Ante el actual desbarajuste en la realidad política y la conducción gubernamental, la salida está en abordar lo que debió ser la prioridad desde el primer día para la actual administración: la nueva Constitución.
Como se ha demostrado desde su imposición en 1980 y, durante todo el período post dictatura en el que seguimos inmersos, la Constitución permea y determina el conjunto de normas que nos rigen y, por ello, seguimos sintiéndonos prisioneros de una estructura tramada hace décadas y con sus artífices ya muertos.Pasemos a formar parte de las democracias parlamentarias, el canon de la democracia occidental, con un parlamento unicameral de unos 150 miembros, un primer ministro y su gabinete y un presidente que sea jefe de Estado, pero no de gobierno.
La mejor manera de liberarnos de estas ataduras espurias, es reemplazar el merecidamente desprestigiado Congreso Nacional binominal actual y elegir un auténtico Parlamento unicameral de unos 150 miembros, ante el que respondan y que integren un primer ministro y su gabinete, permaneciendo la Presidenta Michelle Bachelet en su función de jefa de Estado, pero abandonando la jefatura del gobierno.
De esta forma, pasaríamos a formar parte de las naciones con sistema de gobierno parlamentario, el canon de la democracia occidental, con la sola excepción de Estados Unidos y su “patio trasero”, como ocurre en toda Europa, pero también en Japón, India, Israel, Canadá y todo el resto de ex-colonias británicas que son democracias. Además nos liberaríamos del funesto presidencialismo sudamericano, que sólo fomenta y alimenta el surgimiento de líderes populistas y mesiánicos, que siempre han caracterizado y desprestigiado a nuestro sub-continente.
Ya eliminado el fraude electoral que representaba el sistema electoral binominal, la adopción de un sistema parlamentario, también torna urgente la tramitación de la ley de partidos y la renovación de su militancia, como lo planteó la comisión Engels y el gobierno está concretando.
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