Cuando la Concertación se encuentra puesta en tela de juicio y la derecha no encuentra el rumbo y apuesta a un gerente del retail, uno espera que los dirigentes que en ambos sectores poseen historia e ideas como Lagos, Bachelet, Allamand y Longueira, aporten para repensar sus propios sectores y cómo hacer para que la democracia representativa no sea el oxímoron al cual alude Ranciére.
El ex presidente Ricardo Lagos ha publicado un interesante artículo sobre la relevancia para Europa de la elección de Hollande. Lo que se echa de menos es una reflexión sobre la importancia de ella para nosotros. No me refiero a las consecuencias que se pueden seguir de un mejor o peor manejo de la crisis europea, sino a la cultura política.
Dice relación con la crisis que viviría no sólo el lenguaje político de la izquierda-derecha sino que la democracia representativa en general.
Existiría un desgaste de los discursos que animaron a la derecha como a la izquierda en los últimos 60 años. Por un lado, la socialdemocracia parecería agotada en su capacidad de presentar respuestas que no signifiquen volver al modelo clásico del Estado de Bienestar. Y la derecha basada en un discurso sólo centrado en el marketing, en una cultura del management y que reduce la libertad a su pura dimensión económica, también se muestra fracasada.
Ese agotamiento discursivo ha llevado a que los gobiernos de un signo como de otro aparezcan única y exclusivamente como técnico-administrativos. Nada más. Por eso, dentro de los múltiples factores que explican el éxito de fuerzas como el Frente Nacional de Marine Le Pen (crisis económica, populismo anti-inmigración, carisma, larga tradición cultural de extrema derecha,basta pensar en L ´Affaire Dreyfus, Maurras, Barrés, la OAS, etc.) se encuentra el que el discurso del FN aparezca como uno de los pocos con contenido político.
Esa transformación de la “democracia representativa” en “democracia administrativa” estaría generando una crisis general de representación. En ese contexto, no son pocos quienes cuestionan en la izquierda hasta dónde el modelo de democracia representativa no es como lo describiese Ranciére: un simple oxímoron. La representación sería por esencia la negación de la soberanía popular. Históricamente implicaría un pacto entre una elite y el pueblo, en desmedro de este último.
En ese caso, habría que mirar otras formas de democracia más radical, distintas a la representativa.
La izquierda chilena que siguió bajo el propio Lagos y Bachelet un modelo “socialdemócrata de izquierda” debería estar más atenta al significado político que pueda nacer del gobierno de Hollande que a la nueva configuración del tándem Franco-Alemán.
No es casual que éste haya sido de los pocos períodos en que ninguna de las naciones más relevantes de Europa ha tenido un gobierno socialdemócrata. Hollande revierte eso.
Está por verse si genera un nuevo relato socialdemócrata y si la derecha francesa logra salir de su crisis sin caer en los brazos de Le Pen.
Cuando la Concertación se encuentra puesta en tela de juicio (más allá de su indiscutible contribución al país) y la derecha no encuentra el rumbo y apuesta a un gerente del retail, uno espera que los dirigentes que en ambos sectores poseen historia e ideas como Lagos, Bachelet, Allamand y Longueira, aporten para repensar sus propios sectores y cómo hacer para que la democracia representativa no sea el oxímoron al cual alude Ranciére.
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12 de mayo
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