El voto no es una herramienta individualizadora, el voto es una herramienta de creación colectiva de visiones de sociedad puesta en práctica en un modelo democrático. La visión de ciertos sectores es que el voto, dentro de un sistema de mercado, es renunciable
Estamos ante una crisis de representatividad en Chile. De un universo de 13 millones de personas con capacidad de voto, solo ha participado un número superior a 6 millones en las últimas dos elecciones. Quienes decían que el voto voluntario era la opción de alivianar o modernizar esta democracia, han caído en el juego de quienes ven al voto y a la participación democrática como un derecho en la concepción subjetiva, es decir como algo renunciable, una concepción profundamente liberal, arraigada también en el imaginario colectivo de la gente.
El voto no es una herramienta individualizadora, el voto es una herramienta de creación colectiva de visiones de sociedad puesta en práctica en un modelo democrático. La visión de ciertos sectores es que el voto, dentro de un sistema de mercado, es renunciable, pues el consumidor puede elegir si consumir o no el producto si es que no le apetece, por tanto, puede votar o no, dependiendo de la oferta del mercado y no pensando en un bien común o un proyecto de sociedad. Este pensamiento profundamente economicista tiene plena aplicación en nuestra actual sociedad. El voto debe ser obligatorio, con inscripción automática y desafiliación voluntaria, y a su vez, debe haber una profunda política de estado destinada a crear programas de educación cívica, a potenciar organizaciones comunales y sindicatos, revivir el espíritu de comunidad que este país tuvo en algún minuto y que fue machacado brutalmente.
La crisis de representatividad nace de parte de una institucionalidad democrática no nacida en democracia, algo ilógico en cualquier parte del mundo, más aún si consideramos que durante 20 años la política de consensos mantuvo un status quo concreto asegurando gobernabilidad por sobre todo y evitando cualquier cambio profundo, ya sea por inercia de la Concertación o por obstrucción de la derecha. La alternativa democrática no consiste únicamente en voluntariedad, sino en potenciar la participación política ciudadana con miras a una democratización de la institucionalidad, no hay que dotar de poder al individuo, sino a la comunidad en su conjunto.
Friedman decía “si un intercambio entre dos partes es voluntario, no ocurrirá a no ser que ambos crean que se van a beneficiar de él. La mayoría de las falacias en economía derivan de la negación de este concepto tan simple, de la tendencia a asumir que hay una traba insalvable, que una parte puede ganar solo a expensas de la otra». Ésta es la concepción que tenemos actualmente sobre un voto, una concepción utilitarista de la democracia, una gremialización de la participación política en la cual, se ve a la persona no como un sujeto de derecho, sino como un consumidor. Es esta concepción a la cual una persona con sensibilidad de izquierda debe oponerse, pues aleja a los sectores populares de la organización política. Hace que el devenir político quede en manos de una élite que busca mantener sus cuotas de poder formando una oligarquía política.
Ahora, comprendiendo que el problema radica no solo en un problema de las instituciones, el cual obviamente hay que cambiar y ojalá por la vía de una asamblea constituyente, también hay que comprender que la herencia neoliberal ha penetrado profundamente en la conciencia colectiva del pueblo chileno. La individualidad que éste propone, incluso llega a sectores que dicen pertenecer a variantes de izquierda y que están cayendo en el juego de los sectores que promovieron estas medidas liberales, no por nada el Instituto Libertad & Desarrollo es el gestor intelectual del voto voluntario, entonces ¿fue realmente el voto voluntario una solución a la crisis de representatividad? ¿o es acaso una liberalización mayor de nuestro ya liberalizado país? ¿La crisis de representatividad se soluciona con medidas individualistas o colectivistas? Está claro que el gran ganador fue la abstención y la concepción gremial de la política. Ésta no está cumpliendo su objetivo y eso debe preocuparnos a todos los que no creemos en el gremialismo.
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