El timonel del PRO, Marco Enríquez-Ominami, afirmó el sábado pasado, ante una multitud de trabajadores, que “observa en el gobierno una cierta regresión autoritaria”.
Llama la atención la obviedad del señor Enríquez-Ominami cuando revela su descubrimiento de que hay “una cierta regresión autoritaria, una cierta regresión conservadora, en la mente de las actuales autoridades”.
Como este “acierto” lo generó el problema creado por una enciclopedia sexual de carácter técnico pedagógico, y sólo para ser administrada por docentes – como sabemos -, no podemos más que celebrar sus ideas progresistas respecto del tema.
Sin embargo, a la luz de los antecedentes políticos de este ex candidato a la presidencia de Chile, que un día decisivo manifestó que no estaba ni ahí con la última opción concertacionista para salvarnos de la derecha…, no podemos sino abismarnos de unas declaraciones tardías e ingenuas, impropias de un político con ambiciones. Las dice como si hubiera descubierto América.
¿Acaso no imaginó el mapa ideológico y de gestión que aplicaría la derecha dura ya instalada en el gobierno? ¿Tanto tardó para hacerse cargo de la regresión del gobierno de la Alianza? Ahora, si este escenario no era predecible para el ex candidato, no se entiende su presencia en la arena política, cuyo arte es precisamente la capacidad de predecir y de anticiparse a los acontecimientos. Le podemos asegurar al señor Enríquez Ominami que la instalación de íconos confesionales en los frontis de los edificios públicos, y el manejo impropio de un vocabulario excluyente de alcances religiosos son sólo el principio de una “revolución silenciosa” que, sustentada en el Opus Dei, intentará desde allí, sentar las bases de un fundamentalismo que busca “lo mejor para el pueblo”.
Ante esta realidad, y retrotrayendo la historia a unos pocos meses, más precisamente a las elecciones presidenciales de diciembre de 2009, podemos sostener que los arrebatos de individualismo, la mezquindad y las acciones de quiebre, pueden resultar tanto o más regresivas que las confesionales. En esto, es práctico, si no elemental, señalar que un político no juega con la historia. Ésta demuestra que las regresiones conducen a largas caminatas por el desierto, muchas veces sin regreso posible.
El caso de la educación municipalizada, último acto alevoso de la dictadura, es un ejemplo decisivo: esa institución quedó instalada como un ente monstruoso e inamovible, que los chilenos aceptan hoy sin voluntad de desafiarla, a sabiendas de que fue el acto fundacional de la inequidad total entre los chilenos. Sólo por exponer una clase de regresión trascendental.
Hay muchas otras a lo largo de la historia de nuestro país; y aunque parezca extraño, no todas las regresiones han sido generadas por la derecha. Lo ideal es anticiparlas para evitar que se consoliden como parte de la nueva cultura (no tan sólo de la nueva forma de gobernar); y que el señor presidente del PRO, agudice su percepción de la política contingente.
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