Ante quienes –seguramente- perderán en las urnas con mayor o menor estrépito hay que tener una actitud firme pero no, avasalladora. Hay que pasar el arado, no, la aplanadora. Hay que seguir convenciendo y no, gritar órdenes como un sargento desaforado. Hay que dialogar y, sobre todo, escuchar.
A horas del desenlace, es obviamente demasiado tarde para intentar argumentos persuasivos en uno u otro sentido. Mañana pasará lo que tenga que pasar. En lo personal, creo que el lunes estarán algunos diciendo : no se pudo. Con un aire menos marcial, probablemente, ligeramente nostálgico y con ganas de dar vuelta la hoja.
El lunes amanecerá una nueva presidenta electa. Debemos preguntarnos cuál será nuestro aporte o bien, nuestro nivel de oposición a su gobierno. Debemos encontrar una salida sólida, útil y generosa a nuestro triunfo o a nuestra derrota. Habrá hablado el pueblo, y hay que escucharlo.
Qué habrá dicho la gente, aun en el marco de nuestra tibia democracia, plagada de derrotismo, resignación y frases estúpidas como: “yo no voto porque son todos iguales” o ese monumento a la estolidez que reza:” igual tengo que seguir trabajando.”
Desde cualquiera de los dos lados deberá llegarse necesariamente a la conclusión de que la gente quiere cambios profundos. Lo gritaron los pingüinos en dos ocasiones. Se sumaron muchos trabajadores, dueñas de casa, jubilados , profesores, gente de regiones, de pueblos originarios, de minorías discriminadas. Fue un clamor nacional, ampliamente mayoritario.
Mañana se decidirá –seguramente – apoyar un programa nacido de aquel clamor. Un programa sólido, macizo, bien hecho y serio. Diría, además, que es un programa flexible., lo que muchas veces se ha tomado como tibio, indeciso, demasiado negociante. Difiero de aquella opinión porque me parece percibir que la flexibilidad es más fuerte que la intransigencia. Antes se romperá la rígida viga de roble que la flexible rama de un sauce.
Ante quienes –seguramente- perderán en las urnas con mayor o menor estrépito hay que tener una actitud firme pero no, avasalladora. Hay que pasar el arado, no, la aplanadora. Hay que seguir convenciendo y no, gritar órdenes como un sargento desaforado. Hay que dialogar y, sobre todo, escuchar.
Pero, por favor, no confundamos esto con debilidad. El programa se cumplirá. Lo hemos prometido como Nueva Mayoría y debemos cumplirlo. Se establecieron plazos y metas. Es posible que el deseo de cambios nos haya hecho pronunciar alguna palabra imprudente. Habrá que entender que caminaremos no por un riel, sino por una ancha alameda.
Pero los ejes centrales deben ser como vigas de acero. Si no iniciamos con decisión y paso firme el tránsito a una nueva educación de calidad para todos y gratuita; si no terminamos con una nueva constitución que nos represente de veras, si no avanzamos decididamente en justicia laboral, salud y previsión, seremos acusados – con justicia – de traidores.
Estoy seguro de que, bajo la dirección de una persona sólida, inteligente, prudente y osada, encontraremos los medios. Estoy seguro que estamos a las puertas de un camino de progreso. Dificultades habrá, y abundantes. Errores cometeremos, siguiendo nuestra impetuosa necesidad de cambios. No siempre estaremos de acuerdo desde el primer día, pero siempre será posible encontrar la vía justa, la herramienta útil, el diálogo aclarador y la paciencia imprescindible.
Ciudadano, levántate mañana temprano. Toma un buen desayuno y dirígete con tiempo a votar. El último tramo de tu viaje, hazlo a pie, con paso sereno, posición erguida, la frente en alto. Vota como quieras, pero hazlo con dignidad y legítimo orgullo. Estás ejerciendo tu derecho de ciudadano.
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