Cuando en 1939 Neruda trajo el Winnipeg a Chile, con dos mil españoles escapando de la guerra civil, los conservadores dijeron que “si los refugiados no hubieran cometido crímenes ni delitos no huirían hoy de la justicia de Franco, ni hubieran tenido que salir de España”.
El Chile del futuro será una síntesis de todos quienes vivan en él, sin importar origen, color de piel o idioma. Porque sabemos de la hospitalidad de muchos pueblos para miles de chilenos y hemos sentido el orgullo de haber sido, muchas veces, “el asilo contra la opresión”.
Hoy algunos agitan el mismo miedo de ayer. Aunque tras escuchar algunas “propuestas” podríamos creer, como dice Milena Vargas en su columna “Los indeseables”, que “se trata solo de racismo y xenofobia, (pero) esconden una realidad aún más triste para los propios nacionales, el problema no es solo de raza o la nacionalidad, el problema real es su pobreza”.
La migración ha aumentado, pero eso no es nuevo. El mestizaje está en el ADN de Chile. Palestinos, croatas, chinos, españoles, vascos, ingleses y alemanes, enriquecen nuestra identidad. Lo que al parecer molesta a algunos es que se acentúen los genes indígenas y afrodescendientes, por la presencia de jamaicanos, haitianos, peruanos, bolivianos, cubanos, venezolanos y colombianos.
Asistimos a un debate que no es sobre migración, sino sobre la resistencia de una parte de la sociedad a la integración humana en el contexto de la globalización. Curiosamente, los mismos que defienden la libre circulación del dinero, son los que proponen límites a la circulación de las personas.
Los que apuestan a la construcción de imaginarios discriminadores, insisten en diferenciar entre “migrantes” y “extranjeros”. Proponen prohibir el ingreso de quienes tengan “antecedentes”, pero quieren impedir la expulsión del condenado cura pedófilo John Reilly.
Al parecer todavía no se entiende que la diversidad humana es una fortaleza y no una debilidad para nuestra sociedad, aunque la integración no pasa por reducir a los migrantes a bailes o comidas típicas.
El Chile del futuro será una síntesis de todos quienes vivan en él, sin importar origen, color de piel o idioma. Porque sabemos de la hospitalidad de muchos pueblos para miles de chilenos y hemos sentido el orgullo de haber sido, muchas veces, “el asilo contra la opresión”.
Como dice Brecht, los migrantes siempre llevan consigo el ladrillo “para mostrar al mundo como era su casa”, esa casa común edificada con respeto y dignidad. Porque la migración se ha tratado siempre de eso, de compartir la casa y el ladrillo.
Por el senador Alfonso De Urresti Longton
Fuente: Diario Austral de Valdivia
Comentarios
20 de diciembre
Le honra el artículo.
Me alegra saber que aun existen socialistas que van mas allá del cartón.
Saludos.
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20 de diciembre
Mucha gente con quienes he conocido y conversado ha salido de repente el tema de los inmigrantes y casi siempre llegamos a una opinión poco cristiana y deshumanizada: No queremos negros ni asiáticos en Chile, llamese haitianos, colombianos, peruanos, bolivianos, etc. Siempre deseamos que vengan extranjeros blancos, caucasicos, rubios de ojos claros; pero nos olvidamos que históricamente los que vinieron a Chile son gente aperrada, los yugoslavos llegaron arrancando de los turcos y de los austrohúngaros, los judíos arrancaron de los rusos, los árabes de los turcos, los pocos alemanes que vinieron arrancaban del hambre y de las guerras en europa, los italianos huian del hambre y el desempleo, los españoles se venían huyendo del hambre y de las nulas oportunidades. Hoy ningun europeo se va a venir a Chile y menos se va a venir a mezclar con el homo chilensis guatoncito, patas cortas, pelo chuzo y moreno. Acaso no se acuerdan de los 50 o mas yugoslavos que se vinieron por 1995 y tantos, cuando vieron que tenían que aperrar con la pala y la picota, huyeron como ratas por la cordillera y se volvieron a sus países, esos eran gente sin valor y que no valían la pena.
Lo siento, pero yo veo que los negros y los asiáticos que llegaron a Chile si están aperrando, y vaya que aperran, esos hacen que valga la pena de ser chileno.
He dicho
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23 de diciembre
Don Juan Montero. Usted lo ha dicho y lo ha dicho muy bien. Una gran mayoria de chilenos sufre del sindrome del pobre gallo, que por donde mire se encuentra con gente mejor y se siente chico, feo, pelo tieso, pestañas que parecen clavos y ojos de ladron ladino. Por carecer de auto estima se lanza en piquero contra todo aquello a quien achaca sus desgracias fenotipicas y genotipicas: al indio mapuche por lo chico, al chino por las mechas tiesas, lo moreno de su piel a cuaquier negro autentico sin darse cuenta que se la ganan hasta en el esfuerzo para trabajar y surgir. Hay niños haitianos que ya a los dos años de estar aca hablan castellano como cualquier chileno educado mientras estos pobres gallos apenas son capaces de articular a media una frase aunque si son buenos para criticar y decir vulgaridades. Asi es mi Chile, tiene mucho de que aprender.
26 de diciembre
Este tipo de artículos aparecen todos los días, los politicos son los campeones en su redacción, todos son discursos politicamente correctos, alabando al diferente y rasgando vestiduras sobre nuestras propias formas de ser, pero debajo de esto ¿que hay?. Pienso que muchos de estos esfuerzos literarios no son más que material para la galería, para el consumo de gente que se preocupa de las formas, y al igual que muchos políticos que a veces son grabados por equipos que por descuido no fueron apagados, o en cualquier otro descontrol del entorno y cuando no estan trabajando para la galería, queda en evidencia su real pensamiento.
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