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Matrimonio igualitario: paternidad hetero-homosexual, ¿es ese el debate?

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Partamos por enfrentar que eso que hemos entendido como “buena crianza” y el cuidado de la familia como institución, contrasta bastante con los resultados del cuarto estudio de maltrato infantil de Unicef Chile, que reveló que el 71% de los niños chilenos menores de 14 años recibe algún tipo de violencia por parte de sus padres: un 25,9% en un grado de violencia física grave; un 25,6% en un grado de violencia física leve; y un 19, 5% en violencia psicológica. ¿Todos estos padres son homosexuales? ¿Todos son heterosexuales?

Puedo entender el miedo que  puedes llegar a sentir cuando toda la vida te han dicho de forma directa o indirecta que los homosexuales son y somos unos enfermos, unos perversos.

Puedo entender el miedo que aparece con un fantasma que lleva por nombre amenaza cada vez que se habla de los efectos que la “tragedia homosexual” puede traer a nuestra sociedad, y a  la institución de la familia. Los modelos que supuestamente desviarán a nuestra sociedad hacia un lugar que ni en nuestros peores sueños – según lo que escucho- podemos llegar a imaginar.

Yo me pregunto si ese lugar al que podemos llegar será peor que el 71% de los niños que en Chile actualmente dicen recibir algún tipo de maltrato. No creo que todos ellos sean hijos de padres homosexuales. ¿Tú sí lo crees?

Si el argumento de defensa principal pasa por  acortar nuestros derechos para defender la institución de la familia, porque no partimos por replantearnos el concepto de familia que hoy estamos construyendo porque creo que algo nos está pasando cuando vemos  que un 71% de los niños en Chile dice sufrir maltrato por parte de sus padres, aspecto que lamentablemente sí trae consecuencias  para el desarrollo positivo de nuestros niños, eso que tanto nos preocupa.

Como se ha demostrado el desarrollo de un vinculo sano, de bases sanas en nuestra infancia, no depende del genero pero si de las características de esa relación con las figuras significativas, por ello quizás más que centrar nuestros discursos en sí somos dos hombres, dos mujeres o un hombre con una mujer, debemos comenzar a pensar que el problema real lo tenemos en nuestras habilidades parentales como en la falta de trabajo de nuestra historia personal, porque ese es el gran riesgo para nuestra sociedad.

Si leo este porcentaje desde una mirada sesgada como la que nos transmite la realidad que vivimos hoy con cero capacidad de autocrítica y discursos populistas que nos dividen pero que no ponen el foco en la problemática real, claramente pienso que ni población heterosexual ni homosexual deberían educar a sus hijos, brutal generalización que habla de una desconfianza absoluta en tu capacidad de mejorar, de evolucionar como persona. Pero no sólo eso. Con ello remo a favor de la negación de derechos humanos básicos, como también de medidas tan confusas como las invitaciones que hoy nos hacen en nuestro país como el pre kinder obligatorio con el argumento de promover desde las bases igualdad de oportunidades y entornos sanos para nuestros hijos. ¿Queremos ese gran padre-madre que nos cuida a nuestros hijos mientras seguimos funcionando y luego llegamos a casa a descargar todas nuestras frustraciones? Pregúntaselo a ese 71%. ¿No existirá un camino mejor? Yo creo que sí y sé que sí.

Algunos llegan a hablar de una crisis moral. Estoy de acuerdo, pero la de los valores reales, la del respeto al ser humano. Por ello hoy me he decidido a escribirle a tus miedos, porque quiero decirles que si pensamos en generar familia como sociedad, la real, la que potencia las individualidades, abraza, acoge, impulsa, apoya, contiene pero deja espacio al ser y por tanto en el fondo ama, la que enseña a respetar, eso parte por aplicar esa cláusula a nosotros mismos y a la sociedad que vivimos, aspecto que ya llevamos siglos posponiendo, en pro de sistemas económicos que invitan a desvincularnos.

