Wag the dog, traducido como Mentiras que matan o Escándalo en la Casa Blanca, fue una de las tantas y exitosas películas dirigida por Barry Levinson, interpretada por dos grandes del cine: Robert de Niro y Dustin Hoffman. Trata de la utilización de los medios de comunicación como recursos políticos para influir en la decisión de la ciudadanía y ganar elecciones. Un presidente, candidato a la reelección, se ve envuelto en una serie de escándalos sexuales que amenazan su candidatura, ante lo cual sus asesores más directos inventan una guerra en Albania para lograr desviar la atención de la opinión pública.
En la película, la supuesta guerra es “creada” por uno de los mejores productores de Hollywood, Stanley Motss (Dustin Hoffman), tanto así que ni la propia CIA –que se ve sorprendida por el “éxito” de esta falacia- puede evitar el montaje de este conflicto inventado. Todos los recursos del marketing se usan sin trepidar, y la supuesta guerra cuenta con todo el apoyo de las personas. El apoyo al presidente sube como espuma. El mandatario es reelecto y el director de esta puesta en escena Stanley Motss es asesinado, pues no se resignó a que ésta, su obra cumbre en la carrera hollywoodense, no llevara su crédito.
A riesgo de parecer insensible con el dolor ajeno, confieso la jornada del domingo 22 de agosto me hizo recordar instantáneamente esta película, sobre todo cuando Sebastián Piñera mostró a las cámaras de TV el papel con letras rojas que los mineros habrían escrito, frase que creo difícil los chilenos podamos olvidar: “Estamos bien en el refugio los 33”.
No estoy diciendo que estemos frente a un montaje. Tampoco que ese papel haya sido escrito por terceros y no por algún minero que, sacando fuerzas de flaqueza, supo estampar esas palabras. Sólo intento poner las cosas con otra perspectiva, a fin de no convertir lo que hoy es un drama humano real no sólo de 33 hombres, sino de miles de otros y otras que trabajan en condiciones de riesgo y sin garantías mínimas, en un futuro montaje cinematográfico o comunicacional que nos haga perder la memoria de lo que estamos viendo.
Los canales de televisión dejaron sus transmisiones habituales para emitir en directo todo lo que estaba ocurriendo en la mina San José, haciendo “atractivo” ver televisión en un día domingo. Fuimos testigos de los primeros golpes, de las palabras de Piñera, de la imagen de un minero ante la cámara. Después de las buenas noticias, muchos valoran la conducta del gobierno en el manejo de este conflicto. La presencia de Piñera y el protagonismo de ministro Golborne son evaluados como aciertos, tanto así que hoy pocos deben recordar al mismo ministro mostrando sus entradas para el Mundial de Sudáfrica o su carcajada frente a diputados y senadores de la Concertación ante la discusión del royalty. Nada de eso estaba presente en los aplausos dominicales, merecidos sin duda, de este nuevo líder, del súper Ministro de Minería.
Si con esta tragedia los trabajadores de la minería acceden a las condiciones dignas y justas que todo trabajador merece, el sacrificio habrá valido la pena. Si los empresarios dueños de las minas van a los tribunales y son juzgados por su responsabilidad, si el Poder Legislativo establece la necesidad de leyes laborales que garanticen un trabajo digno (con sueldos, horarios de trabajo, seguros sociales de cesantía, salud, jubilación, etc.), si el Poder Judicial hace bien su trabajo y castiga a quienes incumplan estos acuerdos, el sacrificio habrá valido la pena.
No estamos en Hollywood, sino en un país alejado del resto del mundo en estos temas, pero con ansias de ser vecino de la modernidad. Difícil tarea si no se comienza por consolidar la relación entre trabajadores y empresarios, de tal manera que nunca más sepamos de mineros que queden atrapados en otro derrumbe, ni de buzos que mueran mares sureños porque no cuentan con la infraestructura mínima que les garantice terminar su jornada laboral sanos y salvos.
Pero nuestra historia es olvidadiza y muchas veces, como dice Serrat, “cuando se abre una flor, al olor de la flor, se le olvida la flor”…
La película Wag de Dog termina con el presidente reelecto y con el ideólogo de la ficción muerto. Final feliz hollywoodense. Acá en Chile la “película” lleva años en exhibición en cines alternativos, pero recién ahora con estos 33 hombres se ha puesto en la cartelera de los cines principales.
Por cuánto tiempo, depende de nosotros.
*Daniela Jorquera Beas, socióloga.
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