Mi temor es que nos encontremos con lealtades de clase, de familia, de barrio y de base aérea como obstáculos para una vida igualitaria en Chile. Temo que en el fondo izquierdas y derechas no sean más dos lados de una misma oligarquía que, al final del día, se reparta la torta entre ellos dejándonos al resto de nosotros solo con migajas.
En general, las declaraciones de Evelyn Matthei me son bastante indiferentes, sin embargo, no pude evitar poner atención a sus últimos dichos acerca de Michelle Bachelet. Me despertaron en la mañana temprano, en las noticias de CNN Chile. No es que me importen su estado emocional ni mucho menos sus juicios. No es que esté siquiera en contra de lo que ella siente o que tenga una mínima opinión al respecto. Mi preocupación está a su reclamo de lealtad basándose en una amistad entre sus padres.
El general Matthei es un ex miembro de la junta de gobierno que estuvo a la cabeza de la más cruenta dictadura de Chile. Uno esperaría de una persona que aspira a regir los destinos de Chile que cualquier lealtad a aquella forma de pensar en aquel período estuviera superada por un sentido más elevado de justicia.
Nada puede serme más indiferente que el destino de un Beyer que aterrizará con paracaídas de oro en el sector privado al que pertenece (el CEP es privado), aunque sí me parece bien que el ministerio de educación no esté ocupado por un ingeniero comercial con más vocación gerencial que pedagógica; sin embargo, sí me preocupa de sobremanera que mientras los jóvenesse juegan su futuro en las calles, los políticos estén más pendientes de sus lealtades familiares y de clase.
No nos engañemos: la destitución de Harald Beyer no es más que una victoria moral en el imaginario colectivo. No es menor, los políticos de la oposición se dieron cuenta de que no tenían ninguna oportunidad si seguían haciendo oídos sordos al clamor del pueblo, sin embargo, no es en ningún sentido el fin de nuestra lucha por sacarnos las políticas friedmanitas de nuestra vida económica, y social. Chile aún no es una sociedad igualitaria en la que todos tengan las mismas oportunidades y por ende dista mucho de alcanzar los estándares de un país desarrollado; estoy hablando del Apumanque para abajo. El lucro en la educación ha sido constitucionalmente cuestionado, pero aún no ha sido ni deslegitimado completamente ni mucho desplazado de nuestro sistema político.
Mi temor es que nos encontremos con lealtades de clase, defamilia, de barrio y de base aérea como obstáculos para una vida igualitaria en Chile. Temo que en el fondo izquierdas y derechas no sean más dos lados de una misma oligarquía que, al final del día, se reparta la torta entre ellos, dejándonos al resto de nosotros solo con migajas.
Me parece que es hora de que exijamos el fin de tales lealtades. No puede ser que los ex partidarios de la dictadura se aparezcan como legítimos contendores en una mera cuestión de opiniones. Eso no es cierto. Ellos fueron quienes claramente usaron las políticas de la guerra fría para frenar el avance de las clases media y obrera, aunque los miembros de la clase media nos estemos dando cuenta recién de que a nosotros también nos estaban perjudicando. Mientras ellos se juegan membresías a clubes de golf, nosotros nos jugamos el porvenir propio y el de nuestros hijos.
¿La destitución de Beyer no es más que una rotería contra el papá de le Evelyn? Me gustaría escucharle decir que ella dio la orden de liquidar a Beyer y que los golpistas valen hongo y mandarlos a la punta del cerro, en vez de palabras de buena crianza, porque las palabras de buena crianza me hacen sospechar que en el fondo tuvieron la misma crianza y que en el fondo es como si todos fueran hermanas y hermanos más arriba del Apumanque.
No me tranquiliza que la candidata de oposición se refiera a Fernando Matthei como el “tío Fernando”. No me hace feliz que detrás de la lucha por el poder haya un acuerdo de damas o de caballeros, porque los que no somos ni caballeros ni damas, si no meramente hombres y mujeres nos veremos necesariamente perjudicados por esos acuerdos entre gente bien.
En los noventa todavía parecía que Chile se dividía entre los que votaron que sí y los que votaron que no. Hoy Chile se divide entre las clases político-gerencial y la gente que sale a la calle. Queremos educación gratuita para nuestros hijos, ingresos decentes para nosotros, pensiones dignas para nuestros padres y almuerzos familiares que cuesten más de dos mil pesos. Ya no queremos más democracia de los acuerdos entre damas o caballeros, queremos gente que de la pelea por nuestros intereses que son el interés mayoritario y no vernos postergados por sensibilidades de clase comolas de la señora Matthei y queremos que no las comparta la señora Bachelet.
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Comentarios
23 de abril
Tìpico comentario de un resentido que no tiene la màs mínima buena crianza. Vendería a su madre por su libertinaje al que llama socialismo.
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