“Todos Iguales”. Así reza la convocatoria, el mensaje y el reclamo de una nueva expresión de rabia acumulada que ha irrumpido como uno más de los pendientes que el futuro próximo tendrá que resolver, tal como ayer se hizo cuando la urgencia pedía instalar democracia y justicia, aunque fuera dentro de lo posible.
Todos iguales.
Pero en estos días en que somos testigos de una suerte de ira social que decidió dejar de contenerse, también van surgiendo los rostros de otras desigualdades no escuchadas, no vistas o no visibilizadas suficientemente, que pareciera que se instalan en las calles o en las redes, unas al lado de otras, y se reconocen como parte de una gran aspiración definitiva.
Sin embargo, las injusticias no son todas equivalentes y, al igual que las plegarias atendidas, hay unas que son recibidas antes, como si estuvieran en la fila frente a la ventanilla de reclamos de una institucionalidad obsoleta.
Estamos acostumbrados a las urgencias: para eso nos unimos y tratamos de amparar la demanda de las necesidades básicas con mayor o menor acierto y sabemos cómo resolver en la mayoría de los casos qué es lo apremiante para una sociedad que aspira al desarrollo dentro de un marco de justicia social. Ahí se encuentran, por ejemplo, los avances en la institucionalización del derecho a una pensión solidaria para todos; las salas cunas y jardines infantiles para incorporar la educación preescolar; la ampliación de las coberturas y de acceso a la salud; la alimentación sana para nuestros niños y adolescentes; el derecho a voto para todos, vivan dentro o fuera del país. Cada una de éstas son aspiraciones que están posicionadas en nuestra sociedad y sabemos que deben tener un piso mínimo de igualdad. De igualdad para todos.
En una sociedad democrática, es lógico que se tienda a privilegiar la necesidad de una demanda social por sobre otra. Es comprensible, en la medida en que el criterio de elección se afinca en la participación y la no segregación. Cuando el proceso del avance social es acogedor e inclusivo de todas las demandas, hay grupos y temas que aceptan la postergación temporal de lo propio, porque existe un sentido de justicia que reconoce que hay otro que necesita más que yo. En una sociedad democrática se reconocen todos iguales, aunque las plegarias sean atendidas una a una.
En nuestro país, por una u otra razón, diversas minorías han quedado relegadas, pese a que llevan mucho tiempo de larga espera en la fila de la ventanilla de reclamos. Pero ahora les corresponde el turno a los homosexuales y lesbianas. No tengo claro si la demanda es el derecho al matrimonio o a la adopción, o a criar y educar hijos. Francamente no lo sé ni aventuro respuestas, pero sí tengo la absoluta certeza de que, cualquiera sea la opción sexual, religiosa o política, todos cabemos dentro del concepto de ciudadanos, y ahí todos somos iguales.
La marcha a la que han convocado para el 25 de junio tiene sentido junto a todos los otros reclamos, porque son iguales. Es el llamado de los estudiantes y profesores, el de los empleados públicos, el de los jubilados, el de las mujeres, el de los habitantes de las zonas devastadas sin reconstrucción, el del hastío ante “las letras chicas” y las promesas no cumplidas. Es, en el fondo, la protesta contra la provocación del autoritarismo moral de la derecha chilena, que no entiende de igualdades porque genuinamente no cree en ellas; la misma que se opuso en su momento a que todos los hijos fueran simplemente hijos, y que ahora se opone a que todos los chilenos puedan votar y, por cierto, a que todos podamos decir por igual que nos amamos y decidir cómo nos queremos amar.
* Columna publicada también en El Post.
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Foto: Nacemos libres e iguales / Licencia CC
Comentarios
24 de junio
Siendo así, defiendo el derecho de quienes deciden no cómo amarse, sino cómo ganarse la vida, ya que algunos escogen ser ladrones… Algunos lo hacen con cuello y corbata y otro con zapatillas y pasamontañas, pero, como «todos nacemos libres e iguales» y a todos nos llega el momento de protestar por el derecho a que nos dejen vivir como queramos y, posteriormente, reconocido aquello, que seamos iguales ante la Ley, espero que a los ladrones les llegue también el momento de su marcha por la igualdad…
Luego espero que venga el turno de mentirosos, agoreros, hechiceros y asesinos, infanticidas incluidos…
Si a nadie le incomoda, por cierto…
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24 de junio
Estimado Peón, creo que no entendiste el sentido de la columna. Tu comentario, legítimo por cierto, caricaturiza el concepto de la igualdad de Derechos y debieras partir por leer la Declaración Universal de DDHH; luego, estudiar algo de la Historia de Chile y finalmente tratar de interpretar la sociologóa política y comprender que cada demanda tiene un sentido de justicia, incluso la del ladrón o la de la mujer que se prostituye. Nadie realiza sus actos por designio natural como creen los naturalistas o por ser «enfermo», como nos hacían creer en los siglos pasados.
