La primarias del domingo constituyen un hecho importante en pro de la participación ciudadana, o por lo menos, eso se pretende hacer creer. Pero más allá de los resultados – a todas luces predecibles en la región del Biobío, salvo honrosas excepciones como la de DC Ivonne Rivas en la comuna Tomé y el triunfo de Jaime Soto en San Pedro de la Paz – reconozco que le tenía más fe a la PPD María Angélica Fuentes, ex gobernadora. Hay otras lecciones que aprender con mayor urgencia para fortalecer los procesos democráticos.
Más allá del pretexto de que es un proceso de un conglomerado político y de que no exista legislación o marco que regule este tipo de actividades, la lógica indica que a lo menos quienes buscan ejercer un cargo de representación popular mantengan las reglas mínimas de un proceso eleccionario. Las de ayer domingo se transformaron en la primera elección, en la cual el uso de promotoras alrededor de las urnas estaba permitido. Es la primera elección donde la propaganda electoral te perseguía incluso en el mismo lugar de votación, y mejor ni referirse al sistema de transporte utilizado para “acercar” a los votantes. Lejos, un sistema de transporte mucho más efectivo que el Transantiago.
Todos los sectores políticos caen en la contradicción de ensalzar sus acciones, olvidando que muchas veces esa acción contraviene un sinnúmero de normas mínimas para un proceso democrático. Hablar en torno a la defensa a la participación y los procesos democráticos no es más que discurso electoral si en el fondo las acciones contravienen lo que se dice defender.
Hoy muchos se declaran vencedores. Unos por haber sacado la mayoría de los votos, otros por haber empujado el proceso, aunque la realidad objetiva dice que muchos obtuvieron una votación muy por debajo de lo esperado.
En lo personal, creo que perdieron los procesos democráticos; sufragar es un acto del cual Chile es ejemplo en el mundo y ayer se transformó en una suerte de chacota coordinada donde ni los propios organizadores se ponían de acuerdo.
Nobleza obliga. Felicitaciones a la Concertación por “proponer” participación, pero digamos las cosas como son: no es un ejemplo a imitar, quizás sea, eso sí, un proceso a estudiar, sobre todo para aprender de los errores.
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