Hoy día no está de moda decir que los partidos políticos son importantes. Es más, está de moda decir que los partidos han traicionado a la ciudadanía, y que la "clase política" no está a la altura de los actuales acontecimientos.
En parte de ese discurso se aprecia un sesgo generacional, profundizado por las movilizaciones estudiantiles de este año. Parece que los viejos políticos ya no están en sintonía con los nuevos tiempos ni con las personas que los protagonizan. ¿Es esto normal o es un síntoma de que el actual sistema de partidos está colapsando?
Si bien nada es en blanco y negro, creo que el fenómeno tampoco es de una extravagancia absoluta. Con los profundos avances tecnológicos y cambios sociales que se producen en nuestros tiempos, es bastante razonable que una persona que nació en 1960 vea al mundo y sus desafíos de una forma diferente a alguien que nació en 1990.
Para la generación de políticos que ya venían teniendo protagonismo desde antes del golpe de Estado, la tarea era bastante clara y evidente: después de optar por la vía política para acabar con la dictadura, había que volver a juntar al centro con la izquierda, devolverle la democracia a Chile y alcanzar un nivel razonable de crecimiento junto a mayores grados de justicia social. Objetivamente, y dadas las amarras institucionales, no era mucho más lo que se podía hacer durante los primeros años de la transición.
Por cierto, la generación que nació en dictadura y que se desempeñó en cargos de gobierno en democracia tenía una misión muy diferente. Había que replantearse los objetivos, imaginar un modelo de sociedad distinta, perder los miedos y avanzar hacia otro lenguaje y otra forma de acción política. Este proceso ha sido más lento que el anterior.
Y por último, los jóvenes nacidos en democracia nos enfrentamos a otra realidad. No tenemos que perder ningún miedo porque nunca hemos tenido miedo, nos cuesta mucho menos imaginar una sociedad distinta pues nacimos en el mundo de la información y la conexión al instante, no tenemos que responderle a viejas estructuras ni a dogmas pre-establecidos, podemos perfectamente cuestionarnos si es bueno o no que el centro y la izquierda sigan unidos, podemos pedir educación sin lucro y al mismo tiempo emprender nuestro propio negocio porque no tenemos prejuicios.
Ante tales diferencias hay que resolver si las nuevas generaciones debemos romper de plano con las anteriores o bien buscar la manera de complementarnos y trabajar en conjunto. Para mí, la coexistencia de todos estos valores es un activo en sí mismo. No tiene mucho sentido que cada vez que las circunstancias cambien se desarrollen nuevos movimientos que rompan con todo lo anterior, se catapulte a los partidos políticos y se excluya del debate a todo quien tiene una visión distinta. Una sociedad que se autodestruye constantemente tiene pocas probabilidades de alcanzar el desarrollo y el bienestar.
Y aquí está el gran potencial que tienen hoy en día nuestros partidos: ser el lugar donde todas estas generaciones y sus respectivas visiones se encuentran, dialogan y construyen en conjunto un proyecto político para una sociedad compleja.
Sin embargo por ahora es sólo un potencial. Faltan en los partidos mayores espacios de encuentro junto con una reestructuración profunda de su orgánica, de sus procesos democráticos y un sinceramiento de sus posturas ideológicas y programáticas. Eso es algo que podemos hacer entre todos, los que nacieron en los 60’s y los que nacieron en los 90’s.
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Foto: 0sama / Licencia CC
Comentarios
15 de diciembre
Muy Buena Columna! Felicitaciones !!
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