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Curitas humanos, demasiado humanos

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¿Acusó o no acusó Ezzati a los curitas díscolos? Uno de ellos, Mariano Puga, salió en defensa del cardenal diciendo que era mentira[sic]. Al momento de escribir esta columna, no se ha sabido más del tema. Con todo, es lógico que cualquier institución asuma una defensa corporativa de sus intereses. Después de todo, hay enemigos más importantes que los enemigos internos: otras iglesias que hasta tienen ya capellanes en La Moneda, evangélicos que recaudan millones que debían ser de la Iglesia Católica, mormones, Hare Krisnas, y gente como yo, ateos librepensadores que vivimos muy bien una vida sin dioses, y mucha gente se ha dado cuenta de que no necesita un dios para ser feliz, aunque sí igualdad social y una serie de derechos básicos, como la educación universal y gratuita.

Pero usted que me lee ¿necesita para algo a la Iglesia? ¿Realmente cree que existe Dios? Piénselo. Si su respuesta todavía fuera afirmativa ¿cree usted que a ese Dios le haría falta gente como Ezzati o, incluso, personas más buena onda como Berríos, Puga y Aldunate?

Dos posturas contrapuestas, la del ultramontano Ezzati y la de los curitas del pueblo, parecían oponerse a muerte, pero, a la hora de la verdad, de “los quiubos”, como dicen en el campo, era más importante la unidad de la Iglesia como corporación. No tiene nada de raro si pensamos que, además, está el problema de O’Reilly, uno de los mejores recaudadores de la Iglesia, el “chiche” de los “cuicos” que se desubicó. Lo mismo hubieran hecho y hacen los partidos políticos, las alianzas y las concertaciones. Es lo que hay que hacer en política, lo correcto, lo que corresponde, lo sabio, lo prudente.

Sin embargo, hace tiempo que esta institución quiere convencernos que está más allá de la política y lo político, como una suerte de brújula moral que tiene como destino guiar a la nación en la dirección de los valores cristianos, los valores verdaderos de su Dios. Una forma política de actuar no es una forma de actuar propia de la institución que –todavía– pretende ser el señero no sólo de la moral pública, sino también privada de nuestros conciudadanos. Después de todo, se supone que actúa en nombre del «altísimo» y que está por sobre el mundano orden de cosas. Es por eso que se ha arrogado el derecho, desde su origen, a decir quién se acuesta con quién y quién puede meter qué dónde.

Seguir sus reglas se ha revelado hace tiempo como imposible para casi todos los chilenos, a no ser que usted tenga la plata para criar siete hijos, o que tenga la continencia para guardar castidad. Al final, casi todos los católicos mienten, porque usan anticonceptivos, porque se divorcian y se vuelven a casar, porque se masturban y, en partes menos veniales de sus pecados, porque roban, se coluden y financian campañas políticas sacándole plata al FUT, pero esa es harina de otro costal y no pretendo hablar de delitos económicos o fraudes, si apenas manejo mi presupuesto a nivel usuario.

Un gran número de chilenos acata, pero no cumple los preceptos y ni siquiera comparte la fe de su Iglesia. No entienden, por ejemplo, el misterio de la Santa Trinidad y pregonan una herejía arriana, separando al Padre del Hijo, sin entender que son una misma persona. No creen en la necesidad de la fe para la salvación y usan métodos anticonceptivos porque no hay presupuesto que alcance. Al mismo tiempo practican yoga, que no es solamente un deporte, sino una práctica religiosa, leen al Dalai Lama y creen en la reencarnación y, sobre todo y por supuesto, no van a misa, ni participan de una parroquia ni nada por el estilo. Pero cuando tienen que llenar un formulario, ponen sin pensar “católico”.

