Digamos las “cosas como son”. Estos expertos no necesariamente son “manejadores del conocimiento” propiamente tal. Muchos son elegidos por sus redes o por saber estar en el momento preciso, y en el lugar indicado.
Surgieron hace alrededor de unos 30 años, desde alguna academia, alguna corporación, de algún instituto de investigación, de alguna ONG, o de algún centro de poder, remplazando o acompañando a los gestores del poder político público o a la sociedad civil.
Son transversales y generalmente tienden a ser corporativos. Y cuando alguno de ellos, está en peligro, no escatiman esfuerzos en ser solidarios, rasgando vestiduras de lo mucho que saben o de lo mucho que han aportado al país. Manifestando por ejemplo: “es el que más sabe de educación».
Generalmente tienen apellidos que se asocian a la meritocracia. Han sido Jefes de Proyectos y han postulado a todos los fondos de investigación existen. Han hecho del sentido común su fuente de inicio y han terminado adornando al poder establecido. Caminan por las calles observando el comportamiento de la gente, más le tienen temor al poder de la calle.
Llegan a los reuniones de partido, a los seminarios, a los encuentros nacionales, dando “las luces”, para que dos o tres comentaristas traduzcan sus códigos crípticos, a los que están en la platea y a los están en la tribunan. Éstos, a lo más, pueden formular alguna pregunta, y sin muchos preámbulos. O también, al inicio de la exposición, se reparten tarjetas pequeñas para hacerlas por escrito. El experto con un estilo doctoral elige las más amigables y responde como un “pez en el agua». Luego, algún comentarista, o el mismo experto, realiza un resumen de lo expuesto o de lo “debatido”. Y posteriormente, los asistentes son convocados a 15 minutos de “break”o al final del evento a un cóctel. Y si este es opíparo, más importante es el evento. Y si al final, regalan algún libro el acontecimiento es inefable.
Han sido favorecidos por los tiempos que vivimos. Pues, han tenido tiempo libre, para seguir el hilo de los mercados financieros y del conocimiento. Se han desarrollado, a la sombra de la tecnología, y se han transformado en sacerdotes y sacerdotizas, depositarios de la verdad casi absoluta. Son simpáticos y locuaces, a veces, sorprenden al auditorio con “alguna salida”. Pueden tartamudear y pronunciar no muy fluidamente, pero como cada palabra es como un fósforo encendido, son perdonados y adorados. Por naturaleza son lobbistas y buenos para capturar el talento de otros.
Digamos las “cosas como son”. Estos expertos no necesariamente son “manejadores del conocimiento” propiamente tal. Muchos son elegidos por sus redes o por saber estar en el momento preciso, y en el lugar indicado.
Los expertos: poderes fácticos de la democracia formal existen. Mas, cuando los ciudadanos, se van transformando en actores, es muy probables que se extingan.
Comentarios
21 de abril
No es aceptable tener una constitución que funciona como un texto sagrado que no se puede cambiar. Estas constituciones sagradas son camisas de fuerza que la minoría impone a la mayoría. Para abrir el candado hay que entonces pedirle permiso a la minoría, que tiene la llave. Por principio, la mayoría tiene que poder cambiar la constitución con facilidad en el camino, y sin tener que pedirle permiso a la minoría para poder hacerlo.
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