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Quiénes son los que protestan: culposos versus rabiosos

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Ver a Marcela Sabat protestando contra la instalación de una termoeléctrica a carbón en Punta de Choros junto con los editores del The Clinic y todo el grupo de gente que llegó a la marcha, crea ciertas interrogantes. La primera de ellas: ¿cómo es que existe gente en Chile capaz de asistir espontáneamente a protestar por un "lugar" y no lo hacen por otras tantas miles de injusticias que ocurren a diario? Es posible que este momento marque un punto que la historia tomará como evidencia respecto de la configuración de la nueva hegemonía de la élite chilena, esa ciudadanía liberal (convengamos que los ciudadanos son los que tienen twitter y facebook y creen en el Estado de derecho como algo justo).

Oponerse a una termoeléctrica a carbón en Chile debiese ser extendido como objetivo político: oponerse a que ocurra en la playa más "linda" y en la población más "fea".

En sí, el modelo de desarrollo que ilustra la obtención de energías desde fuentes altamente contaminantes es la expresión de una política rentista e injusta para con nuestra Tierra, el entorno y su gente, lo que incluye seres vivos pensantes y los no tanto (que los ecologistas defienden como si fueren personas). Es una política que institucionaliza la idea del "desarrollo" nacional que proviene de los países del norte. Además, esconde la ideología del empresariado de élite nacional que está sólo disponible a prestar la Tierra con el fin de sacarle el mejor provecho a lo que hay.

Dejando fuera a las pymes, que viven el sueño del empresario sosteniendo la infraestructura del trabajo en Chile, los empresarios de élite y las sucursales corporativas de las multinacionales que se adueñan del tercer mundo, invierten casi nada en innovación y protección del medio ambiente, y sólo están a la espera de la oportunidad que el medio entrega, en vez de jugársela y arriesgarse por el desarrollo nacional. El empresario de élite sólo ve oportunidades en la bolsa, no se la juega en la innovación. Hasta ahí con los empresarios.

Volviendo al punto: ver una marcha convocada por la red 2.0, que mezclaba a los autodenomidados progresistas de la concertación y a los liberales de la derecha, representa la construcción en Chile de un grupo social hegemónico, que comparte variadas características en el plano del capital social y material. Es en parte el mismo grupo que ha dominado el espectro del poder en los últimos 25 años, pero que con el cambio de gobierno se hace más evidente como expresión política. Comparten mucho del liberalismo nutrido por el extremo relativismo post-moderno, y ciertos privilegios materiales que les permiten estar informados 24/7 en sus blackberries o droids. Disfrutan de la sociedad urbanizada y su acceso al arte moderno abstracto e incomprensible, de su infraestructura vial y comunicacional, y de la gentrificación de los barrios pobres de, por ejemplo, el centro de Santiago. Defienden el matrimonio homosexual, el aborto, el uso de las drogas, y el feminismo, y tantas corrientes de pensamiento que pasan al repertorio de luchas importantes. Condenan el conservadurismo de la curia, a los políticos de extrema derecha, las políticas de represión del Estado. Viven en comunas relativamente homogéneas, con acceso a los bienes urbanos del conocimiento y del esparcimiento familiar necesario.

Son profesionales, han estudiado en universidades públicas de élite, y también valoran a las universidades privadas serias. Y, por cierto, difrutan de la naturaleza y los lugares a los cuáles la urbanización no llega sino en 4×4 y blackberry.

Se construyen como oposición al gobierno ridiculizando las salidas conservadoras de sus funcionarios, y por cierto, mediante la red. Muchas veces suman a su actuación política las culpas sociales heredadas por sus condiciones de cuna, armando relatos sobre los "otros," aquel rebaño que es marginado del poder, pero que requiere del liderazgo de una élite como ellos, los ciudadanos.

Y es que, muchas veces de acuerdo en que se proteste, esta élite progresista se pega balazos en los pies que no le permiten salir a caminar más allá de quienes comparten las condiciones que le otorgan la categoría de ciudadano. Construyen relatos en los cuáles el ciudadano es como ellos y tiene todo lo que ellos tienen, como el derecho a pasear por una playa bonita en el verano con acceso a twitter desde un celular. Se encierran en sus visiones del mundo (que probablemente han recorrido) sin detenerse a pensar que hay más pobladores que ciudadanos en el mundo. Y es que hay más gente que, para ellos, es menos inteligente porque quiere relaciones duraderas antes de casarse, o porque no entiende el activismo gay.

