¿Por qué ganó Trump? Es la pregunta que muchos expertos tratan de responder, a través de profundos análisis, llenos de términos elegantes y muy sofisticados que suenan muy razonables, pero temo que difieren de la realidad, tanto como los análisis previos a la elección.
Las razones del triunfo de Trump, los expertos las reducen principalmente a tres factores; el primero es el voto anti establishment, supone que ciudadanos cansados de la casta política tradicional vuelcan su apoyo al líder no político, el segundo motivo sería el masivo voto de la clase obrera sin estudios universitarios que no ha recuperado sus trabajos en las industrias de manufactura y se rindieron ante la promesa de crecimiento económico con generación de mejores empleos, y por último la pésima candidata de los demócratas que fue incapaz de motivar al electorado como lo hizo su antecesor Barack Obama. Estos factores son ciertos en su justa medida, porque finalmente el candidato republicano no ganó el voto popular. El norteamericano promedio le dio mayoría, a las propuestas conciliadoras, progresistas y razonablemente viables, de la candidata de la política tradicional, Hillary Clinton.Lo peor del triunfo de Trump, es que gobernará legítimamente con las ideas de la minoría y eso en cualquier parte del mundo trae grandes conflictos.
Trump ganó porque fue más hábil en aplicar ingeniería electoral, siempre supo que para ganarle a su contendora debía dar la pelea en estados claves, y además en algunos estados tradicionalmente demócratas, para eso debía llegar al máximo de personas, en el mínimo de tiempo, y no existe en la historia otra fórmula más probada y efectiva que “el discurso nacionalista”, que apela al único factor común que tienen todos; la nacionalidad.
El lema «Make America Great Again» era una invitación directa que interpelaba a cada ciudadano, por lo tanto de entrada, ganaba su atención, luego venía justamente lo que quería escuchar; “(Los trabajadores) son los hombres y mujeres olvidados del país, trabajan duro pero ya no tienen voz. Yo soy su voz”, “Ya no podemos darnos el lujo de ser políticamente correctos”, “No tengo paciencia con la injusticia, ninguna tolerancia con la incompetencia gubernamental, ninguna simpatía por los líderes que le fallan a sus ciudadanos”, y así podríamos seguir con memorables frases que hacen sentido en muchas personas que pensaban lo mismo, pero en silencio.
La palabra “trabajador” o “norteamericano”, en un discurso, reúne a obreros, técnicos, profesionales y emprendedores, gente que por lo general se esfuerza mucho, tiene un empleo, casa y familia, pero vive endeudada, frustrada, con un sentimiento de que ninguna política pública los favorece, nadie llena su necesidad de pertenencia, a ratos se refugian en la religión, en alguna hinchada o en cualquier grupo donde los convoque un mismo sentimiento. Por lo general, un trabajador sufre en silencio, sus pensamientos los ocupan las deudas, los problemas de sus hijos, el presupuesto familiar, su trabajo, su barrio y por sobre todo la seguridad. El trabajador, la persona común, es tierra fértil para un discurso nacionalista, que usa los problemas comunes, para luego externalizar la culpa en inmigrantes, políticos o países extranjeros y finalmente da soluciones prácticas lideradas por una persona que tiene una convicción incuestionable para llevarlas a cabo. Al trabajador le da esperanza y vuelve a sentirse orgulloso, se entera que sus problemas, son los problemas de muchos y además no es culpa de ellos, todo este tiempo han sido víctimas y es hora de levantarse, ir a votar para corregir las cosas. ¿Quiénes son los que creen en ese discurso? Quizás pocos, pero los suficientes para hacer la diferencia en los estados precisos donde Trump necesitaba revertir los resultados de las encuestas (porque para eso son las encuestas, para revertirlas cuando no te favorecen).
Donald Trump, el presidente electo de los Estados Unidos, es un hombre práctico, ganó porque usó las reglas del juego a su favor, en primera instancia se dedicó a fidelizar el voto republicano en los estados donde tradicionalmente ganaban, en segunda instancia se dedicó a penetrar en los estados donde le sería más fácil revertir el resultado de las anteriores elecciones.
Lo peor del triunfo de Trump, es que gobernará legítimamente con las ideas de la minoría y eso en cualquier parte del mundo trae grandes conflictos.
Comentarios
14 de noviembre
Hace unos días mientra esperaba en un interminable taco, producto de alguna de esas protestas de la mañana porque unos cuantos individuos habían cortado la calle, miraba algunos conductores, y por su expresión me quedaba la sensación que Ud. escribe : «…pensaban lo mismo, pero en silencio.». La gente esta hasta más arriba de la corona con los abusos, con los grupos de presión que se han convertido en nuestros tiranos, con las ideas de algunos intelectuales europeos que se han convertido en «las verdades» que debemos aceptar, con el stablishment político que se ha convertido en nuestros príncipes y reyes para los cuales trabajamos como burros…
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