De todas las interpretaciones, comentarios y posibles lecturas que se puedan desprender del caso Penta, hay una muy interesante que no se puede obviar. Esta tiene su origen en el correo que le manda Carlos Eugenio Lavín a Ernesto Silva, Pdte. de la UDI donde, a propósito de la discusión de la Ley de Isapres, este se despide diciendo, “si entendí bien esto, sería de la máxima gravedad. Para saber eso te estaba llamando y de acuerdo a eso veamos si se nos ocurre algo.”
El hecho que la UDI esté pasando por una crisis existencial, o que la senadora Von Baer sea una mentirosa, son datos del caso que, aunque relevantes, no apuntan a lo más importante. Lo medular del correo de Lavín no radica, tampoco, en la evidente complicidad “irregular” que existe entre lo que debería ser un representante del pueblo y un representante de un poderoso grupo económico. No. Lo realmente esclarecedor radica en que ese correo demuestra claramente que los intereses de clase son reales y que existen.Ojalá que si la UDI sufre consecuencias electorales esto se deba no al caso Penta en específico sino a que la gran mayoría de los ciudadanos por fin nos dimos cuenta que ellos nunca nos han representado y por lo tanto simplemente no merecen nuestros votos.
Por un lado estamos la gran mayoría de los chilenos, que como ciudadanos queremos y exigimos ciertos derechos sociales básicos (salud, educación, pensiones, etc). Sin embargo, somos consumidores y clientes cautivos de un sistema de pensión (AFP) y de un sistema de salud (Isapres) que no cumplen con nuestras expectativas.
Por otro lado está el sector privado que, en la actualidad, es el proveedor principal de esos derechos. Y es justamente aquí donde surgen los problemas y conflictos. Mientras los ciudadanos queremos un acceso digno, eficiente, expedito y asegurado a esos derechos, el sector privado busca maximizar sus ganancias. Nadie puede negar que cuando un inversionista privado abre un negocio las expectativas son recuperar la inversión y, ojalá, obtener las máximas ganancias (lucro) las que a su vez se justifican por el riesgo que el privado asumió al invertir en el negocio.
En concreto esto significa que si los ciudadanos queremos regular, controlar y supervisar, por ejemplo, la industria de la salud en Chile, los empresarios se van a resistir. ¿Qué otra cosa se puede esperar? Este es el conflicto esencial. Hay intereses contrapuestos. Los ciudadanos queremos acceso a servicios a bajo costo (y ojalá gratuitos) y el sector privado quiere hacer crecer sus negocios y aumentar sus ganancias. Por eso ante cualquier amenaza a esos intereses, los privados se ponen en alerta y se movilizan para “ver si se nos ocurre algo.” Y se movilizan con la complicidad, en este caso, de la UDI. Juntos tratarán de, en palabras de Lavín, “hacer algo”, algo para resguardar y proteger sus inversiones aunque eso vaya en desmedro de los intereses de la gran mayoría de los chilenos.
Esto es lo revelador del caso Penta. Que la derecha defiende intereses que se contraponen a los intereses de la gran mayoría de los chilenos. Aunque la UDI y la derecha en general (en este grupo es necesario incluir a Andrés Velasco) se presenten ante el país como defensores de la clase “media”, esta es una careta que gracias a este caso se les ha caído. Si los ciudadanos queremos «hacer algo» para cambiar o reformar el sistema de salud o pensiones, ellos (la derecha y los privados con intereses específicos) van a querer hacer “algo” para impedirlo. Están siempre atentos para ver qué medidas pueden tomar cada vez que sus intereses se ven amenazados.
Es por todo esto que sería una verdadera lástima que la UDI desapareciera o se viera reducida a una minoría insignificante solo por culpa del caso Penta. La UDI tendrá que, efectivamente, tomar medidas específicas y concretas con sus militantes que han quebrado la ley (por ejemplo, expulsándolos del partido). Eso es lo que corresponde. Pero ojalá que si la UDI sufre consecuencias electorales esto se deba no al caso Penta en específico sino a que la gran mayoría de los ciudadanos por fin nos dimos cuenta que ellos nunca nos han representado y por lo tanto simplemente no merecen nuestros votos.
Comentarios
14 de enero
¿Políticamente cómo se expresa esa lucha de clases de la que habla el autor? Veamos: es lógico que la derecha trate de confundirnos, de burlarse, de mentirnos y estafarnos porque la élite simplemente defiende sus privilegios: ayer lo hicieron con mucha violencia, con un golpe de Estado y con la correspondiente violación masiva de los derechos humanos. Actualmente y pasada la emergencia nos someten con una «democracia» de muy baja intensidad, donde las «reformas» a la educación, al código laboral o al sistema binominal son «en la medida de lo posible».
¿Qué significa que los cambios sean «en la medida de lo posible»? Que las mal llamadas «reformas» son aceptadas siempre que no afecten los intereses dominantes. Por eso los que hace tiempo perdimos la ingenuidad, los que además no somos cómplices de esta situación totalmente antidemocrática y anómala, hablamos de «gatopardismo» o incluso de dictadura. Ocurre que la Constitución de 1980 al negarnos la soberanía y la voluntad popular lo que en la práctica hace es reivindicar la Doctrina de Seguridad Nacional. Se trata de que nunca más en nuestro país pueda darse un gobierno como el de la Unidad Popular.
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15 de enero
Gracias por la columna, de lo mucho que he leíd sobre el tema, ésta me parece que cala en el fondo del problema sin
afán de linchamiento
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