El año 2009 durante la discusión del tema denominado “reformas políticas”, parecía que la sociedad chilena dio un gran paso: se lograron los consensos suficientes (y que se exigen para reformar la Constitución, en un sistema que no prevé la ratificación ciudadana a través de un plebiscito, como es la tendencia occidental), para que la voluntariedad del voto tuviera rango constitucional. La operatividad, de esa reforma, quedaba encargada a una ley que se dictaría posteriormente.
Esa ley es la que está en discusión hoy, y que, además, normaría otros temas como el voto de los chilenos en el extranjero, la forma de inscripción automática, etc.
Convenientemente, salta nuevamente al debate el tema de la voluntariedad del voto, tras la reciente reforma ya citada.
Puedo atribuir lo anterior a una mala técnica legislativa; ¿cómo no se discuten reformas profundamente ligadas al mismo tiempo, evitando crear amarres para los parlamentarios venideros (recordemos que en el intertanto hubo elecciones de diputados y de la mitad del Senado)?
Puedo atribuir lo anterior a que los cálculos sacados post-elecciones llevaron a los partidos y a los honorables a replantearse la cuestión.
Puedo atribuirlo a que el sistema legal es dinámico, que debe ir acorde a la sociedad, y que una parte de esa sociedad, habiendo sido fustigados en diciembre y enero, cambiaron sus ideas, o al menos, la idea del eterno consenso.
(Puedo hacer aquí también una evocación a la necesidad de que se plebisciten las reformas constitucionales, al menos, y así dotarlas de una mayor legitimidad.)
Pero también puedo atribuirlo a la falta de un debate abierto, incesante, plural y en el seno de la ciudadanía (no necesariamente representada por el seno de una comisión legislativa), y es ese debate el que sigue siendo una deuda pendiente.
Ello me animó a escribir sobre la reelección; semanas atrás se presentó un proyecto en la Cámara de Diputados que busca reformar la Constitución, estableciendo la reelección presidencial inmediata e indefinida.
Para situar el escenario, la Constitución de 1980 (al igual que la de 1925) si bien permite la reelección, NO lo hace para el período inmediatamente siguiente, y en esa lógica, no hay obstáculos para que la misma persona ejerza el cargo período por medio.
Lo que llama la atención del proyecto, es que fuera presentado por un diputado de gobierno, en circunstancias de que mientras su conglomerado fue de oposición no sólo se negó rotundamente a la reelección, sino que además, votó la reducción (tras negociaciones con la Concertación, sin sus votos hubiera sido imposible) del período presidencial de 8 años a 6 años en 1994 y de 6 años a 4, el año 2005.
Sólo se han oído, en estas circunstancias, las críticas a instituir la reelección, suspicazmente ahora, pero poco o nada se ha dicho de las falencias del proyecto, queridas o no por su autor: podría interpretarse que la reelección será de carácter indefinido –algo que de suyo pareciera ser peligroso-, ya que la redacción sería como sigue “El Presidente de la República durará en el ejercicio de sus funciones por el término de cuatro años y podrá ser reelegido para el período siguiente”, la Constitución Argentina, por ejemplo, dice que “podrán ser reelegidos (…) por un solo período consecutivo”, limitando el período. Tampoco prevé un articulado transitorio que reglamente lo que sucede con el Presidente actualmente en ejercicio ¿podrá reelegirse? ¿se le aplica o no la reforma? ¿Si se le aplica y no es de carácter indefinido, cuál es el primer período para los términos del cómputo?
No se ha dado un debate sin calculadora en mano del tema. ¿Es conveniente para Chile?, ¿Cuáles son sus pro y sus contras? ¿La formación de élites burocráticas se impide eliminando la reelección o más bien con mayor “accountability” o rendición de cuentas, transparencia y fiscalización? ¿Un proyecto político puede requerir 4 años para malograrse, pero le bastan 4 años para desarrollarse? ¿forma parte de una "tradición" republicana -desde 1871 no hay reelección inmediata-? ¿Es parte del juego democrático no poner obstáculos a la reelección, inmediata, por una vez al menos?
Es ese el debate que se debiera proponer para evitar no sólo la vuelta atrás en discusiones, sino que también una postura clara, contundente, no contingente y no “víctima” de la negociación.
Es interesante en ese sentido ver qué pasa con otros países. En los sistemas parlamentarios, en que el Jefe de Gobierno emana del Parlamento mismo, valga la redundancia, el tema de la reelección pareciera estar bastante diluido. Puede el mismo parlamentario electo resultar Jefe de Gobierno una y otra vez. Por ejemplo, Margaret Thatcher estuvo 11 años en el poder y Tony Blair 10 en el Reino Unido; Felipe González estuvo 14 años al frente del gobierno español; John Howard fue 11 años Primer Ministro de Australia así también en Italia y Canadá, entre otros. (Cómo curiosidad puedo apuntar que en algunos de esos países se tildó de “populista” hacer reformas que posibilitan la reelección en un país de régimen presidencialista, lo que yo llamaría ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio).
Entre los países que permiten la reelección inmediata, pero limitada al período inmediatamente consecutivo, además de Argentina, están Estados Unidos, Brasil, Bolivia, Colombia, República Dominicana y Ecuador.
Hay también países que descartan la reelección, ya sea inmediata o per saltum: Guatemala, Honduras, México y Paraguay.
Hay otros que establecen la reelección consecutiva e indefinida, como es el proyecto presentado a discusión: Cuba, Chipre, Francia y Venezuela.
Por último, no son pocos los países que tienen el mismo sistema que actualmente Chile: Nicaragua, Costa Rica, El Salvador, Panamá, Uruguay, etc.
En fin, no es un tema fútil ni zanjado y que requiere de discusión, ese elemento que los chilenos tenemos olvidado, y que aflora, como una teja sobre nuestras cabezas, cuando las leyes ya fueron promulgadas. Ello no quita validez al debate, pero sé la utilidad de haber puesto los temas en la palestra a tiempo, antes de que se sometiera a los exigentes quórums que el sistema exige, de lo que bien se puede escribir todo un artículo. Mientras tanto, pareciéramos condenados a vivir un eterno día de la marmota.
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