La igualdad tiene que ver con el reconocimiento y la atención que se otorga a la justicia que hay detrás de cada demanda, nada más , pero también nada menos.
Por cierto, la opinión expresada en la columna pretende expresar la justicia de reclamar contra aquellos Autorismos Morales que creen que se puede segregar a una persona por ser como es, por sus opciones.
Otra cosa es el delito, pero para eso existe el poder punitivo de las sociedades delegado al Estado, quien ejerce el reproche social mediante el castigo hacia quienes rompen las «reglas del juego».
Ojala mañana nadie te impida llegar a ser Alfil o Torre quizás.
Gracias por tu comentario.
Christian Luco
25 de junio
La sexualidad, Christian, actualmente no es definida en blanco y negro por los especialistas, es decir, no existen sólo homosexuales y heterosexuales, sino que un abanico de realidades.
Entiendo que la Constitución debe garantizar el derecho de las personas a vivir su vida tal como les parezca, si esto no daña a los demás, a disponer de cierta igualdad de derechos y a recibir los beneficios que todo hijo de la patria debiera recibir y ante semejante realidad, ciertos derechos de la población homosexual serán reconocidos y otorgados, sin lugar a dudas… Es sólo cosa de tiempo…
Por otro lado, sin embargo, la Ley que aplican las Instituciones del Estado relativas al delito, la injusticia o la transgresión, son un subconjunto de leyes creadas por la mirada humana en torno a lo que es razonable y justo, pero, no son la única forma de Ley conocida por los hombres y no necesariamente lo que acepta o castiga la Ley de los hombres, es aceptado por la Ley de Dios contenida en la Biblia.
Yo entiendo que mencionar a Dios posiblemente implica un proceso de validación de su existencia en torno al tema que has desarrollado, ya que el homosexualismo es condenado en la Biblia y es precisamente lo que no esperas que haga la Ley humana y el sentido común de la sociedad, sin embargo, que el Estado tenga atribuciones para aplicar cierta justicia en torno a los delitos, no garantiza su capacidad para enseñar qué es lo realmente justo y qué cosa es o no un delito, de forma de tener lo que ello conlleva legislado y ni siquiera por tenerlo legislado es tampoco capaz de aplicar la debida justicia…
Un ejemplo de ello son los derechos humanos que citas y que me recomiendas leer… Dime… ¿El Estado actúa de tal forma que los derechos humanos están garantizados?…
El sentido común del bien y del mal que habita en los hombres es más poderoso de lo que pudiéramos llegar a concluir acerca de el a priori y es superlativamente desarrollado por la mera lectura de la Biblia, sin haber leído declaración alguna de derechos humanos confeccionados por los hombres, o haber estudiado historia de Chile, o saber interpretar la sociología política, porque la sabiduría contenida en la Biblia es superior a la de los hombres, por lo tanto, cuando los hombres intentan aplicar justicia, te puedes preguntar a cabalidad si acaso lo hacen o no con la debida sabiduría e inteligencia…
Yo supongo que tú abogas por la mayor clase de libertades y derechos de la gente homosexual, porque eso te parece justo y crees que les haces un bien, pero, si la Biblia es axiomáticamente más sabia que los hombres, ¿tú crees que la oposición que hace la Biblia al homosexualismo es menos sabia que tu apoyo a los homosexuales?… Es decir, yo creo que si tú piensas que les haces un bien a ellos y a la sociedad abogando por sus plenas libertades, yo creo que desparramas lo que la sabiduría intenta juntar…
Visto de otra forma, puedes preguntarte si acaso no existirá un mejor mecanismo para hacer algo justo y bueno por los homosexuales, que sólo abogar por los derechos que ya has defendido… Si no encuentras tal mecanismo, ¿por qué debieras asumir que tu búsqueda ha sido cabal dentro de los anaqueles de las posibilidades y la sabiduría, si no encuentras tal mecanismo, considerando que la Biblia es más sabia que los hombres y desde la antigüedad condena el homosexualismo?…
Lo que no condena la Biblia es amar al prójimo, así es que pienso que si amas al prójimo, pensarás en un bien y justicia para con los homosexuales que tenga una mirada de más largo alcance que sólo velar por sus derechos y no por el fruto de sus razonamientos…
«Lavaos y limpiaos; quitad la iniquidad de vuestras obras de delante de mis ojos; dejad de hacer lo malo; aprended a hacer el bien; buscad el juicio, restituid al agraviado, haced justicia al huérfano, amparad a la viuda.»
ISAÍAS…
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