Ahora, la Nueva Mayoría se enfrenta a un escenario complejo, donde la narrativa política del nuevo ciclo está siendo cuestionada constantemente tanto por sectores al interior de la coalición, como por actores que históricamente se han resistido a los cambios.
El concepto de ciclo político ha sido ampliamente usado por diferentes actores políticos durante estos últimos años. A pesar de que no existe claridad acerca de su alcance explicativo, su uso expresa cierta noción de cambio en lo que respecta a la relación entre sociedad civil, Estado y mercado. Fue en la campaña presidencial de Michelle Bachelet el momento en que el concepto se sitúa como la narrativa política de una coalición que se renovaba con la inclusión de nuevos actores, la incorporación en su agenda de temas instalados desde los diferentes movimientos sociales, y la adopción de una posición reformista en lo que respecta a los grandes dilemas de la transición.
Una vez ganada la elección e instalada la nueva élite en sus respectivos espacios de poder, surgió la pregunta en variados medios de comunicación acerca de lo nuevo de este ciclo. Pregunta no menor, pues el concepto ha sido fuente de debates y tensiones en torno a su contenido político. Como todo concepto, el de ciclo político ha variado en su significado dependiendo del actor que lo enuncia y la intención de ese actor en el uso de concepto. A través de este debate, es posible identificar tres elementos que se presentan como nuevos ante el proceso político actual:
1) La emergencia de actores político-institucionales surgidos desde los movimientos sociales.
2) La inclusión en la agenda pública de temas instalados por movimientos sociales que tocan aspectos estructurales del modelo sociopolítico.
3) La construcción de una agenda de reformas por parte de la élite en el gobierno que da cuenta de los temas instalados por los movimientos sociales.
Los primeros dos aspectos son parte de los efectos de la oleada de movimientos sociales surgidos desde el año 2006 y que tuvieron su clímax durante el gobierno de Sebastián Piñera. Los diferentes movimientos ciudadanos, desde los regionalistas hasta el estudiantil, lograron instalar temas de manera exitosa, quebrando la fuerte coraza política impuesta por algunos de los personeros fundadores del acuerdo post autoritario de la política en la medida de lo posible. Los temas tabú, como la reforma tributaria, educacional, el lucro, el copago, la desmunicipalización, entre otros, pasaron a ser parte de la agenda política de diferentes sectores, generando cierto sentido común en torno a la necesidad de realizar cambios profundos.
Asimismo, actores que emergieron desde los movimientos sociales lograron insertarse en el congreso, estableciendo un puente entre la calle y el Parlamento, algunos mediante proyectos propios, como Revolución Democrática e Izquierda Autónoma, otros mediante plataformas políticas ya existentes, como es el caso de Iván Fuentes y su candidatura al interior de la Nueva Mayoría.
El tercer aspecto es el relacionado con la capacidad de la élite en el gobierno de dar inicio a un proceso de reformas estructurales en diversos aspectos que logren terminar con el legado autoritario que persiste en gran parte de las instituciones políticas del país. Este aspecto ha sido el más complejo de evidenciar de los tres antes mencionados. Y es justamente porque este proceso es el que afecta las instituciones que denunciaron los movimientos sociales como injustas y promotoras de desigualdad y exclusión.
Este proceso de reformas ha contado con diferentes dificultades en su proceso de discusión y aprobación. Por un lado, la resistencia interna a adoptar este proceso reformista, en especial desde sectores de la Democracia Cristiana y del propio Partido Socialista, donde personeros de la antigua élite concertacionista han puesto trabas en lo que respecta al proceso de discusión pública de los diferentes proyectos. Este aspecto ha sido ampliamente abordado por los medios de comunicación, generando una sensación de división y desorden al interior de la Nueva Mayoría, entregando a la derecha argumentos para expresar que las reformas no tienen respaldo desde su sector ni desde sectores de la Nueva Mayoría, por lo que estas medidas no contarían con los votos para ser aprobadas. Este aspecto ha permitido la vuelta de la “política de los acuerdos”, lo que ha mermado más aún la cohesión interna de la Nueva Mayoría.
Por otro lado, la resistencia externa de dos actores claves: la derecha y el empresariado. La emergencia de estas resistencias era evidente, pues tanto la derecha, en especial su sector más radicalizado, como los grandes empresarios agrupados en sus diferentes asociaciones gremiales, han organizado una resistencia histórica a realizar cambios a la actual institucionalidad, argumentando que se pierde la estabilidad y el crecimiento económico, afectando al empleo y el consumo. Así, han intentado intervenir públicamente en contra de la reforma educacional y tributaria con una campaña que busca afectar a sectores medios, haciendo énfasis en la libertad de elección en materia educacional, en crecimiento y empleo en materia tributaria.
Un actor que ha sido gravitante hasta el momento ha sido el movimiento estudiantil. Sin embargo, no se puede definir como un actor que se plantee como resistente a las reformas, pues en su interior coexisten sectores a favor y en contra de las reformas emprendidas por la Nueva Mayoría. Sin embargo, durante estos últimos meses los sectores más radicalizados han intentado echar pie atrás en el proceso de diálogo con el gobierno. No es del todo claro aún si el movimiento estudiantil será un actor que permita el desarrollo y profundización de las reformas planteadas por el gobierno o se transformará en un actor que se plantee como oposición. Claro está, que si el gobierno no logra generar puentes efectivos de diálogo vinculante y si el movimiento estudiantil no logra tener la humildad y la vocación reformista de apoyar los avances planteados por el gobierno en materia educativa, poco será el entendimiento y el movimiento se transformará en un actor que se resista también a los cambios impulsados por la Nueva Mayoría.
El espacio actual es un escenario abierto donde cada actor se juega sus cartas para frenar, avanzar o profundizar los planteamientos que ha hecho el gobierno en torno a los cambios que necesita el país. El nuevo ciclo político está aún en su proceso de formación.
En el período presidencial anterior, Sebastián Piñera y su coalición también tuvieron la intención de inaugurar un nuevo ciclo de profundización de una modernización del país en clave neoliberal. Sin embargo, la resistencia de los actores sociales y políticos frenó este proceso, haciendo fracasar a la derecha en el gobierno y en las elecciones.
Ahora, la Nueva Mayoría se enfrenta a un escenario complejo, donde la narrativa política del nuevo ciclo está siendo cuestionada constantemente tanto por sectores al interior de la coalición, como por actores que históricamente se han resistido a los cambios. El nuevo ciclo dependerá, entonces, de la capacidad de los actores proclives a los cambios de aunar fuerzas para emprender un proceso de reformas que logre abrir la democracia y derribar los muros institucionales heredados de la dictadura. Sin un acuerdo entre los reformistas, será muy complejo iniciar el proceso de cambios. El nuevo ciclo está en gestación y dependerá de la capacidad y voluntad de las mayorías sociopolíticas de izquierda y centro izquierda, escribir la historia de un proceso exitoso de cambios.
Publicado originalmente en: www.revistavanguardia.cl
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