Brandon Hernández Huentecol fue baleado por un miembro de la policía uniformada que tiene sitiada La Araucanía hace años. Si bien desde la institución dicen que fue un “accidente”, lo concreto es que todo indicaría que no, sino que es una demostración de poder de uniformados que han tomado cierto territorio como suyo, en busca de un cierto “orden” que no es más que parte de una construcción cultural en la que hemos vivido por mucho tiempo.
Hoy las víctimas son Brandon y su familia, quienes comprenden más que nunca lo complicado que es pertenecer a ciertas partes en Chile, ya que la lucha de clases la siguen ganando los que niegan su existencia.
Al parecer la piel morena y la sangre mapuche siguen siendo una amenaza para un Estado que se ha desplegado con tipos instruidos para identificar al enemigo en quien tenga precisamente esas características. Porque eso parecieran ser algunos carabineros: personas que colaboran con cierto relato que está muy alejado del resguardo democrático para el que deberían trabajar. Al contrario, todo indica que su actuar muchas veces fortalece una estructura piramidal, siendo ellos los mejores empleados de quienes están en la cúspide de la pirámide.
¿Qué será lo que sienten o lo que piensan? ¿No se sentirán traicionando su clase al perseguir pieles oscuras como las de ellos, por el sólo hecho de serlo? No queda muy claro. Tal vez tiene que ver con el hecho de querer ser más, de despojarse de los recuerdos y el pasado, para que así un uniforme verde los vista de cierta “importancia” por ser los ejecutores del odio hacia quienes les recuerdan de dónde vienen. Porque al disfrutar del pequeño poder que les da un cierto estatus pasajero pero violento, algunos sienten que han dejado algo atrás, por lo que antes de razonar simplemente prefieren disparar, actuar, sin preguntar ni darle una pequeña oportunidad para reaccionar a quien es víctima de la manera en que lo desclasaron y lo obligaron a traicionarse a sí mismo.
Hoy las víctimas son Brandon y su familia, quienes comprenden más que nunca lo complicado que es pertenecer a ciertas partes en Chile, ya que la lucha de clases la siguen ganando los que niegan su existencia. Los que, por medio de aquellos uniformados adoctrinados, sienten que la seguridad es un patrimonio exclusivo de ellos y sus violentos miedos.
Lo que sucede en La Araucanía es la evidencia misma de que la sola conciencia cultural de un pueblo, específicamente el mapuche, atormenta a quienes viven escapando de lo que son, sobre todo en un país en el que renegar de la clase, y particularmente olvidarse de los lugares en los que se nació, se llama “progreso” o “movilidad social”.
¿Qué hacer? Primero reconocer que hay un lugar en Chile en donde todos nuestros prejuicios y miedos se manifiestan por medio de las armas de un Estado que determinó que el peligro son quienes se alejan de un relato. Aquellos que nos recuerdan que por más que sigamos regodeándonos en nuestro “buenismo progre”, lo concreto es que la historia sigue siendo la misma.
Comentarios
24 de diciembre
Otra columna de este destacado autor, casi lamento que no haya sido un carabinero el herido a bala sólo para leer lo que Francisco hubiese escrito de eso.
Siempre dice cosas que dan para pensar como esto de que la lucha de clases la ganan los que niegan su existencia y la pierden sólo los que creen en ella. ¿Eso subirá o bajará el raiting para “la lucha de clases”?
Notable esta lógica: para el resto del país el “progreso social” es “renegar el lugar donde nació” (el autor explica que eso es lo que hace un policía al protegernos de antisociales), en cambio los mapuches son mas “conservadores” porque prefieren adueñarse del lugar donde nacieron sus ancestros.
El artículo cierra con una arenga: para el estado son peligrosos los que se alejan de un relato. Como supongo que quemar casas y apedrear camiones no es relato para nadie, ¿De que relato habla Francisco?
Saludos
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25 de diciembre
Hace unos días leía un texto que quizás explica algunas forma de pensar y ciertos activismos, se trata de lo que se ha venido a denominar » ingeniería social», en síntesis se busca posicionar nuevos conceptos y redefinir los viejos, como ocurre con este artículo y otros, y además orientar los esfuerzos por posicionar visiones globalizantes que definen cuales son los buenos y cuales los malos, ojalá en el nivel de los organismos internacionales, de modo de «fabricar» verdades y obligar vía ONU a los estados a legislar en consecuencia a ellas, algunos teóricos de la conspiración le llaman a eso «el nuevo orden». Como consecuencia se acaba el debate porque se establecen leyes mordazas a nivel global, algo así como no opinar sobre «verdades políticamente correctas», es decir puntos de vista que se deben aceptar si o si, en algunos casos so pena de cárcel. En el fondo del asunto siento que perdemos humanidad, se ocultan las verdaderas razones de los hechos y los conflictos y poco a poco nos transformamos en seres funcionales, quizás a que oscuros proyectos.
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