¿Por qué nos espantamos tanto de la reivindicación del dictador, si día a día vivimos bajo las leyes que él impuso, e incluso tenemos autoridades que comenzaron su carrera de “servicio publico” bajo su régimen?
Si bien han pasado más de veinte años de la recuperación de la democracia, los recuerdos y los fantasmas de la época dictatorial siguen vivos. Una muestra clara de ello es la polémica que se ha suscitado debido al evento que se realizará en el Teatro Caupolicán, y que tiene por objeto tratar de reivindicar la figura del ex dictador Augusto Pinochet.
En esta polémica se han manifestado todo tipo de posiciones al respecto; algunos han llamado a prohibir el evento, mientras que otros han puesto en el tapete el tema de la libertad de Expresión. Este último concepto, curiosamente, ha sido manoseado al extremo de buscar explicaciones democráticas para que se lleve a cabo del homenaje a Pinochet. De hecho, quienes son conocidos como “pinochetistas furiosos” han rasgado vestiduras en nombre de la democracia y la pluralidad de ideas, tratando de poner a la misma altura las manifestaciones ideológicas, con el endiosamiento a un personaje autoritario.
Tal vez este no sea el problema más grave en este caso. Quizás estos viejos militares son la cara visible de este movimiento casi religioso, pero claramente son quienes han puesto la cara, el pecho y el mentón solamente. Pensar que ellos y sus rabietas propias de personas que cercanas a la demencia (Juan González es la prueba) son la parte peligrosa de esta concepción de país, es equivocarse y no entender quién es quién en la política chilena.
Hoy en día, es importante poner atención en quienes callan, más que en quienes vociferan. Quienes se visten de trajes pluralistas más que en quienes se sienten orgullosos de haber sido militares. Ellos fueron realmente los que crearon el pinochetismo, los que lo aprobaron e hicieron una carrera política a base de eso. Aquellos que hoy en día han vuelto a La Moneda son quienes deberían preocupar más, porque es iluso creer que el espíritu de la dictadura solamente ha vuelto a aparecer en el mapa político con este evento, cuando tenemos ideólogos y ex funcionarios sentados en el palacio de gobierno. ¿Qué pasa con ellos? ¿Por qué nos espantamos tanto de la reivindicación del dictador, si día a día vivimos bajo las leyes que él impuso, e incluso tenemos autoridades que comenzaron su carrera de “servicio público” bajo su régimen?
El pinochetismo está en todas partes, lo que sucede es que no lo queremos ver. Relacionarlo solamente con los uniformes y la cara visible de la tortura en Chile, es un grave error que nos ha costado asumir, y que estamos pagando día a día. Hay partidos políticos que se crearon al alero de la figura del fallecido militar, pero que hoy se hacen los desentendidos y se esconden detrás de la investidura gubernamental. Esto les ha servido frente a nuestra frágil y torpe memoria la que solamente despierta frente a homenajes de esta envergadura. Acordarnos de la dictadura solamente en momentos como estos, en que se la trata de reivindicar, es hacerse el sordo y el ciego y no querer entender que quienes nos gobiernan, fueron quienes la llamaron, quienes la incentivaron y los que se nutrieron de esta para beneficiar se como elite oligarca. El problema real, es que esta está más viva que nunca haciéndose la desentendida, mientras sus ex guardaespaldas defienden eso de lo que ellos tratan de arrancar.
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