Plantear una nueva presidencial con las mismas herramientas y estrategias de antaño no hace más que evidenciar que la derrota de 2010 fue una lección no aprendida.
De cara a un desafío que pretende cambiar la forma de hacer y de ver la política, parece apropiado no solo entender el mensaje ciudadano respecto de lo que la gente espera de un nuevo gobierno y de una clase política que camina permanentemente entre contradicciones propias de quienes transitan en la búsqueda del poder sin entender que el poder nace en una masa que hace rato perdió su calificación de inconsciente para transformarse en una ciudadanía que clama y exige espacios para ser escuchadas, pero que por sobre todo, reclama señales de que se le escucha por parte de la clase política.
Plantear una nueva elección presidencial con las mismas herramientas y estrategias de antaño no hace más que evidenciar que la derrota de 2010 fue una lección no aprendida. Pretender que desde la rigidez de los partidos políticos se puede dar respuestas a las demandas ciudadanas no hace más que poner los acentos donde la misma ciudadanía hace rato pretende no ponerlos. El capital político, pero sobre todo social, de la ex presidenta Michelle Bachelet puede asegurar una victoria en las presidenciales, pero no es hoy un factor que asegure un buen gobierno si se mantienen los esquemas y estilos de liderazgos que la opinión pública evalúa permanentemente de forma negativa.
La modificación del relato, hoy por hoy es una condición sine qua non para poder posicionar el “andamiaje” que deberá dar sustento a una nueva administración, a la cual la ciudadanía no le perdonara errores del pasado ni mucho menos el egoísmo y la sordera de antaño. Es ahí donde el concepto de “Primer Gobierno Ciudadano” cobra la importancia necesaria para decirle a una inmensa mayoría que bajo la figura de Michelle Bachelet hay un sin número de liderazgos, ideas y carismas que pretenden hacer las cosas bien.
Eso que muchos llaman pueblo y otros llaman ciudadanía, ya marcó la tendencia al decir que Alianza y Concertación han hecho las cosas mal. Más aún: una inmensa mayoría a veces silenciosa ya perdió el miedo a reclamar en la calle lo que le parece justo. Esa necesidad de hacerse escuchar va más allá de colores y actores políticos, y tiene su génesis en casi treinta años de una democracia que parece ser necesaria pero muchas veces injusta. Como decía el escritor español Antonio Gala, “la dictadura se presenta acorazada porque ha de vencer. La democracia se presenta desnuda porque ha de convencer”. Esa democracia desnuda hoy debe dar su mejor cara frente a unas elecciones que para algunos parece ser carrera corrida si la meta es un quinto gobierno concertacionista, pero debe mostrarse generosa, abierta y participativa si lo que se sueña es un primer gobierno ciudadano en sintonía con lo que pueblo quiere y reclama.
—————
Foto: UN Women / Licencia CC
Comentarios