El otoño da pie a la preparación del invierno. Este último se ha asociado siempre al frío, a la humedad y a la tristeza. Muchos animales (particularmente los osos) “ocupan” esta época del año para refugiarse, para luego dar tiempo a alegría de la primavera y del verano.
Estoy convencido de que para la efectiva autodeterminación, primero tenemos que tener igual acceso a lo mínimo. De otra forma, seguiremos en el nebuloso otoño, pero sin las brillantes hojas amarillas que dibujábamos en la niñez, cuando éramos realmente libres.
Chile, en el último tiempo, tiende a estar es un estado similar. El ánimo anda bajo, tenue, con alta desconfianza y temor por lo que sucederá. Los niveles de confianza están por allá abajo. A la más simple señal de que se puede perder algo, se desconfía, se sospecha y se condena. Hay algo en el aire que tiende a una pulsión perversa, a un prejuicio maldito y poco solidario.
Pero no todo es así. La sociedad, como ente vivo, cruje. Y está bien que así suceda. La derecha ya lanzó a su candidato presidencial, haciendo gala de un orden institucional que la izquierda está lejos de ofrecer. Nosotros, los liberales estamos forjando los cimientos de lo que, esperamos, sea una nueva fuerza política que amplíe el horizonte de posibilidades para que miles de chilenos puedan volver a confiar.
Nuestra propuesta es muy humilde, casi básica. Se trata, en términos simples, que el mayor número de personas (ojalá todos) puedan vivir sus vidas como mejor les parezca y sin imposiciones. No tenemos problemas ni con la condición sexual, el aborto (en sus 3 causales), la necesaria presencia del Estado en la satisfacción de los derechos sociales, y, lo más importante, la autodeterminación. Así, vemos con preocupación cómo un modelo instaurado y conservado hace décadas no ha podido responder a necesidades tan simples como el acceso a la salud, al agua y a las pensiones dignas, entre otros temas.
Muchas cosas nos separan de la derecha y de la izquierda. De otra forma, seríamos uno más de los dos bloques que han manejado Chile. Pero no renegamos de lo que se ha hecho, asumiendo, eso sí, que se requieren mejoras importantes. Esas mejoras deben ser fruto de importantes acuerdos, los que pasan, necesariamente, por discutir los problemas reales y de fondo, elevando los consensos por sobre toda imposición, sin anuncios festivos y de carácter populista en años electorales. Los acuerdos bajo presión o en formas de asamblea sin representatividad no son parte de los principios de la democracia liberal.
Queremos despertar de un letargo que nos mantiene ajenos a la preocupación de los asuntos públicos. Es el momento de que nuestra generación ingrese en la hermosa batalla de las ideas y no de los “botines de guerra”, en que la justicia sea el pilar básico de un común asociativo, para que ninguna super-estructura ni grupo pase por sobre el hombre libre.
A eso los invito, a que despertemos juntos y encabecemos una esperanza para nuestras próximas generaciones, para quienes el pluralismo, la tolerancia y la igualdad no sean sólo ideales, sino que principios que estén impregnados en su pensamiento y formas de vida.
Sólo así, creo, no viviremos las tragedias de los más vulnerables como ajenas y que sufren por el rigor insensible del crecimiento económico. Se puede crecer ayudando; se puede crecer colaborando, y, por cierto, se puede crecer respetando el esfuerzo individual. El sistema económico con una supervision que no desincentive el crecimiento, pero sí que sea implacable a la hora de encontrar atisbos de actitudes que transgredan la libre competencia.
Estoy convencido de que para la efectiva autodeterminación, primero tenemos que tener igual acceso a lo mínimo. De otra forma, seguiremos en el nebuloso otoño, pero sin las brillantes hojas amarillas que dibujábamos en la niñez, cuando éramos realmente libres.
Comentarios
05 de abril
Muy buen análisis, saludos Pipe.
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