Para hacerlos entender sus demandas, los liberales conciben la educación como la lucha para que esos pobladores ignorantes dejen de  ignorar lo que para los liberales es importante: ser ciudadano. Y, entonces, tienen que ser los ciudadanos los que eduquen (o digan como se tiene que hacer). Y construyen crisis educativas, y se lanzan movimientos ciudadanos que perplejan a todo el mundo con sus relatos sobre la mala educación y sobre las recetas que los gobiernos deberían seguir para mejorarla. Y los gobiernos, manejados por esta élite liberal-progresista y tecnocrática, los escuchan, escuchan a los ciudadanos y con ellos toman decisiones, como la de iniciar reformas educacionales cosméticas, o la de mover la termoeléctrica a carbón desde la playa bonita a quién sabe dónde. Y muestran cómo aumenta la matrícula de los pobladores en los colegios y universidades, y dicen que vivimos en la sociedad del conocimiento.

El poblador, por otro lado, representa otra categoría de habitante de este terruño llamado Chile. Es la porfiada mezcla de migrante rural-urbano que consume y trabaja y se endeuda para tener techo, comer y estudiar, y cuya última generación ha crecido frente a la televisión sexualizada sin tener acceso a educación sexual, y a la educación igualitaria sin tener acceso a igualdad. En sus vidas abunda la precariedad laboral, el machismo y la cristiandad católica y evangélica, cuestiones incomprensible para una élite liberal. Ese poblador, para el ciudadano, "necesita" de otros para salir de su pobreza, es incapaz de organizarse para hacer algo bueno por su vida, sus hijos tienen malos puntajes en el SIMCE y la PSU, y por lo tanto se educa en las universidades privadas e institutos de baja calidad.

Las marchas estudiantiles de los hijos de la élite pasan cerca de las universidades privadas y les gritan "500 puntos" como recordándoles de dónde vienen los ciudadanos estudiantes y de dónde vienen los pobladores estudiantes. La élite liberal no expresa su comprensión de por qué alguien como un poblador no puede salir a marchar por la causa de las ballenas (o cualquiera del repertorio). No entienden el inmovilismo de quien tiene que pagar con trabajo actual o futuro su educación superior, el inmovilismo de alguien que es sancionado por organizarse, que tiene problemas materiales para poder llegar a la infraestructura urbana que soporta la educación superior y el acceso al conocimiento.

Un ciudadano en tierras ciudadanas aborrece la represión policial, pero un ciudadano en tierras de pobladores, con pobladores en las calles, la busca por todos lados para protejerse. Un ciudadano a veces se cree poblador, aunque lo hace en términos cosméticos: se deja un rubio "choco panda" o no se cambia la polera sucia, se compra ropa rota, o se ensucia los bototos. Un poblador, cuando se cree ciudadano es mirado como ignorante y arribista, por querer tener materialmente lo que los ciudadanos tienen por defecto de cuna.

Y ambos consumen. Unos se endeudan y los otros no, unos se quejan que no pueden pagar, los otros de que no pueden casarse los gays. Y así, arman oposición. Unos lo hacen contra la pacatería de la otra élite (la empresarial y conservadora) y los otros lo hacen porque no tienen trabajo, o el trabajo es precario, o sus vidas son precarias.Como sea, unos acumulan culpas para la acción política, otros acumulan rabia contra sus vidas y las de los demás que raramente se transforma en acción política.

Los privilegios son invisibles. Una sociedad como la chilena cuenta cientos de burbujas de privilegios, desde las cuáles se lanzan propuestas para una vida mejor para todos, cuando en realidad son para la vida mejorada de quiénes gozan los privilegios. El asunto del ecologismo es tramposo, porque mezcla a los privilegiados con los no privilegiados en un discurso en que ganan los que siempre ganan, pero pelean todos. No pasa lo mismo en las peleas que involucran cuestiones ambientales con personas, como lo es el conflicto mapuche. Ahí no hay privilegiados, solo los no privilegiados, los que migrando a la ciudad no serían ciudadanos. Pero si hay tierra y medio ambiente, como en Punta de Choros, aunque es una tierra que los activistas privilegiados no disfrutan, y por lo tanto, para qué marchar ciudadanamente por ella, ¿no? Ahí es donde hay diferencias: ahí hay rabia, en Punta de Choros hay culpa.

Escuchar a los políticos liberales decir que "trabajan por la gente" es parte del discurso del activismo por culpa, y demuestra un paternalismo abismante.

