No puedo dormir. Es quizá por el hecho de que en estas fechas, y a estas alturas de la vida, con 21 años, uno está acostumbrado a carretear bajo la luz del halógeno salmón, que últimamente ha cedido ante el poderoso e incoloro LED. Uno está acostumbrado a salir a dar la vida en los barrios bohemios con los placeres y los peligros de corte adrenalínico que la oscuridad de la noche siempre entrega. Con el abrigo calórico de cientos de seres humanos como uno, bailando al son de un ritmo tropical en alguna casa antigua adecuada para la venta del vicio por excelencia, que representa el alcohol. Pero la lana, el dinero, no alcanzó para salir esta noche como me había predispuesto hace una semana, ansioso por terminar un periodo cruento de batallas contra los temibles exámenes. Una epopeya clásica del joven chileno moderno, de la cual esta vez no salí con victorias pírricas, sino con victorias netas.
Es en esta situación que me di el tiempo de reflexionar sobre mi agenda de esta semana. O lo que queda de ella. Este viernes saldré afuera de las caricias tranquilas de los suburbios capitalinos, donde el ritmo de la cumbia o de alguna canción ochentera se hace presente a medida que el aseo de cada mañana se realiza, y donde cada casa a eso de las una tiene un olor humeante a pollo cocinado al horno o de carne hecha en el sartén. ¿Mi destino? Quien sabe. De lo que si se es donde iré el sábado: Tendré una pequeña junta con compañeros de antaño, a disfrutar lo que no pude hoy. Y el domingo.
No puedo ni dimensionar el hecho de que ya haya llegado ese momento tan extraño, tan lejano, tan potente, en donde 2 personas se enfrentarán voto por voto, en el ejercicio máximo del sistema democrático que institucionalmente nos rige otra vez desde hace un tiempo.
El domingo. Ya se viene la segunda vuelta.
No puedo ni dimensionar el hecho de que ya haya llegado ese momento tan extraño, tan lejano, tan potente, en donde 2 personas se enfrentarán voto por voto, en el ejercicio máximo del sistema democrático que institucionalmente nos rige otra vez desde hace un tiempo.
Y es que el panorama no se ha dado fácil. Personalidades que nunca serían capaces de apoyar a gente de esta izquierda con viraje al centro, como Raúl Zurita, o Pepe Mujica, se han aliado con un personaje de esa talla centrista, como Alejandro Guillier. La farándula, el jet-set chilensis, que tan tiernamente daba su apoyo tácito a la derecha, hoy ha dado su brazo a torcer con todo a favor de Sebastián Piñera. Batallas encarnizadas por todos lados, divisiones que agravamos pero que no son nada comparado a tiempos de antaño, y apoyos de un lado a otro, se gestan en lo que parece ser una de las contiendas más duras desde el retorno de la democracia.
Y aun así, no entiendo el porque de la dificultad. Pues verán, Guillier y Piñera, son de la misma roñosa calaña moral.
Análisis del pasado debate televisivo, como el de Chile Check, arrojaron que si bien Piñera había dado declaraciones verdaderas pero engañosas en gran parte de la contienda televisada, Guillier dió la menor cantidad de declaraciones verdaderas.
Hubo incluso un momento donde motivado por el enojo, llegó a decir que en 2009 no hubo recesión, cuando pudo haber dicho que en 2009 todo el mundo lo estuvo, y de que bajo el manejo de Bachelet la moneda chilena se mantuvo fuerte pese a viento y marea. Razón potente, que junto a muchísimas otras nos valió el ingreso a la OCDE al año siguiente, el llamado «mundo desarrollado».
Se demostró claramente en el debate presidencial que Piñera y Guillier son iguales para argumentar: No lo hacen. Vomitan todo el programa como si lo hubieran estudiado a última hora, como un mechón en su primer examen oral. Aunque lo intenten hacer argumentar, aunque lo inviten a explorar sus conocimientos, él no lo hace y sigue repitiendo la misma frase grabada en la mente en base a materia. Lo mismo con ambos. Los periodistas presionaron a ambos a decir cosas más allá y se remitían a lo dicho.
Para qué hablar de los niveles de discriminación y misoginia de ambos. Guillier es de estimular la economía con muñecas inflables como demostró con Asexma. Piñera es de ponerse arriba de las mujeres que se hacen las muertas, haciéndose el vivo, como dijo en Linares. Guillier se defiende de la arista Calvo en el caso Spiniak diciendo que «eran otros tiempos», Piñera defiende sus intereses en votantes cristianos hablando que los trans se «pueden corregir con la edad».
Más aún, para que comentar su aversión a los medios públicos. Piñera hizo cerrar La Nación de la noche a la mañana. Guillier no quiso cooperar con su voto senatorial a salvar TVN. Eso último fue tremendo, teniendo en consideración que hasta un acérrimo neoliberal como José Antonio Kast, defendió el canal público.
Ni siquiera quiero comentar el apoyo que en el pasado se daban ambos, heredado, probablemente, de las relaciones de empleo que tenían. Quizá por eso se dan la mano pese a las fuertes discusiones políticas que sostienen. Quizá en el fondo saben, de que da igual quién de los 2 gobierne, pocas cosas cambiarán. Si es un país demasiado institucional, es como un jueguito de ambos.
Y aun así votare por Guillier este domingo. Y aun así.
No importa quien gobierne. En el Senado y en la Cámara de Diputados la mayoría quiere una ley de matrimonio igualitario. Nadie estaría dispuesto a eliminar la ley de aborto en 3 causales. El tema de Punta Peuco ni Bachelet lo quiere tocar. La gratuidad seguirá, y de lo contrario los jóvenes se levantarán. La violencia en la Araucanía está de manifiesto que sigue sin importar el gobierno de turno. El proyecto de Nueva Constitución está ahí, pateando piedras.
Solo lo haré por una simple razón. Guillier tipificará la violencia de género como delito, según se asegura en el programa.
Pero aun así, nada quita que ambas personas tengan casi la misma calaña personal. Al final, será siempre lo mismo.
Igual que yo con mi falta de sueño veraniego. Quizá el rumbo desconocido me ayude a aclarar mi mente llena de dudas.
El mismo rumbo que una cercana hace algunos años tomó en una noche oscura, y que la llevo a ser violentada. Hay noches en que pienso la suerte que ella tuvo, pues casi la asesinan en esa noche en el puerto. Ella si logro hacerlo pagar.
Pero aun así hay quienes no.
Aun así.
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