Los últimos acontecimientos políticos dejan una creciente sensación de vacío, e inestabilidad, de ausencia de orientación estratégica y falta de liderazgo.
No hay que estar muy informado para darse cuenta de que el sistema político chileno está viviendo una crisis. Una crisis sistémica pues tiene una gran capacidad de conectar/involucrar a todos sus elementos. Es muy improbable, como los hechos recientes lo confirman, que el propio sistema político disponga de los recursos para darle una solución, incluso de que disponga de la capacidad de reconocerla en su magnitud.Hasta que no emerja un actor político y social que pueda articular un discurso de radicalización de la crisis democrática, y movilizar a un segmento importante de la sociedad detrás de él, nos hallaremos en una tierra de nadie.
Estamos frente a una crisis democrática. Se trata de una crisis derivada de las constatadas falencias democráticas del sistema político actual. Chile no puede involucionar, detener o revertir el proceso de ampliación y mejora de nuestros estándares democráticos que pujan por hacerse espacio al interior del sistema político. Por lo mismo la crisis va a persistir.
El problema no es la crisis. El problema es que no hay actores políticos capaces de canalizarla, como lo demuestran los fallidos intentos del ejecutivo. Lo que no hace más que amplificar la crisis, pues reafirma la pérdida de fe en las capacidades de los actores políticos institucionalizados.
Y éstos no pueden canalizarla porque no pueden articular un discurso de radicalización de la crisis democrática que vive el país.
Los problemas de la democracia se solucionan con más democracia. Y en situaciones de crisis democráticas esto requiere de un discurso radicalmente democrático, sin fisuras ni letras pequeñas, sin excusas. ¿Qué actor puede asumir en el Chile actual el liderazgo de un discurso radicalmente democrático?
Por ahora, los actores institucionalizados (Presidenta, Parlamento, Partidos, parlamentarios, etc.) no parecen tener esa capacidad/posibilidad, y de ahí la sensación de vacío y ausencia de liderazgo y definición estratégico que percibimos frente a la crisis que enfrentamos.
Los actores sociales, debilitados por su funcionalidad marginal en el actual sistema político, parecen no tener aún la suficiente fuerza o recorrido para asumir ese papel, aunque parecen estar en ello.
Hasta que no emerja un actor político y social que pueda articular un discurso de radicalización de la crisis democrática, y movilizar a un segmento importante de la sociedad detrás de él, nos hallaremos en una tierra de nadie.
Recién cuando eso suceda podremos visualizar cuáles son las opciones reales de que disponemos para salir del atolladero en que nos encontramos. Mientras tanto nos mantendremos en la zozobra que supone tener problemas cuya solución ni tan siquiera atisbamos.
Que emerja un actor político y social que pueda articular un discurso de radicalización de la crisis democrática, dadas las condicones actuales, no parece facil. Esto hará, sin duda, el escenario político cada vez más complejo.
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