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Olvido: ¿Por qué no sana Chile?

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Tengo la profunda convicción de que la violencia no soluciona las diferencias. Ya hemos tenido más que suficiente. No soy partidario del rencor pero tampoco de la impunidad. Antes del perdón como asunto privado está la justicia en el interés público.

En momentos en que miramos las cicatrices que el tiempo no ha podido borrar, esta es mi reflexión a cuarenta años del golpe de Estado que dio inicio a una larga y brutal dictadura, esa que de forma indeleble fue grabada en la conciencia de nuestra nación a punta de secuestros, apremios ilegítimos y asesinatos. Un testimonio de segunda mano, forjado en el trabajo directo con personas detenidas y torturadas durante el régimen militar. Fue en el contexto de la psicoterapia de reparación para estos compatriotas como llegué a la convicción de que mi país había sido ultrajado.

Nací en 1980, hijo de una familia de derecha que apoyaba a Augusto Pinochet. Crecí en un país herido, donde no podía patear un bulto en la calle por el temor de mi madre a que fuera un explosivo del Frente Patriótico Manuel Rodríguez. Fui niño en un país gobernado por un tirano al que me enseñaron a honrar como presidente de la República y libertador de la patria. Jugué en los recreos de un colegio privado de colonia italiana, que aún exudaba nostalgia por el orden del fascismo europeo. Sí, fui un chico que creyó hasta sus primeros años de universidad que la dictadura fue salvación.

Los tiempos han cambiado, pero aún recuerdo como mi madre se ponía nerviosa cuando junto a mi hermano hacíamos muecas frente a las cámaras de seguridad de esa misteriosa casa de calle Álvarez N° 132 en Viña del Mar. Para nosotros era un juego divertido, porque en los ’80 no era común ver un circuito cerrado de televisión apuntando a los transeúntes. Años después vine a comprender porqué ella nos agarraba de un brazo y nos sacaba bruscamente de allí. Era un centro de detención y tortura de la infame Central Nacional de Informaciones.

Soy psicólogo clínico. Trabajé cuatro años en un hospital psiquiátrico dependiente del Servicio de Salud atendiendo principalmente a pacientes ambulatorios que acudían a psicoterapia. Fue allí donde tuve la oportunidad de acceder a los recuerdos de muchas personas vejadas por los servicios de inteligencia de las Fuerzas Armadas, que a partir de 1973 fueron sumamente eficientes en la abducción, tormento y desaparición de seres humanos.

Mi reflexión no surge de un compromiso partidista, ya que nunca he puesto mi firma en organización política alguna, ni he comulgado con ninguna de las ideologías que ofrecen los actuales partidos políticos presentes en Chile. No, mi reflexión emerge desde mi condición como ser humano. Tanto los testimonios de pacientes detenidos y torturados en dictadura, como los recuerdos que por estos días aparecen en los medios de comunicación, alimentan en mi un sentido de admiración y empatía por las víctimas antes que un revanchismo político o una odiosidad estéril.

Yo no sufrí durante aquellos años de autoritarismo y abuso. La educación que recibí de mis padres no incluía ideales de izquierda ni contenía memorias de dolor. Fui de aquellos privilegiados por el sistema político y económico que se instauró en Chile a partir del golpe. ¿Porqué habría yo de preocuparme por esa gente que llamaba dictador y asesino al presidente? Siendo niño no podía imaginar la realidad que conocería muchos años después, cuando el sistema democrático estuviera de vuelta. Fue en mi época de estudiante en la Universidad Católica de Valparaíso donde muchas cosas empezaron a descuadrarse. En primer año se me consideraba momio. Mirando hacia atrás yo diría que era ciego e ignorante. Las cosas tuvieron un giro cuando empecé a participar de las asambleas y los paros universitarios en segundo año. El acercamiento a la pobreza y las injusticias sociales me rasgó los párpados, un contacto cotidiano ineludible dentro de una carrera humanista. Trabajos de investigación, proyectos de intervención y estudios de campo hicieron imposible que me mantuviera enceguecido. Los últimos años de carrera, junto a los años de postgrado, terminaron por despabilarme completamente ante las tropelías de un sistema impuesto con el poder del miedo.