Partamos, por ejemplo, por considerar inadmisible que en las campañas presidenciales se esbocen propuestas que busquen sumar adeptos amparados en la exclusión y recorte de derechos humanos o puesta en duda de los mismos de algún grupo de ciudadanos, porque eso puede definirse como violencia. Es violencia desde el punto de vista psicológico y también biológico. Discursos que se insertan dentro de otros discursos que hablan del Chile de los chilenos, ¡grandes paradojas! Sólo por citar dos ejemplos: ¿Qué pasa con los derechos del colectivo homosexual? Pero también, ¿qué pasa con los derechos de los niños y el respeto a los periodos críticos de desarrollo si hablamos de permisos de paternidad y maternidad,  y ya para que decir de educación centrada en prevención de la violencia?

Partamos por  enfrentar que eso que hemos entendido como “buena crianza” y el cuidado de la familia como institución, contrasta bastante con los resultados del cuarto estudio de maltrato infantil de Unicef Chile, que reveló que el 71% de los niños chilenos menores de 14 años recibe algún tipo de violencia por parte de sus padres: un 25,9% en un grado de violencia física grave; un 25,6% en un grado de violencia física leve; y un 19, 5% en violencia psicológica. ¿Todos estos padres son homosexuales? ¿Todos son heterosexuales? Contrasta también bastante con el tipo de políticos que estamos eligiendo y el sufrimiento humano general que vivimos como sociedad y con las características de nuestro mercado y la relación que estos aspectos podrían tener con nuestra historia vincular. Sí, al parecer no eran planos tan alejados como los vimos en la universidad, por tanto si vamos a hablar de familia y modelos de crianza y efectos, hablemos en otros términos también, considerando los efectos que los modelos de crianza que defendemos nos están mostrando.

Mi invitación es a cambiar el foco. Quizás lo que tenemos que discutir es otra cosa, porque hoy cuando escucho estos discursos, aunque puedo entender que desde los mismos se formaron miles de ciudadanos, incluso yo en algunos sentidos, aunque puedo entender la tarea difícil que es cuestionarlos, aunque sé lo difícil que es poder mirar el mundo más allá de esas creencias arraigadas a hierro, tan duras que llegan a estructurarnos, a negar nuestra capacidad de sentir y de ver al otro, aún sabiendo todo eso, no puedo callarme porque si lo hiciera sería reforzar nuestra distancia, aplaudir la ignorancia y reforzar la manipulación y exclusión brutal que se está haciendo utilizando el sufrimiento de un colectivo o grupo de personas.

Sufrimiento. El tuyo por sentir que sólo estando dentro del marco que aprendiste estás bien, seguro y normal, el mío por salirme de ese marco y atreverme a explorar para encontrarme, en ambos. Una apelación a nuestra identidad y a nuestras experiencias vinculares. Como antes lo sintieron negros, judíos, mujeres, y otros colectivos hoy el colectivo homosexual en Chile es uno sobre el que otros levantan sus poderes desde discursos que invitan a la exclusión, al rechazo, a la anormalización de la visión del mismo. Un acto que es violento y que deslegitima, ridiculiza y cuestiona el amor entre dos adultos, por tanto historias, identidades, proyectos, vidas.

¿Es el matrimonio homosexual la mayor amenaza para la familia? Creo que no, creo simplemente que es otra forma de vinculación amorosa tan legítima como la heterosexual. El desafío en este campo es otro y como comentaba no pasa por hablar de homosexualidad o heterosexualidad, pasa por hablar de personas con derechos  y en este caso también deberes, ambos, deberes relacionados a que ese 71% de la población infantil deje de sufrir y reciba a cambio bases seguras que potencien la singularidad y el desarrollo positivo del ser humano. Justamente para que el día de mañana el mundo pueda ser distinto desde nuestros vínculos y los debates sean otros,  justamente porque estamos protegiendo a la familia y el desarrollo positivo de las personas que la componen.

Como hace unos meses publicaba en nuestra página en Facebook, “Claramente es innegable que las crisis vitales o experiencias fuertes que podamos vivir abren el espacio a la pregunta, a la mirada de uno mismo. Es el encuentro con nuestro dolor el que nos permite sentir el dolor de otros porque antes hemos logrado vernos y ser #Humanos con nosotros mismos, pero ese encuentro no es únicamente posible desde las experiencias de dolor, desde las crisis…el desarrollo de la empatía y la mirada humana hacia nuestro si mismo y otros tiene otro camino… el amor y el respeto… y ese es el camino que creo que tenemos que construir para las próximas generaciones… un camino donde el ser humano pueda crecer desde sus fortalezas, seguridad y autoconocimiento”.

