De pronto el debate pareció ser entre quienes están a favor o en contra del cuidado del medioambiente. Mientras quienes rechazaban el proyecto Dominga decían enarbolar la bandera del ecologismo, los que defendían esta iniciativa privada ponían en el centro del debate el crecimiento, aunque este significara arriesgar el ecosistema.
Eran los buenos contra los productivos. Los que decían cuidar el entorno versus los que querían desarrollar la productividad: los hippies versus los “técnicos”. Así por lo menos se ha instalado la discusión en días en que el renunciado ministro Rodrigo Valdés y la Presidenta Bachelet tienen una discusión a través de los medios que muy pocos quieren tomarle el peso ideológico real que tiene.
Lamento decirlo: acá el problema principal no es si se interviene o no el medioambiente. Toda iniciativa que busque cualquier tipo de desarrollo debe involucrar la intervención del ser humano sobre este. Oponerse a cualquier construcción por el solo hecho de temer que haya ciertas externalidades, no es preocuparse del medioambiente, sino preocuparse de la visión sacra que uno tiene del medioambiente.
El ahora ex ministro Valdés, desde Hacienda, ha tratado de contarnos lo contrario. Ha querido hablarnos de ese Chile noventero en el que los verdaderos desacuerdos políticos se escondieron bajo esa “política de los acuerdos” en la que reinó la preponderancia del crecimiento por sobre la distribución o el cuestionamiento al exceso de mercado.
Para que todo tipo de intervención no afecte la convivencia humana, es que la acción política debe estar por sobre cualquier economicismo radical que instale el crecimiento privado por sobre la fuerza determinante que debe tener el aparato estatal. Y ese es el debate que real que hay en La Moneda.
Rodrigo Valdés, quien fue tal vez, junto a Jorge Burgos, el ministro más concertacionista de la Nueva Mayoría en la actualidad, esta semana manifestó sus prioridades ideológicas como nunca antes lo había hecho. Junto con puntos de prensa en los que criticaba a quienes no ponían al crecimiento por sobre cualquier otra consideración, también, en una conferencia en el Centro de Estudios Públicos, defendió de manera sutil a las AFP, señalando que no eran la causa de todos los males de este sistema.
Estas declaraciones parecen importantes para entender cómo la economía-o los intereses económicos- han sido puestos sobre la política en la centroizquierda. Y que este, finalmente, es el tímido debate ideológico que debe ser impulsado por un progresismo que quiere avanzar hacia una sociedad en donde la ideología economicista no esté por sobre cualquier cosa.
El ahora ex ministro Valdés, desde Hacienda, ha tratado de contarnos lo contrario. Ha querido hablarnos de ese Chile noventero en el que los verdaderos desacuerdos políticos se escondieron bajo esa “política de los acuerdos” en la que reinó la preponderancia del crecimiento por sobre la distribución o el cuestionamiento al exceso de mercado. Nos quiere decir que la economía- o la ideología neoliberal para ser más exactos- es la que debe tomar decisiones por sobre cualquier tema.
Lamentablemente para los profetas del capitalismo desregulado, en una democracia madura la política y el Estado debe estar por sobre las decisiones de ese mercado que dice que se maneja solo, cuando todos sabemos que no es tan así. Por lo mismo es que, si Bachelet dice que quiere velar por el ejercicio democrático, lo más saludable es no tener a fanáticos que defienden el tecnicismo ideologizado como si fuera una fe, porque en ese terreno el raciocinio de la política no tiene cabida.
Comentarios
24 de septiembre
Como saber la inteligencia de un columnista = 1 dividido por el numero de veces que usa el termino «neoliberal»
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