tenido la capital. Recordemos que una apuesta puede ser propositiva y altamente interesante por sí misma, pero será, además, transversal, si se logra vincular con la opinión de la ciudadanía involucrada.
En el 2041 Santiago cumplirá 500 años de existencia. Las necesidades son claras, pero las propuestas no lo han sido tanto. ¿Podrá ser culpable la planificación de desarrollo urbano de Santiago uno de culpables de la centralización en el país? ¿Podrá confeccionarse una lectura desde las necesidades de la mayoría? ¿Tendremos la oportunidad –de aquí a 27 años más- de habitar una ciudad que sea capaz de acoger las diversidades culturales propias de una sociedad en crecimiento?
Hoy Santiago no presenta una adecuada vinculación con el medio ambiente, más allá de que se cumplan los porcentajes de áreas verdes expuestos en los planes reguladores.
Hoy no logramos presentar un diseño vial amigable con la sociedad que queremos, más allá de las autopistas modernas y seguras que se han construido en los últimos 15 años. Hoy Santiago no está creando una armonía en su construcción de sociedad, sino que va creando un plano segregado, dividido notoriamente según sea el espacio y que no refleja ese Chile que todos queremos, más allá de que los números comparativos mundiales nos posicionen como una de las mejores ciudades para vivir en todo Sudamérica.
Hoy Santiago está de cumpleaños, ha crecido mucho, pero ha madurado poco.
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