Trabajar como psicoterapeuta en el servicio público fue la experiencia que culminó todos esos encuentros con la realidad. Personas secuestradas, salvajemente golpeadas, abusadas sexualmente, electrocutadas, quemadas y asfixiadas en medio de burlas y amenazas de muerte. Seres humanos reducidos a la condición de objetos, humillados, atravesando durante semanas y meses el terror, la barbarie, el oprobio injustificable. A los asesinados desde luego no los pude entrevistar jamás.

Hoy, a cuatro décadas del inicio de la bestialidad, nos miramos ante el espejo como pueblo. Las sombras del pasado no quieren irse y no se irán, porque no pueden. No es el odio ni el rencor lo que alimenta en mi un sentido de dignidad humana y misericordia por las víctimas. Es el deseo de justicia y verdad para todos los que padecieron tanta ignominia. Tengo la profunda convicción de que la violencia no soluciona las diferencias. Ya hemos tenido más que suficiente. No soy partidario del rencor pero tampoco de la impunidad. Antes del perdón como asunto privado está la justicia en el interés público. Eso es lo que me mueve.

En una sociedad de consumo donde queremos olvidar para avanzar como clientes en vez de como ciudadanos, en un país donde la mantención de la paz social se consigue por un acuerdo tácito de silencio, haciendo justicia “en la medida de lo posible” y mirando hacia otro lado, en ese estado de profundo sonambulismo, es muy probable volver a repetir los errores del pasado. Repetir porque no queremos aprender. Es más fácil olvidar y seguir adelante como si nada. Esa solución cómoda, que no se hace cargo de nada, que quiere borrar la historia para avanzar con irresponsabilidad y egoísmo no puede llevarnos sino de vuelta al ayer. El país seguirá avanzando hacia la polarización que observamos desde hace unos años, la indignación de la gente crecerá y crecerá hasta estallar, porque los mismos que avalaron el régimen dictatorial y se apropiaron oportunistamente de las riquezas de todos ahora quieren vendernos un país con amnesia, un país de zombis, un país de obedientes consumidores. Los sucesivos gobiernos democráticos han sido muy hábiles en esto. Qué precio tan alto hemos tenido que pagar para mantener una democracia tutelada por el libre mercado, apoyada en los financistas de la dictadura.

Para las víctimas no queda nada más que una placa de bronce por aquí, un monumento por allá. Para el resto de nosotros hay centros comerciales de cuatro pisos. El proyecto de desarrollo ha implicado cierta frivolidad para asumir nuestro pasado. No queríamos visibilizar lo ocurrido. El testimonio de las víctimas había quedado encerrado en el box de atención psicológica y en los informes de dos comisiones. Por eso aplaudo las iniciativas para dar a conocer a través de los medios estas historias, proyectos como el de Imágenes Prohibidas y Ecos del Desierto que merecen todo mi reconocimiento. Sin embargo, aún falta mucho por hacer.

Mirando hacia atrás perturba pensar que muchos dirigentes huyeron del país. Los seguidores se quedaron a recibir la vileza de los militares. Ahora que llevan años como retornados, dirigiendo el Estado desde una Constitución ilegítima y sacando provecho del sistema mercantil que se nos impuso con bayonetas, nos recuerdan con actos conmemorativos el golpe de Estado, usándolo como material de campaña política en año de elecciones. Los otros nos exigen olvido mientras cuestionan instancias de reflexión como el Museo de la Memoria. Quieren olvidar para no tener que asumir responsabilidades. Pues no estoy ni con los unos ni con los otros. Estoy con los que sufrieron las vejaciones, de cualquier lado. No es la ideología lo que me sensibiliza sino mi simple humanidad. Sé que las víctimas podrán eventualmente perdonar, pero ello no nos exime a nosotros de exigir verdad y justicia, porque estamos aún lejos de poder enfrentar en buen pie todo el avasallador poder del olvido que obliga a un pueblo a trastabillar una y otra vez en el mismo pasado traumático. Como dice Carl Jung, lo que resistes persiste, lo que aceptas se transforma. Para sanar hay que enfrentar. La memoria es un ejemplo de ello.

