Mirar un poco hacia adentro y no tanto hacia afuera. Cambiar la palabra diferencia por diversidad. Controlar el deber ser por la escucha, sentir el pulso de la gente en sus angustias cotidianas y no estereotipar las experiencias, dejar los tiempos para que los problemas fluyan y no pararlos con soluciones. Cambios que Chile requiere incorporar para generar un espacio más humano, para potenciar todo el desarrollo que se ha realizado desde su fundación.
Pareciera que el tiempo se acaba, que hay alguien que está observando y calificando, que hay que responder ya porque si no las cosas no funcionarán. Hay que poner una fecha al término de la pobreza, a la entrega de un sistema mejor de movilización, a las carreteras de descongestionamiento, a los vendedores ambulantes que generan inseguridad, hay que correr y solucionar. El tema es que a veces parece poco importar el cómo se hacen las cosas.
El gobierno de Lagos, si algo de sombra generó sobre su propia gestión, fue precisamente esa con suerte de urgencia y necesidad de demostrar y subirse a la modernidad, independientemente de los costos sociales. Ello perjudicó excesivamente al desarrollo del futuro concertacionista. Lagos fue un fuerte propulsor de un desarrollo a cualquier precio. Nadie duda de sus cualidades de estadista, sin embargo algo de su inconsciente o entre su grupo de asesores le tendió una trampa y lo sumió en esa necesidad de decir SÍ, independiente de las consecuencias. El Transantiago es un pequeño síntoma de muchos ocurridos en su gestión, que debió heredar la presidenta Bachelet y que se convertiría en una de las consecuencias del término de la historia de gobiernos de la Concertación.
La incapacidad de Lagos de escuchar, igual que la de Piñera, es herencia de una red de conversaciones que aún no logra mutar de la experiencia pinochetista, la cual hizo sinergia con una cultura chilena plagada de estos mesianismos teñidos de inseguridades en el liderazgo. La prepotencia, el sentido terrateniente, la falta de escucha, esa necesidad de proyectar seguridad, se palpa en los roles de los padres y de las empresas, principalmente en las generaciones de los que hoy tienen más 40 años. En definitiva, en los que siguen tomado decisiones de acción y políticas en Chile.
Hay algo que apura a los chilenos, hay una urgencia en el ambiente, hay una necesidad de demostrar, de ganar rápido, de crecer lo más posible, de modernizarse inmediatamente, de ser los mejores YA.
¿Qué pasa con estas urgencias, qué provoca esta ansiedad y luego la angustia de ver que los tiempos no son cuantitativos, sino humanos y por ello vivibles?
Los espejos están cansados. Hay alguien, como la bruja de Blancanieves, que necesita que le confirmen YA que es la más bonita. Cuando se mira al espejo el resultado no le gusta y pareciera que éste es el verdadero comienzo de la historia.
Había una vez…
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