La Iglesia seguirá con sus cuitas. No empezaron ahora. Si no me cree, vea la serie “Los Borgia”, pero no se confunda, tampoco empezaron ahí, sino que en el principio mismo del ministerio de la Iglesia. No, no estoy hablado de Jesús ni de Pedro, porque nuestra versión del cristianismo empezó mucho después, en el Concilio de Nicea en el año 325, cuando el emperador Constantino necesitó unificar el dogma para gobernar en paz. Pero usted que me lee ¿necesita para algo a la Iglesia? ¿Realmente cree que existe Dios? Piénselo. Si su respuesta todavía fuera afirmativa ¿cree usted que a ese Dios le haría falta gente como Ezzati o, incluso, personas más buena onda como Berríos, Puga y Aldunate? ¿No sería acaso Dios? ¿No sería omnipotente? Con omnipotente quiero decir que lo puede todo sin más límites que ciertas imposibilidades lógicas o ni eso, por si usted es víctima de la educación pública. ¿No podría ese Dios hablar directamente con usted si quisiera?

Tal vez, como dijo un señor Kant en el siglo XVIII, sea hora de alcanzar por fin la mayoría de edad y salirse de la tutela –que para muchos ya es solo nominal, pero no por eso menos tutelar– de tan ineptos tutores, y dejar la Iglesia. Tal vez pueda usted formarse su propia idea del mundo. Sin duda que surgirán dudas, pero ¿qué le hace pensar que sus pastores no las tienen? Ellos, en el mejor de los casos, creen tener respuestas y en el peor hacen como que creen, pero ¿las tienen? Si usted sale de la tutela de sus pastores, no llegará a un mundo de certezas, sino simplemente a uno lleno de enigmas, pero ¿no pensaba usted cuando era niño que los adultos tenían todas las repuestas? ¿No se dio cuenta, cuando creció, que ser adulto era aprender a vivir sin aquellas respuestas?

Aquí afuera se vive sin muchas certeza, pero lo poco que se sabe, sí se sabe; porque es producto de la experiencia y de la razón. Porque aplicamos nuestro propio juicio y nos atenemos a las conclusiones que podemos, con nuestras escasas facultades, extraer de los hechos. No, no es una vida segura, pero nuestros aciertos son nuestros y nuestros errores también, y de una cosa podemos estar ciertos: aquellos pastores nunca supieron más que nosotros de la vida, a no ser por las fábulas que leyeron en un libro grueso, con tapas negras, que está lleno de muertes y odiosidades.

Publicado originalmente en El Dínamo

TAGS: Ezzati Iglesia Católica

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Pedro

20 de octubre

El autor del artículo pone en un pedestal a ateos y librepensadores como si fueran el único referente ético o moral. Bastaría con revisar la conducta de instituciones que se declaran a si mismas o a sus integrantes como «venerables» y otros adjetivos similares. Para eso no hay para que ir a la historia antigua, ni tampoco al idealismo filosófico alemán, basta con revisar su forma de actuar en la historia reciente de Chile, durante la dictadura militar, y así veremos quien puede hablar con mayor propiedad de certezas, de experiencia, de razón o de «moral pública» (sic). Como afirma la filosofía popular «con qué ropa» o «el diablo…vendiendo cruces»… jua, jua, jua…

20 de octubre

El no ser «ni chicha ni limonada» es la posición mas fácil, pues no debe cargar con nada, puede tapar fácilmente los yerros y en el minuto del éxito nadie lo cuestiona porque carece de lastres.
Eso es, precisamente, el facilismo con el que los ateos «librepensadores» viven. ¿alguien les puede reprochar inconsecuencia, si no declaran nada? Solo, a veces, al final de su vida piden una extremaunción «por si acaso».
Ser cristiano, evangélico, católico, o bien judío, musulmán, budísta o hindú tiene una serie de parámetros que le son difíciles de seguir, y no por ello las personas se DEBEN sentir hipócritas o inconsecuentes. Si fuera así, el señor Ruiz sería un chileno inconsecuente si no cuelga la bandera durante Septiembre, si no vota repúblicanamente para cada elección, o no apoya a cual sea el gobierno de turno por el solo hecho de que la mayoría de la nación así lo decidió. Siempre puede haber disenso, y no por ello se deja de ser de una creencia o grupo. Y, por lo mismo, a veces ese disenso se produce por decisiones, acciones, etc del grupo al que alguien apoya que no lo interpretan. Así que, vivir la vida buscando donde los otros «fallan» es propio del simplismo y poca tolerancia.

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