————-

Foto: Patio 29, Cementerio General, Santigao – Wikimedia Commons

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Comentarios

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Claudia Contreras

11 de septiembre

Leí tu nombre y pensé «Bah, ¿Pablo? si éste era facho»… Pues que alivio leerte, saber el camino que haz recorrido y que seguro ha sido difícil, sobre todo porque aún recuerdo una discusión en grupo bien complicada. Gracias por compartir tu reflexión, por lo menos a mí me da esperanza. Dejo un abrazo!

11 de septiembre

Gracias de corazón Claudia.

jose-luis-silva

11 de septiembre

Si esta tan convencido de qe la violencia no es el camino porque no dice una palabra de alerta repecto a quienes la instauraron con el paradigma de la lucha armada desde mucho ántes del gobierno militar ?

Si no es la ideologia lo que lo sensibiliza, ¿ que tiene contra lo que llama «sistema mercantil», constitución o campañas politicas, etc.. ?

11 de septiembre

Es verdad que hubo gobierno comunista y es verdad que hubo dictadura militar. Es verdad que hubo expropiaciones en la UP, como es verdad que hubo intereses norteamericanos para hundir a Allende. Es verdad que hubo grupos extremistas, como es verdad que hubo agentes de la CIA confabulando. Es verdad que hubo decenas de carabineros muertos, como es verdad que hubo millares de torturados y desaparecidos. Es verdad que mi país se hirió el alma en un enfrentamiento fratricida, como es verdad que todavía no logramos sanarnos la herida. Y no sanamos porque muchos quieren que olvidemos el asunto para siempre; pero no se sana el mal que no se asume y enfrenta con honestidad.

La infamia y la traición se instalaron en Chile hace 40 años. Hoy son cientos las familias que aún no saben dónde reposan los restos de sus seres queridos. Son miles los que aún son perseguidos por recuerdos traumáticos de torturas y vejaciones. Solo quiero que algún día la paz pueda llegar a sus corazones y a través de ellos llegue también la paz a toda el alma de una nación malherida.

jose-luis-silva

15 de septiembre

Y tambien es verdad que por ambos lados hay argumentos para acusarse de infamias y traiciones, pero usted subordina la paz segun logre imponer la condicion respecto a quienes eran los buenos y quienes los malos.

¿ Se considera muy honesto ?

Quizá deberia partir sanando usted mismo dejando su premisa de infamias y traiciones, jamás logrará paz en su corazón con ella.

pilar alvarez

16 de septiembre

excelente reflexión, gracias.

Me equivoqué y apreté el no cuando quería decir sí/dedo hacia arriba!

Mariana Guerrero Fernández

11 de septiembre

ME ALEGRO QUE LOS CIEGOS DE ANTES VEAN, ES HARTA LA GENTE INTELIGENTE COMO TU QUE ESTA ABRIENDO SU ENTE Y ESTA EMPEZANDO A CREER, ES QUE A CUALQUIERA LE CUESTA CREER QUE EXISTA TANTA CRUELDAD DE NUESTROS COMPATRIOTAS, SOL HAY QUE HABERLO VIVIDO PARA SABER, ME SALUDAS A TU MADRE

11 de septiembre

Estimado: creo que pocas veces he leído palabras tan humanas y sinceras, alejadas de esas ideologías partidistas que tanto se empeñan en sus razonamientos para descalificarse mutuamente. Personalmente también vengo de una familia pinochetista y comparto plenamente tu reflexión. Me duele ver como el país insiste en hablar de ideologías económicas cuando se habla del régimen. Me duele escuchar que hablen de que nos liberaron de una ideología económica nefasta, cuando pienso que nada vale una vida humana. Pareciéramos enajenados por la ambición y me duele que porque algunos se sienten cómodos con la vida que tienen no quieran mirar atrás y de manera indolente hablen de dar vuelta la pagina cuando aún hay tanto dolor y tanta sangre inocente derramada en nuestras tierras ¿Que clase de sociedad somos? ¿Que clase de indolentes seres somos? ¿Como es posible que estemos ajenos al dolor de nuestros semejantes?

No tuve ni un solo familiar que sufriera torturas, ni mucho más, ni mucho menos, pero como tú y muchos chilenos, empatizo con el dolor de aquellos que aún no tienen consuelo, que claman justicia y verdad.