¿Estamos preparados como heterosexuales y homosexuales para esto? ¿No te suena ridículo que me dirija a ti de esta forma? A mi sí. Prefiero hablarle a la persona, esa que trae una historia vincular que puede comenzar a cambiar para crear entornos sanos para nosotros, los que amamos y las nuevas generaciones.

* Entrada escrita por Alejandra González M, psicóloga, equipo central Humanízate.

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26 de noviembre

Me gustaría decirte, «Alejandra»: ¡oh, cuán bonito es lo que has escrito, cuán humano y cuán esperanzador!… Si todos siguiéramos el camino del respeto y del amor, que hermosa sería nuestra sociedad, sin embargo… :

La sociedad nos tiene hasta el tuétano a todos los seres pensantes. Perdimos toda clase de esperanza racional… Si ves la televisión por un rato en el horario del noticiero, te hastiarás de toda clase de corrupción, maldad, injusticia, tanto que «la hora del fútbol» al final nos parece constituir las verdaderas noticias del día…

Antes, para otros no era así. Las noticias duraban media hora y se acababan cuando empezaban las noticias del fútbol… Ahora todo es al revés… El circo social nos ha enajenado completamente. Hablar de una sociedad futura mejor, con más derechos o igualdades; privilegios o humanismo, es algo ajeno a nuestros razonamientos basados en la experiencia…

De hecho, no caminamos hacia una sociedad que se perfecciona, sino que hacia una que se destruye. Parece, por tanto, lo más recomendable preocuparse por sí mismo, el entorno familiar y cerrar puertas a toda clase de humanoide que nos venga con cuentos ridículos de potenciales sociedades mejores si los individuos hiciéramos tal o cuál cosa… Eso no existe, simplemente…

Sin ir más lejos, la teoría de una sociedad mejor se conoce hace más de dos mil años, con los primeros socialistas-comunistas cristianos que compartían todo lo que tenía y lo ponían al servicio de quienes lo administraban para toda una comunidad. La felicidad estaba basada en el goce del espíritu y la esperanza de una vida eterna que comienza en esta propia vida, amando a nuestros semejantes y conociendo al Dios altísimo…

Sin embargo, la sociedad no quiere esta teoría. No quiere esta práctica, porque ama el dinero y lo necesita; porque ama la carne y desea satisfacerla; porque se va detrás de sus razonamientos llenos de egolatría e ignorancia, para reemplazar la sabiduría por la vanalidad y la carnalidad…

Así, proponer nuevas formas de ver el problema del origen del hilo negro no nos llevan a ningún lado, porque, si a Cristo no oyeron, dos mil años después de que su nombre sigue vigente como el que más en todo el universo, menos estará la sociedad interesada en teorías algo más que secundarias para darle nuevas esperanzas de un mundo perfecto, cual espejismo cruel, en circunstancias de que como sociedad llevamos a paso acelerado justo el camino en la dirección contraria…

Si no fuera así: ¿la política y la gente que se dedica a ella está proveyendo soluciones?… ¿El ministerio adecuado de vida en sociedad y en familia está resolviendo el problema?… ¿Grupos hetero u homo sociales han dado en el clavo con una solución masiva que a todos nos parezca razonable y por la que nos hayamos vuelto locos de convencimiento por adoptarla? …

A mí parece que todo esto no es más que un nuevo discurso por defender teorías homosexuales echando mano del porcentaje de niños que sufren alguna clase de maltrato… ¿No es esto vilencia también?… Al respecto y considerando detalles de otros grupos de interés que sufren maltratos: ¿no te preocupa los maltratos que sufren los ancianos, los presos, los lisiados, los que piden justicia, los que claman democracia, etcétera?… ¿Puede la sociedad de alguna forma subsanar todos esos dolores de forma simultánea y con un sentido de humanidad, teniendo como base el respeto y el amor hacia los semejantes?… Eso quisiéramos, ¿no es verdad?, pero, ¿puede hacerlo?…

