Los resultados mostrados en las encuestas del mes de abril de Adimark y el CEP han servido para que algunos personeros del Partido Socialista cuestionen la conveniencia de efectuar una primaria abierta a la ciudadanía para designar al candidato presidencial de la oposición, argumentando que el nivel de aprobación que éstas indican son demasiado amplios a favor de Michelle Bachelet, lo que hace «inútil» apelar a ese mecanismo de consulta ciudadana, puesto que el resto de precandidatos presidenciales de la coalición opositora no aparecen con suficiente adhesión en dichas mediciones.
¿Es sensato designar un candidato presidencial exclusivamente en base a las encuestas, y de paso eludir abrirse a la participación ciudadana?. La proclamación de un candidato presidencial, particularmente cuando él o ella pretende ser el abanderado de toda la oposición, debería ser una tarea colectiva que involucre a diversos sectores sociales y políticos, especialmente cuando existe una creciente distancia entre la elite política y la ciudadanía. La denominación de un candidato presidencial reviste, sin duda, un asunto de «interés público» o «voluntad pública», por lo tanto lo recomendable y necesario es hacer partícipe a amplios sectores de la población en una resolución que afecta al conjunto de la sociedad.
Estos dirigentes, al insistir en seguir marginando al ciudadano común de los debates relevantes de la sociedad, no están haciendo una lectura apropiada del malestar social que existe respecto de las elites políticas, percibidas como distantes de la gente común y que actúan en función de sus propios intereses de poder, dando motivos suficientes para el surgimiento generalizado de discursos de desvalorización de la Política, provenientes tanto de sectores populistas como nostálgicos de régimenes antidemocráticos.
Es preocupante, entonces, que personeros de ambas coaliciones, Concertación y la Alianza, estén priorizando las encuestas para definir candidaturas presidenciales. Estos instrumentos de medición, basada en una muestra acotada y con preguntas diseñadas para conocer «popularidad» o grados de «conocimiento» de una persona no pueden ser el elemento o parámetro ordenador para elegir un candidato o candidata de una coalición política. Se supone que los partidos políticos levantan candidaturas presidenciales para presentar propuestas de país a la consideración ciudadana. De eso nada se escucha.
Las encuestas están desvirtuando la esencia de la política, cuya función es desarrollar líneas programáticas para cambiar un estado de cosas que se considera injusto y ofertar dar pasos concretos en la formación de una sociedad más igualitaria, integradora, solidaria y democrática. Es en base a esas ideas que se concursa por obtener el respaldo ante el soberano: los votantes. El anteponer rostros carismáticos en vez de focalizarse, primero, en la deliberación de un proyecto político bieén estructurado y de largo plazo, debilita a la democracia.
Lo grave de privilegiar las encuestas y optar por liderazgos mediáticos es que produce un estado ambiental en que la política se torna cada día menos relevante para las personas. En consecuencia, no nos extrañemos en el futuro cuando nos veamos inmersos en un escenario en que las figuras o rostros «populares» tengan una importancia mayor que las convicciones políticas necesarias para construir sociedades mas sustentables en todos los ámbitos.
Para profundizar y mejorar el funcionamiento de la democracia es fundamental conquistar a los votantes por intermedio de ideas, ofertando una plataforma que confronte los problemas estructurales que aquejan a la sociedad, delineando un país con menos disparidades sociales, económicas, culturales, políticas y territoriales. De esta manera se le estará dando contenido y un sentido a la actividad política, lo que supone también ampliar la participación y la deliberación de los asuntos públicos a una ciudadanía que exige ser escuchada.
Comentarios
12 de mayo
CUANDO ESTAN BIEN HECHAS SON PREDICTORES EFICIENTES…
0