11 de septiembre

Muchas gracias Daniela. Yo tampoco tuve parientes directos que sufrieran estas atrocidades. Sin embargo, mucho antes de mi primer paciente, cuando era un estudiante, tuve un terapeuta que había sido detenido y torturado por la Armada. Me lo confesó al final, cuando ya estábamos terminando el proceso terapéutico, esencial e imprescindible para cualquiera que quiera ejercer esta bella profesión. Ese fue otro puntal de esta historia que me ayudó mucho a comprender.

Gracias a estas experiencias en el campo de la salud mental pude abrir los ojos y el corazón. Ojalá que muchos más puedan tener una oportunidad como la que me brindó el Destino. Nos hace falta a todos. Gracias otra vez por tus palabras.

Cristina Fuenzalida

13 de septiembre

Yo sí tuve familiares torturados, hasta el día de hoy se sufre con los recuerdos, agradezco tus palabras y las de otros que también empatizan con nuestro dolor, éso es lo que necesitamos para aliviar nuestras heridas, que nos crean y que se haga justicia, sólo así podemos empezar a mirar por un país unido, un abrazo grande para cada uno de ustedes.

12 de septiembre

Qué loco como las historias se superponen!
También soy (quizá deba decir fui, a estas alturas) psicólogo clínico.
También crecí con una familia extensa que tenía la foto del dictador en el comedor, porque mis abuelos eran propietarios de una pequeña parcela que intentaron tomarse, y porque creían en el valor del trabajo y les gustaba el orden. (Eso pese a que mi padre era simpatizante socialista lo que le costó el estancamiento por años en su carrera funcionaria).
También crecí con venda en los ojos hasta que entré a la Universidad de Concepción, lo que ocurrió en 1984, cuando se iniciaban las protestas. Allí tomé contacto con la represión brutal, con los rectores militares designados, con el miedo, con la muerte o secuestro de estudiantes. Hasta que no leí tu post, no recordaba que si uno veía una caja en el suelo la evitaba (posible artefacto explosivo), sólo el temor a los autos oscuros de vidrios polarizados, la marca distintiva de la CNI.
Tampoco milité ni milito, pues no acepto que alguien me diga qué pensar.
Y finalmente, trabajé por una década con víctimas de violaciones a los DDHH, lo que te deja una marca indeleble de dolor (aunque sólo sea dolor por empatía), que ni siquiera la justicia y la verdad borrarán, pero que ayudarían bastante a aliviarla.
Gracias Pablo por darte la pega de pasar a palabras tus reflexiones, y compartirlas.

12 de septiembre

Estimado gracias por tan interesante articulo, ojala sean cada vez mas las personas que fueron ciegas a esto las que vayan empatizando con los afectados directa o indirectamente. En mi caso creci en una familia de izquierda donde nunca me falto nada, estuve en colegios privados donde me rodeaba de mucha gente a favor de la dictadura pero por suerte siempre tuve la pelicula clara. Me da pena ver amigos, conocidos y personas en general que aun ahora apoyan el gobierno militar ya sea porque es la ideologia politica y familiar desde años, donde lo ocurrido de alguna forma los beneficio o simplemente prefieren hacer vista gorda de lo que ocurrio por el hecho de tener un mejor pasar en el presente y disfrutar del modernismo que presenta el pais, claro asi es muy facil decir «para que siguen con el tema» cuando no te falto nada y el sistema impuesto te beneficia o simplemente no te importa porque siempre tuviste de todo y nada te costo tanto esfuerzo, es en ese momento cuando veo el egoismo y la inconsciencia en su maxima expresion. Es por esto que siempre he empatizado con estas personas ya que como se comenta mas abajo nada vale la vida de una persona, menos aun la politica, el poder o un modelo economico, mas aun cuando es el que tiene a este pais dominado por el consumo alejandonos cada vez mas del camino de la razon y el corazon, donde se pasa a llevar el bienestar social y el medio ambiente por el mismo egoismo y avaricia. Pablo sigue con este tipo de reflexiones publicas, y no solo politicas si no de todo orden de interes social ya que se sabe que la conciencia es algo que se contagia y cada vez son mas las personas que estan despertando gracias a la era de la informacion, ya que en estos tiempos podemos gozar en un variable grado de libertad de expresion algo que por muchos años fue arrebatado de nuestro Chile, ademas es tarea de todos juntos contribuir a una pais mas justo donde caminemos todos juntos hacia la paz y la igualdad. Espero cuando vuelva a mi viña querido poder sentarnos en la mesa y comentar este tema.