Todos sabemos que eso no es posible. Sólo soñadores pueden imaginar escenarios en que eso es posible, pero, si no lo olvidamos, la muestra de la sociedad que somos o tenemos, es aquella que muestran los noticiarios nacionales los primeros quince minutos de iniciados estos… Somo una jungla humana, ajena a toda buena voluntad, a todo buen raciocinio, a sistemas mejorados, en donde siempre hay algún pez más grande que se come a los más pequeños y luego se afila los dientes con sus despojos para prepararse para consumir a su siguiente victima…

Así como es violencia que los candidatuchos presidenciales les hablen a la sociedad de la igualdad y libertad de los homosexuales, así también es violencia que los homosexuales quieran ondear banderas de espacios libertarios o igualitarios… ¿A quién cresta le importan los homosexuales?… Si ustedes, como homosexuales quieren hacer algo en particular con sus vidas, simplemente háganlo. No necesitan pedir permiso ni ponerse cartel ridículo alguno… ¿O ustedes creen que los delincuentes hacen lo mismo?… Se entiende que los políticos necesitan hacerlo, porque viven de las rayas en los votos, pero, no es así con el caso de los homosexuales…

En al misma línea… ¿A quién diantres le importa que haya un vendedor callejero, un músico tocando en una vereda, o alguien vendiendo cuchuflíes en la micro?… La suciedad, perdón, digo, la sociedad es un circo en el que existe una única separación imposible de quitar… Los hijos de Dios y los hijos de Satanás y ¿cuál número de ellos es mayor?… Por lo tanto, lo que vemos es raíz de lo que como sociedad somos… ¿Y tú esperas que seamos perfectos al unísono concediéndonos unos a otros respeto y amor?…

Como dije, suena bonito, pero, al mismo tiempo sabemos que eso es imposible…Como proyecto de vida personal, te lo concedo, pero, a nivel de «suciedad», es impracticable… Por lo tanto y dado que no somos jueces los unos de los otros, cada quien supongo que debe vivir su vida como mejor le parezca, o como mejor haya aprendido que debe vivirla. Así, sé que hay personas que prefieren erigir su propia ley personal y en base a ello vivir, no prefiriendo las leyes que nos hayan dejado «sociedades más evolucionadas» respecto al conocimiento de nuestro ser interior y de las reales de amor, comprensión, respeto y sabiduría, tal como las que podemos encontrar en la Biblia…

Ya sé, ya sé que esta no calza con el tipo de vida que quieren vivir los homosexuales, sin embargo, la mayoría de la gente, estigmatizados a su propia medida, también no quiere acoger las leyes de vida de la Biblia porque todos somos malos de una u otra forma… Muchos de nosotros son o somos adúlteros, fornicarios, inmundos, lascivos, mentirosos, idólatras, vanagloriados, adivinadores, hechiceros, agoreros, o tenemos pleitos, enemistades, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, o somos ladrones, borrachos o participamos de orgías, etcétera, y todo ello nos parece a nosotros «tan humano», tan libertario, pero, «las pelotas», todo ello es el camino a la perdición del alma…

Yo creo que si el hombre, y por su puesto la mujer, verdaderamente valorasen su alma, y al mismo tiempo tuvieran una «educación de calidad» estarían muy, muy preocupados de su forma de proceder, porque la eternidad no es un concepto que lso seres humanos podamos comprender de buenas a primeras de forma que traigamos a nuestro proceder acciones que demuestren entendimiento y sabiduría… Muy por el contrario, muchos de nosotros apenas queremos vivir una juventud que dura sólo unos pocos años o décadas, todos tiempos o edades que están inmensamente alejados del concepto del valor de la eternidad…

En fin… Se suele decir que cada quién con su propia forma de vida, pero, al mismo tiempo, creo también que cada quien procura hacer en los demás el que en ellos quede una huella de reflexión, cada quien a su medida, cada quien respecto a sus valores y lo que conoce y como mi seudónimo lo indica, de mi no se puede esperar otra cosa que no sea que le predique la palabra de Dios a quien me lea, a mi humilde y pobre manera, por cierto, que no tiene pretensión alguna ni tampoco ánimo de gloria, porque no merezco ninguna…

Buena suerte en el peregrinaje de tu mente en busca de la verdad y del conocimiento de la vida eterna…

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