Crisis en el oficialismo, declaraciones belicosas de amigos y enemigos, soroches , bochornos, risas nerviosas, explicaciones inverosímiles, declaraciones heroicas, un desafío: pónganse de acuerdo y legislaremos.
Al parecer, algunos fueron demasiado lejos en esto de ponerse de acuerdo y se pasaron de una línea imaginaria que nos divide entre buenos y malos. Resultado: por fin aquello que todos han estado exigiendo, sugiriendo y reclamando, ponerse de acuerdo. En este caso, queda demostrado que algunas de las declaraciones de intención eran más falsas que moneda de tres pesos. Estamos hablando de una reforma democrática que se impone por su propio peso y resulta tan obvia que nadie puede declararse en contra, pero que en el fondo, al parecer no impresiona ni emociona a nadie. Estamos hablando – si Ud. no se ha dado cuenta – de la reforma del binominal.
La forma de oponerse era la de atribuirle baja prioridad. Hay una frase muy perversa que señala esa línea de ideas: “ Algunos andan preocupados de las necesidades de los políticos y no de la gente”
La reforma política no es para los políticos , e incluso, en algunos casos puede ser contra ellos. Es para mejor optar por aquellos políticos que demuestren compromiso, ideas, iniciativa, honestidad y sentido común. Para abrir las ventanas del congreso y permitir que entre aire fresco. Para bajar el promedio de edad de los honorables. (No tengo nada contra los viejos, lo soy) y hacerle espacio a la juventud y a las regiones. Para mejorar, en definitiva, la representatividad.
Pero no, entusiasmados por los clarines de victoria que anunciaban que – por fin – ha sonado la hora de los cambios, olvidamos que el sistema fue diseñado , y todos sabemos por quién, para alterar los resultados en la hora de contar los votos. Mediante un truco de magia circense, se hace posible que el tercero llegue segundo y éste quede postergado. Todo esto en aras de la estabilidad.
Perdonen la analogía burda, pero es como proponer un reglamento nuevo en el fútbol, que si el equipo A no gana por 2 goles de diferencia, es empate. ¿ Aceptaría alguien esa idea, para que haya más estabilidad y los barras no se desordenen?
Más de veinte años ha durado esa cuchufleta y ahora incluso algunos adherentes de gobierno se han dado cuenta ( enhorabuena) de que ese sistema no puede continuar porque, justamente dejó de producir estabilidad.
Resulta evidente que ha causado frustración, desconfianza, indignación. Lo demuestran las encuestas, todas ellas en un raro unísono. Se llega a medir con absoluta claridad que las cifras de desconfianza son superiores a las de las votaciones. O sea, los parlamentarios son elegidos con cerca de la mitad de los votos y sin embargo, cerca de un 80% de las opiniones expresan desconfianza en la institución. No es necesario tener un Master en Ciencias políticas para comprender que algo huele a podrido en este país.
Incluso, el Presidente de la República, en un arrebato de franqueza, se mostró decidido a iniciar el debate. Pide un acuerdo para ello e invita a los políticos a pronunciarse.
Pero uno de los partidos oficiales se taima y no hay quien mueva al burro. Se empacó y su más conspicuo vocero , en tono amenazante pronuncia su veto. No está en el programa, es inconveniente y no se hace. Punto.
Consejos de gabinete, caras largas, indignación, evasivas. Otro consejo, esta vez, una comisión ampliada. Termina ésta con omisión de saludos y una meliflua declaración del vocero que nos explica que, en realidad no es necesaria la reforma que más adelante, tal vez y con un acuerdo previo, se puede discutir. Las explicaciones del vocero son magistrales en el difícil arte de pronunciar largas y enérgicas frases, casi siempre bien hilvanadas sin decir absolutamente nada.
No quiero entrar en el terreno de las especulaciones. Lo que ocurre al interior del gobierno es difícilmente imaginable. Yo puedo intuir que no reina el mejor de los ambientes, pero no más que eso. Lo que trasluce , sin embargo, es sencillo. La UDI tiene poder de veto y lo usa sin ambages en la hora de ver amenazados sus privilegios. Y el binominal es uno de ellos, como se recordará de la elección de su fundador como senador por Santiago poniente, cuando desplazó a R. Lagos que tenía muchos más votos.
Yo no creo que la ciudadanía esté satisfecha con esta estabilidad. La ciudadanía se siente estafada. Y creo también que está dispuesta a transformar esa insatisfacción, esa indignación en votos. La ciudadanía debe pensar fríamente en sacar del parlamento a los partidarios del binominal. Independientemente de su línea política. Ha sonado la hora de no tener más apernados en la cámara y el senado. Tampoco, a designados. Necesitamos verdaderos representantes de la voluntad popular. Que ganen sus puestos en buena lid y sin trucos.
La responsabilidad será nuestra. No podemos esperar que “ de buena voluntad” la coalición gobernante decida cambiar el sistema. Sin la voluntad decidida de la ciudadanía hecha votos, esto no ocurrirá nunca.
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