17 de septiembre

Inteligencia, justicia y compasión. En ese orden. Lo tuyo es inteligencia, lo que los demás llaman dejar de ser ciego. Un primer paso, valiente. Luego la justicia y verdad que no llega ni se vislumbra por tantos acomodos y trampas del poder heredado del miedo, no solo los legales, también los culturales, las frivolidades que callan la memoria en una semana. Incomprensibles frivolidades como pasar del perdón omnipresente y hacia todos lados que abundaba hace una semana a la preparación del terremoto más grande de Chile en Recoleta. Sin inteligencia ni justicia no habrá nunca compasión para sanar. Nada que celebrar en estas fiestas patrias (más aún cuando se vive en territorio mapuche, donde hay una herida profunda que no cerrará hasta quién sabe cuándo)

Lucy Muratti

17 de septiembre

Estimados, he leído con mucha atención tanto el artículo de Pablo como las demás intervenciones, todas muy interesantes y valederas. Si hay una diferencia entre este aniversario el 11 y los anteriores es que por primera vez hemos estado dispuestos a escuchar y abrir nuestras mentes, no puedo creer que aún hayan personas que pretendan tapar el sol con un dedo … si, se vivió , hubo un quiebre en las instituciones y hubo violación de los derechos humanos… dolor…. miedo … desesperanza….. sentimentos que aún nos acompañan.
No sufri dolores propios…pero no puedo permanecer indolente al sufrimiento de otros, y testimonios como estos me dan una cuota de esperanza, de que algún día podremos como país superar tan negro episodio.
Sólo la verdad y la justicia podrá aliviar tanto dolor.
Un abrazo .

17 de septiembre

Pablo, no eres el único; habemos muchos que nacimos y crecimos en un hogar pinochetista. De un modo u otro nos enfrentamos a una realidad oculta por años. Y no es fácil no sentir rabia y confusión. Saludos

17 de septiembre

Empatía básica nada más. Algo que a muchxs les falta.
Gracias por el texto y la honestidad.

Christian Salgado

18 de septiembre

Comparto toda tu reflexión y empatía…. Y hoy solo quiero entender lo que lleva a un pueblo, una nación a destruirse entre ellos…en que momento se perdió la razón y se impuso la fuerza.

18 de septiembre

Que bonito ver a tanto profesional joven, nacido acomodado y en familias momias y que con el tiempo desde la vereda del frente se pegan las tremendas reflexiones.
Ja!
Cuantos de ustedes fueron compañeros de universidad de otros como yo, los menos, lo que crecimos con miedo propio, no inculcado por madres.
Ese miedo del allanamiento y del milico apuntándote cuando eras una pergenio de 8 años.
O el miedo del bulto que si exploto, del niño que jugaba en la plaza en un camino de la Pincoya, ese mismo camino que cada día una tomaba.
O el miedo al hambre y la pobreza…
La verdad es que les creo tan repoco a todos estos pseudo new socialista, por que estudie con muchos de ellos.
Los indolentes descritos en el Gran Gatsby, refleja esta socialite, de nuevos socialistas. Todos vociferan mientras haya democracia, pero están criados blanditos.
La conciencia no basta, es conciencia sin cojones. Hoy es fácil ser reflexivo con la panza llena y sin metralla que te apunte.
Ojala nunca mas pase nada de eso, pero me pregunto, que pasará con todos estos valientes que en el diario vivir son tan poco cristianos (para que decir socialistas).
Vean como tratan a sus vecinos, al mozo, al taxista, al compañero de trabajo.
Espero que su proceso reflexivo sea algo más profundo y que lo transmitan en sus acciones diarias. No es necesario ser héroe de grandes batallas, solo vivan las diarias, mas humanistamente (para que repetir cristianos)

18 de septiembre

Frase del Talmud: “El mal existe porque los hombres buenos no hacen nada”.
Y otra similar de Edmund Berke: “La maldad triunfa cuando los hombres buenos no hacen nada”.

servallas

18 de septiembre

Interesante reflexión, ojalá que como país aprendamos a respetarnos, a construir una nación, a pensar en un futuro común, a eliminar la extrema pobreza y a lubricarnos socialmente, a pensar que ante de ser descendientes de europeos, descendientes de pueblos originarios , de ser mestizos, judios y arabes, y un cuanto hay en esta tierra, somos chilenos. Si lo queremos, y evitamos que el odio crezca en nuestra mente y corazones, me parece con toda humildad que podemos ser los mejores.