Escuchar a los sectores sociales organizados decir que "protestan por que les condonen las deudas de sus casas" es para la élite una sinvergüenzura de mal educados que no quieren pagar sus deudas. Claro, es posible que ellos no tengan deudas tan materiales y básicas como las de una casa. Como sea, son dos tipos de acción política que son diametralmente opuestos en la honestidad de sus contenidos. La culpa dice actuar en favor de "la gente" o "los ciudadanos" cuando en realidad actúan por ellos mismos. La rabia lo dice directamente y eso es más honesto. Yo me quedo con la rabia.

Y rabia me da cuando todo un país hoy día alaba con admiración la organización e inteligencia de los mineros atrapados por la avaricia, como si eso jamás existiera entre los trabajadores o fuera una cualidad única de las élites. Ojalá se acuerden de lo valioso de la experiencia de ellos cuando comiencen a decir lo mal educados que son sus hijos por los puntajes SIMCE o PSU que tengan. Y ojalá la rabia pueda dominar alguna iniciativa política en Chile.

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Foto: Protestando en Paseo Bulnes – karoluxbrown / Licencia CC

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Comentarios

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31 de agosto

Lo leí como siendo la lanza que va directo al punto de tiro… y finalmente llega seco al centro.

31 de agosto

Deberia ser mas importante el logro obtenido, en vez de enfocarse en las diferencias entre quienes buscaron ese objetivo. Mal que mal, esa constante diferenciación social, economica, cultural, política, o cualquier otro motivo, es lo peor que tenemos como chilenos. Dios no quiera que nos vean parados al lado de Marcela Sabat

Quizás es hora de pensar porque el resto de las luchas no son válidas, aunque de buenas a primeras creo que la virulencia y violencia que rodea las manifestaciones universitarias, secundarias (salvo la Rev. Pionguina) y la constante lucha territorial mapuche en el sur, (por mencionar las mas de moda) debe hacer algo por espantar a potenciales «compañeros de lucha». Igual es desagradable ir en paz y terminar escapando de la «represión policial» (que, me consta, no es ni tan grave ni tan unilateral).

Otra cosa, si tanto se critica la «comodidad» de los «cuicos»… ¿porque no veo mencionado en el articulo a Leonor Varela, quien encabezó en videos esta lucha (y que, obvio, pasa sus vacaciones en Punta de Choros)? ¿o a la pléyade de actores que mostraron sus caritas para la bendita campaña (algunas de las cuales hemos visto en comerciales de Farmacias y casas comerciales «con el interes mas bajo del mercado»)? ¿Eso no es doble estandar? o es sólo cuando toca a la derecha, y no a rostros del progresismo cultural y elitista de Chile.

Comparto las críticas a quienes otorgan exclusividad de ciudadania al «rebaño de boludos con BlackBerry», como bien lo dijo Calamaro. Pero no podemos olvidar que fue ese rebaño de boludos (y su tiempo libre) el que permitió la marcha, y sus resultados posteriores. Quizás eso dice mucho de la falta de poder de convocatoria de periódicos liberales, progresistas y otros, que simplemente no pueden concitar el mismo apoyo para cualquier otra causa, tanto o mas justa que Punta de Choros.

Yo creo que su discuro es añejo, lleno de palabras antiguas, que recuerdan un pasado que, si bien nadie debe olvidar, tampoco queremos revivir en nuestra lectura diaria.

Hay muchos sinónimos de represión, dictadura, derecha y empresariado. Abran el diccionario y con la palabra, podrán refrescar el discurso y, quizás, convocar a más gente que lo que lo hacen ahora, hediondos a naftalina, color verde olvido y diarios de papel color cafe.

Slds

01 de septiembre

La disgregación social es ya cuento viejo…..
con el escenario actual evidenciado por Ivan
yo me pregunto serán capaces los pobladores furiosos
de aprovechar la «onda» de los ciudadanos culposos
para levantar sus temas o en la educación municipal
la lección mejor aprendida es «calla y alimenta aunque sea tu rabia»,
cito a molotova jajjajjaja si
somos mas
jalamos mas parejo
porque andar siguiendo a una bola de pendejos?
ah!

24 de septiembre

Esta es la mejor hueá que he leído en página alguna (y soy un pajero que lee todo el día, y que trabaja en ciencia, es decir, más lectura y escritura)y me da lo mismo si se acerca a la verdad.

A mí me hizo sentido y me dejó marcando ocupado varios meses.

Eso basta y sobra.

Grande Don Iván!

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