19 de septiembre

… Y ¿quien dijo que quieren solucionar las diferencias? cuando con la violencia establecieron o restablecieron las diferencias que siempre les han servido para sacar provecho de ellas… arriba los que luchan lo que no quiere decir que luchar sea un acto violento, todo lo contrario porque sin diferencias solo hay igualdad, pero, no quieren igualdad y usan la violencia para evitarla… ahora ¿quienes son los violentos y quienes la provocan? no solo la violencia sino que tambien las diferencias

JAIME MALAGUEÑO

19 de septiembre

Yo fui uno de los reprimidos por el sistema, sobreviviente de Villa Grimaldi. Y a pesar que me duele sin duda lo que yo pasé, me duele más aún lo que pasó mi mujer, mientras día tras día, a pesar de sus .limitaciones me buscaba por todos posibles centros de reclusión, quienes negaban mi detención mientras era salvajemente torturado. Pero más me duele lo que nos quitaron, lo que nos impusieron, un sistema de nueva esclavitud, donde nuestros esfuerzos en el trabajo se van a muy pocos, mientras la incertidumbre con sus consecuencias se mete cada vez en nuestras vidas, sistema que después de haber entregado una vida trabajando me da una pensión miserable que me obliga a seguir trabajando hasta que la muerte me llame porque a esta altura de mi vida los remedios que me permiten vivir son mas caros que lo que puedo recibir como pensionado. La codicia que es quien rige los destinos de esta sociedad, y que beneficia a muy pocos es el principal obstáculo para la reconciliación. A nosotros nos robaron un país solidario, con sueños de justicia, donde el bien común estaba sobre el personal y a punta de bayonetas nos obligaron a aceptar una sociedad donde el individualismo y el aprovechamiento ajeno es la norma.

21 de septiembre

Pablo me ha impresinado mucho tu Artículo. Está muy bien radactado y me ha llegado muy profundamente. Pienso en las personas que sufrieron: torturadas, violadas, quemadas, colgadas, etc… Yo como tu, ignorante ante este dolor humano. Creo que tendran que pasar muchas generaciones, para que empiece cierta tranquilidad en nuestro querido país, tan dividido y tan sufrido. Cuántos años han pasado con el Holocausto y sin embargo, para los Judíos está presente. Aquí sucederá lo mismo, creo que esto estará siempre presente, de lo cual me alegro, porque así el NUNCA MÁS, será una realidad.

Tocayo Pablo

28 de septiembre

Querido tocayo… q quiere q le diga… yo tambien soy nacido en el año 1980, de colegio cuico y momio, y de familia 100% pinochetista…

Tambien vivi esa simple y llamativa anecdota de la famosa casa de Alvarez 132, de ni siquiera poder acercarse a tocar la reja «porque los dueños se van a enojar»

Mis ultimos años de colegio y primeros años en la universidad sirvieron sin dudas para sacarme la venda q me tenia cegado de todo lo que ocurria en el pais durante nuestra infancia y adolescencia, en donde el simple e inocente comentario de un cabro chico de 5-6 años sobre pinochet o el «gobierno», podia colocar en jaque a toda una familia frente a sus vecinos y potenciales «sapos»

Agradecido de su columna estimado…

El tocayo Pablo.

Rubén Berrios aravena

11 de septiembre

Hay momentos en la vida de las personas donde afloran lo mejor y lo peor de nosotros. No podemos tras una careta simplemente quedamos expuestos a nuestras bajezas y nuestras grandezas. Pues ambas son parte de nuestro ser

12 de septiembre

No se sana porque se sigue creyendo, de cualquier lado, que la verdad es unica y que el otro lado está equivocado. Mientras no entendamos que en la vida pueden haber puntos de vista distintos, siempre habrá conflicto porque se lucha por imponer el propio.
Saludos

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